El intento de reforma de la Constitución, viene con mal olor...
El intento de reformar la Constitución, viene con mal olor….
Abandonar la democracia, ambiente pacifico para resolver los problemas, presupone dejar la construcción del propio destino en manos de un dictador, quien, por lo general, se arropa, hasta conseguir todo el poder, en un poncho de cordero. Negando la acción creadora del hombre impone desde el Estado, por ley o de facto, el fin de la propiedad privada y el fin de los valores que permiten la creación de riqueza y el progreso social espontáneo.
El gobernante autoritario intenta, apelando a primarias emociones, controlar, si no hay otros poderes que se lo impidan, a toda la sociedad. Es así como los tenues controles iniciales se vuelven opresivos para la economía, la persona y la cultura.
En Latinoamérica, hay intentos de volver a dictaduras, pero, aunque se trate de terminar con la democracia , los países que han conocido, aunque livianamente, el goce de la libertad, de la libre expresión, no aceptarán, si no es por el terror, que se combata desde el Estado la existencia autónoma de la opinión. Lo observamos, en Venezuela, en Bolivia, en Ecuador y también en la Argentina.
No se podrá por mucho tiempo mantener un régimen basado en el miedo y la mentira. Hoy gozamos de medios modernos que impiden la doctrina y el pensamiento único. En los totalitarismos y autoritarismos pasados, la escuela era elemental para adoctrinar, pero hoy no basta. En un mundo planetario, y gracias a las comunicaciones modernas, producto del sistema capitalista democrático- las cosas se saben, se discuten y salen a la luz.
Es improductivo pasar por encima de los derechos individuales y leyes fundamentales reconocidos por la Constitución. El Estado debe proteger a las autoridades que imponen el orden, dentro de un régimen jurídico social basado en el reconocimiento de los derechos individuales, en poderes limitados de los que gobiernan, y en la guía de la Ley fundamental. También proteger, especialmente, a las minorías que llaman la atención de los gobernantes cuando se extralimitan.
La reforma apresurada de las constituciones, decretos o resoluciones que afecten disposiciones constitucionales, debieran evitarse, para dar a ciudadanos y extranjeros que quieran vivir o invertir en el país, la confianza en que cualquiera sea el que gobierne, será dentro del estado de derecho.
Reformar nuestra Carta Magna, sin una discusión matizada por tiempo y responsabilidad, puede significar la destrucción del sistema que defiende..
Hoy se están vulnerando derechos fundamentales como el de trabajar, ejercer toda actividad lícita, de comerciar y, otros. Más aún: se convierte en institucional toda acción de gobierno que viole algún derecho reconocido por la Constitución.
Necesitamos jueces que cumplan con su deber: velar por el sistema normativo, invalidando todo lo que se haga en su contra.
Es común que los gobiernos populistas redistribuyan: quiten a unos para dar a otros beneficiando a sus preferidos a costa de imponer cargas a quienes proveen con su trabajo al Estado vampiro. Esto se enfrenta al principio de inviolabilidad de la propiedad. Los países donde el gobierno es el que reparte planificando la economía, distribuyen con criterio político, no económico ni igualitario. Los funcionarios deciden autoritariamente la distribución de la riqueza lograda por todos los que trabajan y permiten el funcionamiento de la sociedad.
Es diferente en los países donde el sistema democrático y capitalista funciona: allí son las empresas, los trabajadores, las asociaciones, la gente, la que reparte, invirtiendo y ahorrando parte de lo que ganan.
Los gobernantes que rechazan la democracia y al capitalismo, hacen crecer enormemente al Estado, de manera que, éste, se inmiscuye, cada vez más, en las decisiones de la sociedad civil, se apropia de la mayoría de las empresas, y se hace cargo de todos los detalles de la estructura económica. Disminuye al mínimo las bases de la democracia: opinión pública institucionalizada, seguridad jurídica, y el ejercicio democrático del poder judicial y del Congreso.
Controlan y regulan las corporaciones de trabajadores, estudiantes, empresarios, profesionales, intelectuales y universitarios.
Hoy en Argentina, se está abandonando el contexto democrático donde las demandas pasan por partidos consolidados y con políticas alternativas a las del gobierno.
Como en Venezuela, los ciudadanos nos hemos convertido en rehenes de una concepción autoritaria que lleva a hacer creer que la libertad de elegir es parte de una concepción egoísta que olvida el interés colectivo.
El empresario es despreciado por su interés en obtener ganancia. Hasta los chicos hacen piquetes en los colegios con carteles en contra del lucro y del dinero y a favor de la acción estatal en su contra.
Esperemos que la oposición logre unirse, esta vez, y defienda la preservación de los principios de la Constitución que, seguramente, se verán amenazados si se logra la reforma que promueve el oficialismo.
El progreso está ligado al cambio de un sistema cerrado, de un Estado apropiador de la riqueza de la sociedad civil, que depende de las decisiones autoritarias de un Gran Hermano, por otro abierto y descentralizado. Con él las instituciones se hacen más eficientes, tanto en política, como en economía, ciencia y cultura y las personas pueden decidir libremente su futuro.
Las desigualdades del mercado las provoca la gente, las arbitrarias de los regímenes tiránicos, la pretendida omnisciencia de los gobernantes.
Recordemos: el sistema socialista real, el nacional-socialismo, y los nacionalismos populares terminaron con el estado de derecho y con una justicia independiente, si la hubo, porque la política estuvo por encima de la Ley. De que se multipliquen los enamorados de la libertad depende que así no sea.
Elena Valero Narváez. (Autora de “El Crepúsculo Argentino”.Lumiere.2006)
evaleronarvaez@hotmail.com
¿vox populi, vox dei?
¿Vox populi, vox dei?
Mirando hacia varios países de América Latina, Bolivia, Venezuela, Ecuador y, ya podemos incluir a la Argentina, nos damos cuenta que las mayorías no siempre tienen razón. Y eso, sin recurrir al ejemplo paradigmático del voto mayoritario, que permitió a Hitler llegar al poder.
Los gobernantes de esos países, por acceder a la presidencia de la mano de la mayoría, creen que pueden gobernar como quieren, sin respetar las normas democráticas, saltando, una y otra vez, por encima de ellas. No se preocuparon, una vez llegados al poder, por cómo debe gobernarse en un sistema democrático.
A las pruebas me remito: en todos esos países, se intenta acallar la voz de la prensa independiente.
Evitar la tiranía fue la preocupación de los padres de la Constitución de 1853.
Hay valores que la sociedad y los gobernantes deben defender a toda costa, ellos están enunciados en ella. La concepción filosófica que la hizo posible es liberal: Todas sus disposiciones tienen fe en la libertad, por eso, la limitación del poder es condición necesaria para combatir la dictadura.
Los tiranos hacen colaborar a la fuerza y acatar las medidas anticonstitucionales en silencio. Dejan de responder por sus actos de gobierno, por lo tanto, también desisten de ser responsable por ellos. Se convierten en gobernantes omniscientes, pretendiendo dirigir la vida de los gobernados, hasta el punto de olvidar uno de los derechos mas importantes: el de forjar el propio destino, el tener, incluso, el derecho a equivocarse.
El deber del estado democrático es reverenciar los derechos individuales y garantizarlos, respetando la dignidad de las personas, de todas, no solamente la de la mayoría. También, por ello, debe limitar la libertad, solo lo suficiente, como para que no se pueda perjudicar a los demás.
El hombre se deja impulsar más por las pasiones que por la razón, pero, el sistema democrático lleva a que se intente ser menos irracional. Por ejemplo, el hecho de que haya libertad de prensa permite, que todas las opiniones salgan a la palestra. Acepta la crítica de las acciones del gobierno y ayuda, de este modo, a mejorarlas por medio de mejores propuestas.
Sin libertad para compartir lo que pensamos no podemos llevar a la práctica nuestras ideas, necesitamos, también, de la crítica, para poder cambiarlas o corregirlas.
Es indispensable que la opinión pública esté institucionalizada o sea permitida por el poder político. Necesitamos de las razones que avalan una opinión y de las que la refutan. Así se progresa y aprende, como sucede, también, en el campo científico.
Vemos, con qué ligereza los gobernantes autoritarios de América Latina, se prenden del micrófono, en actitud antisocrática, pretendiendo saberlo y explicarlo todo, olvidando, que los seres humanos nos movemos dentro del terreno de la conjetura. Debieran ser mucho más humildes, permitir el disenso, y contrastar sus opiniones con la realidad.
Karl Popper definió lo decisivo en una democracia: la posibilidad de destituir al gobierno sin derramamiento de sangre , por medio del voto.
Todo gobierno que puede ser derrocado conserva un fuerte estímulo para actuar de manera que satisfaga a la gente. Y ese estimulo desaparece cuando el gobierno sabe que no se lo puede destituir fácilmente.
Es por eso, que los gobiernos latinoamericanos, intentando perpetuarse en el poder, debilitan los pilares de la democracia: la opinión pública y el sistema de partidos. Cambian, una vez llegados al poder, la filosofía liberal por una nacional-socialista, intervencionista, estatista. De esta manera dejan a la sociedad sin autodefensa, sumando, para conseguirlo, la tecnología moderna que les proporciona el Estado.
Llevan a la economía a los viejos esquemas, donde las empresas operan aisladas de la competencia y con restricciones a la importación y a la exportación.
El Estado deja de ser garante del derecho de libre comercio para propiciar una economía cerrada, volcada hacia el mercado interno, sofocando la iniciativa privada.
El fracaso, en todos los casos, se hace sentir con sobre-exigencia de la sociedad hacia el gobierno, en materia de políticas sociales y de ingresos.
Además, con estas políticas de redistribución estatal, se pretende repartir sin que aumente la producción y la productividad, las cuales, sin inyección de capital, son imposibles.
A pesar de todo somos muchos los optimistas: el futuro está abierto de par en par y depende de nosotros.
La Constitución permite resistir a un régimen político injusto, a una tiranía que no respete la libertad y otros importantes derechos individuales, que permiten el desarrollo pleno de las personas.
Los presidentes autoritarios o en vías de serlo, olvidan que en América Latina, hay ejemplos de países más exitosos porque han dejado de desear lo nocivo: el Estado de Bienestar. Éste, opaca la libertad y creatividad humana con su canto de sirena, resumido en que se debe esperar todo del Estado. Se han percatado que por ese camino se llega a la dictadura, a la pérdida del más importante de los valores: la libertad.
No es fácil ser libre, uno es responsable de sus elecciones, debe construirse por sí mismo pero, es mucho mejor, que depender de un Estado, el cual, en nombre de satisfacer las necesidades de las personas, se apropia de sus vidas y de su libertad, convirtiéndolas en ovejas, a las que puede manipular a su antojo.
Elena Valero Narváez. (Autora de “El Crepúsulo Argentino”. Lumiere.2006)
evaleronarvaez@hotmail.com
En el trapecio y sin red…
Las demandas que hacen, el líder camionero Hugo Moyano y otros jefes sindicales, más allá de los fines políticos que se le atribuyen, muestran que en un futuro, cada vez más próximo, el Gobierno se verá en serias dificultades para controlar la situación de protesta que ha creado. El descontento se extenderá, en la medida que se eleve el costo de vida y pierda valor el peso, por el aumento del índice inflacionario.
La crisis que se avecina, de la que dan cuenta varias manifestaciones populares, es producto de una política dirigista que –como otras veces en el pasado- terminó en la necesidad de emisión monetaria y su consecuencia: la inflación.
Este fenómeno nos aleja de la competencia con el mundo, entre otras cosas, por el aumento de los precios y de los costos internos.
El manejo de la economía desde la casa de gobierno, no ha permitido aprovechar la producción del sector agrario por las restricciones a la exportación. Por otra parte, un país con recursos energéticos, como es Argentina, se ha visto en la necesidad de importar petróleo, gas, y combustibles, a precios muy elevados. Se generó, así, un enorme déficit energético que va a costarnos cerca de catorce mil millones de dólares en importaciones, cuando hace solo tres o cuatro años teníamos un balance comercial energético positivo.
Por erróneas políticas, basadas en un nacionalismo obsoleto, se abandonaron las medidas tomadas en la década del 90, llamadas despectivamente, neoliberales, que nos permitieron exportar petróleo y autoabastecernos.
El Banco Central dejo su función de proteger la moneda y está agotando aceleradamente sus reservas, por la fuga de capitales y el atesoramiento en divisas. Ello se debe a la desconfianza de los agentes económicos en la moneda local.
El gobierno repite, que el Banco Central tiene 47.000 millones de dólares de reservas, cuando éstas ya no estarían alcanzando a 25.000 millones de dólares, si se consideran las obligaciones que esa entidad financiera tiene por delante.
Ante los problemas que se están anunciando con claridad, no hay voces que se preocupen por las soluciones que se necesitarán cuando la situación exija tomar medidas con rapidez.
La inflación está, poco a poco, paralizando al país, los precios se elevan, escasean las divisas, y el desprestigio internacional, como la crisis que se avecina, es cada vez más evidente. Esto muestra, a las claras. que no es el sistema de libertad económica el que produce estos problemas, sino el basado en las ideas kirchneristas: un puchero de nacionalismo, socialismo e intervencionismo, similar al que sufrimos con diferentes gobiernos desde 1943 en adelante.
No ha habido freno para el gasto público -ya es superior al 45% del PBI- si nos atenemos a los compromisos del gobierno, como el de enviar los recursos que necesitan las provincias para cumplir con sus obligaciones. Además, no deja de destinarse cada vez más dinero a fines arbitrarios, los cuales, no tienen en la mira las necesidades más urgentes de la gente, sino, .un afán electoralista.
En vez de buscar soluciones se acentúan los controles, se persigue a los productores, comerciantes, y al ciudadano común, como lo observamos, recientemente, con las medidas destinadas a evitar que salieran dólares del país.
Los argentinos aún no aprendimos que de la dictadura económica se pasa a la restricción de las libertades individuales.
La democracia asociada al sistema capitalista modificó radicalmente el panorama de la vida humana en Occidente, y está repercutiendo en todo el planeta.
Argentina se modernizó impulsada por “ciudadanos del mundo” como lo eran Alberdi, Sarmiento y Mitre.
Los gobiernos que abrazan al socialismo y al nacionalismo se vuelven totalitarios o populistas porque con políticas reaccionarias, combaten el capital, el dinero, la propiedad privada, la libertad de prensa, la limitaron de los poderes al gobierno, la igualdad jurídica y el mercado.
Esos regímenes produjeron enormes fracasos oprimiendo y explotando a los sectores obreros. La “dictadura del proletariado” jamás se hizo realidad. Fue la “intelligenzia” la que dirigió los sistemas socialistas. Tampoco hubo “emancipación de la clase obrera” porque el socialismo exige terminar con la espontaneidad de la sociedad civil, su modo de gobernar se basa en mandatos autoritarios. Ello, presupone, un poder absoluto.
Quienes defienden gobernantes autoritarios olvidan que Lenin y Trotsky establecieron penas de cárcel y campos de concentración para los trabajadores, quienes se hallaban obligados a cumplir cualquier orden de los jefes del Partido.
Este, y otros innumerables y similares ejemplos que debemos a las experiencias del socialismo real, deberían instar a los trabajadores a defender, con ahínco y decisión, la democracia y las instituciones del país, oponerse a los monopolios estatales, a las estatizaciones y al avance del Estado sobre toda actividad económica. También, a promover la libertad de agremiación y frenar cualquier acción del gobierno tendiente a debilitar a la sociedad civil, porque allí están las fuerzas que combaten la concentración de poder que lleva a la opresión y las que evitan la pobreza.
Son también los trabajadores los primeros que tendrían que denunciar la peor estafa a la que son sometidos: la emisión de moneda sin respaldo para cubrir enormes gastos públicos y déficits crónicos que corroen sus salarios y el producto de su trabajo.
Si observamos cuáles son las políticas de los países de mejor calidad de vida del mundo, que hoy se encuentran a la avanzada del progreso y la civilización, veremos que se basan en una economía de mercado. Solo es posible en un sistema de libertad y competencia, en todos los órdenes, y donde el Estado cumple con sus funciones especificas, que en nuestro caso están claramente delimitadas en la Constitución Nacional.
Elena Valero Narváez. (Autora de “El crepúsculo Argentino” Lumiere . 2006)
evaleronarvaez@hotmail.com
El gobierno no sabe donde tirar la pelota, no ve el arco…
La falta de seguridad en lo que sucederá a mediano plazo, las dudas acerca de las opciones que se nos presentan, no saber cual puede ser una medida correcta, se denomina incertidumbre. Eso es lo que sentimos la mayoría de los argentinos ante las erráticas decisiones y declaraciones de los miembros del gobierno.
La incompetencia de quienes están a cargo, nos está produciendo un estado de desasosiego que puede convertirse en una reacción desfavorable hacia quienes creen que aún cuentan con la mayoría.
En los últimos días, la incontinencia verbal manifiesta, tanto de la Presidente como la de su gabinete, muestra el desconcierto que también existe dentro del grupo gobernante.
Cristina Kirchner, rodeada de funcionarios y personas a las que no les cuesta doblar las rodillas, en señal de sumisión absoluta, para mantenerse cerca del poder, generador de favores y dádivas, no advierte, que ya no le alcanza el precio de la soja para esconder la indisposición moral, política, y económica, de su gobierno.
No aprecia la realidad tal cual es, intenta crear desde el Estado una, a su medida.
No sabemos si por falta de datos o, por ofuscación, implementa políticas que han llevado a nuestro país, en el pasado, al fracaso.
Se equivocó el Gobierno porque, su intervención, fue siempre en contra del mercado. Está destruyendo las relaciones propias de la sociedad civil, incluso, las instituciones políticas y, poniendo en coma, también, al sector más productivo: el agropecuario.
Pero, si el objetivo es lograr una sociedad tan genuflexa como sus ministros, se equivoca. Los argentinos ya ven que se les agujereó el bolsillo.
El inducir, autoritariamente, a la sociedad a que actúe según las necesidades de un Estado constrictor, ha provocado que muchos argentinos hayan decidido salir a protestar a la calle.
Los recientes cacerolazos, denotan, que están dejando la pasividad con que recibieron los golpes a la libertad de pensamiento, a hacer lo que quieren con el producto de su trabajo, y a poder llegar a fin de mes con el salario.
Los ciudadanos de nuestro país ya no son los mismos de antes. Recuerdan, como los alemanes, los períodos de índice de inflación elevada y las consecuencias. Aprendieron que no se puede progresar sin buena información, por eso no aceptan la uniformidad de la opinión.
También están al tanto de que los gobiernos que proponen autarquía económica, los conducen a comprar más caro y de peor calidad, que los controles de precios no funcionan y que los gobernantes que quieren perpetuarse en el poder lo hacen mediante promesas demagógicas, incumplibles.
Es de esperar que la oposición no copie las maneras antidemocráticas de los funcionarios actuales, la democracia no es la panacea pero, hasta ahora, es el mejor sistema político. Nos permite, mediante un medio pacífico como es el sufragio, sacarnos de encima a gobernantes incompetentes y autoritarios.
Debemos aumentar los grados de democracia, exigiendo, a los que gobiernen que no eliminen o debiliten, una vez llegados al poder, a las fuerzas opositoras. Y, que convivan con ellas, en armonía, permitiéndoles, por medio de la crítica, el control y la visualización del error a los actos de gobierno. Así se aprende.
El gobierno kirchnerista no se da cuenta que, sin condiciones para que la gente decida arriesgar su capital, no hay progreso económico. La principal condición es la división de poderes: permite la acción electiva propia de las sociedades abiertas.
La experiencia histórica nos muestra que un “plus” de Estado, como lo estamos teniendo en la Argentina, lleva a la destrucción de valores democráticos, de la ética del trabajo y del deseo de emprender desafíos aceptando la competencia y la posibilidad del fracaso, como también, la de crear nuevas riquezas que mejoran la calidad de vida, en general.
Es de esperar que la reacción opositora sea saludable y no se base, como hasta ahora, en el amor a la redistribución ejercida por el Gobierno. Ello implicaría, más de lo mismo.
No podemos vivir del Estado ni de la generosidad de los países ricos, debemos ser los artífices de nuestro propio destino. Abrir las puertas, a la comunidad internacional, para que mediante un marco legal, que iguale a capital nacional y extranjero, puedan invertir en nuestro país. El Estado, por su parte, tiene que cumplir su función esencial: hacer respetar el marco normativo liberal que impera en las bases de nuestra Constitución, derogando todas las leyes que no respetan sus principios.
Es la mejor manera, de salvarnos de un posible naufragio.
Elena Valero Narváez. (Autora de “El Crepúsculo Argentino” Lumiere .2006)
evaleronarvaez@hotmail.com
Una grave enfermedad
La Argentina se ha contagiado de populismo. Compró los exaltados discursos de la Presidente, donde, con fe nacionalista, disminuye la importancia que tiene la interrelación con el mundo, en la elevación de la calidad de vida de la gente.
Ante el aplauso, casi obligatorio, de los invitados a los actos proselitistas que realiza, enumera, las cada vez más amplias medidas, que conducen al aislamiento internacional: esta política hostil hacia los países mas desarrollados aleja a los capitales y aumenta la desinversión.
El incumplimiento de las normas y acuerdos estipulados con otros países, nos está convirtiendo en parias que pretenden vivir sin que nos importe cooperar, codo a codo, con el resto de naciones democráticas, en la consolidación de un sistema internacional que nos permita, a todos los habitantes del planeta, resolver o morigerar los problemas de este siglo.
Por el contrario, la Presidente y sus ministros, elegidos a imagen y semejanza, crean conflictos donde no los hay, como ha sido el tema de Malvinas. No se intentó, mediante el diálogo, como se había hecho antes, una relación amistosa para resolver el problema, tanto con Inglaterra, como con los habitantes de Malvinas. Se tomó como bandera su recuperación, para hacer aflorar “el patrioterismo”, lo peor del nacionalismo autóctono y, así, tapar las críticas al Gobierno por, entre otros hechos, la tragedia ferroviaria ocurrida en la estación de Once.
En el orden interno continúa revirtiéndose el resultado de la lucha entre las fuerzas armadas y terroristas. De golpe y porrazo, se humilló a quienes fueron los vencedores: militares, jueces, y funcionarios, que actuaron en los gobiernos de facto y también en gobiernos constitucionales que combatieron la guerrilla. Se impartió justicia renga: solo para los terroristas. Hoy, varios de ellos forman parte del Gobierno, mientras que hay militares y civiles que, después de años presos, continúan sin sentencia, muriendo en la cárcel.
La Presidente olvida, que la juventud que defiende y de la que orgullosa dice formar parte, secuestraba, torturaba, juzgaba, asesinaba y avasallaba a sus víctimas , sin piedad. Guillermo Sallustro, Pedro Eugenio Aramburu, Argentino del Valle Larrabure, Arturo Mor Roig y tantas otras personas respetables, fueron fríamente ultimadas por esos jóvenes que comulgaban con ideas marxistas, maoístas y ultra-nacionalistas. Creyeron que nobles ideales los autorizaba a matar y a no medir las consecuencias.
Pensaban implementar, si llegaban al poder, un sistema totalitario como el de Cuba, país que admiraban y donde se entrenaban para la lucha armada.
Sin pretender justificar los excesos en que incurrieron los militares, no se puede olvidar, que no iniciaron los actos de violencia y que muchos de ellos dieron su vida para intentar evitar el terrorismo y los horrores que trae siempre en su cola.
El kirchnerismo, también, en su ansía totalitaria, de dominar completamente a la sociedad y lograr el beneplácito que vemos en los actos de gobierno, de parte de funcionarios, intelectuales, empresarios, jueces, sindicalistas, actores y actrices oficialistas, intenta destruir el sistema de partidos que permitiría la alternancia en el poder.
Corrompe la política, presionando a legisladores de la oposición para que se pasen a sus filas o que voten los proyectos del gobierno y asfixia, financieramente, a gobernadores tibios en su apoyo, como también, al Jefe de Gobierno de la Ciudad por su pretensión de competir para alcanzar la presidencia.
Un caso paradojal es el del ex presidente Menem. Evidentemente- lo he entrevistado varias veces- no piensa que el plan del gobierno sea el correcto. Sabe que la actual política económica lleva a la desinversión y a la desconfianza internacional y en el plano interno a más inflación y más pobreza.
Como presidente cambió el rumbo económico estatista y dirigista, en 180 grados, al darse cuenta que a la riqueza no la crea el Estado sino la actividad privada. Fue por eso que llegaron inversores. Sin embargo, en la actualidad, apoya al gobierno destructor de la propiedad privada - que lleva en su vientre la libertad y la limitación de los poderes- estatizando o, quitándole su riqueza.
Son cada vez más los que se dejan dominar ante los métodos mafiosos del Gobierno. En muchos casos es porque no sienten que funcione la división de poderes. Son pocos, en la Argentina, los que se creen protegidos por la Justicia, la cual, en buena porción, se ha abandonado en los brazos del ejecutivo, tal, como parte importante del poder legislativo.
Cristina Kirchner ha llevado la política, también, al mercado. Actúa enredado y sometido a su voluntad. Es así como vemos a empresarios ligados al gobierno que reciben privilegios inmerecidos y a improvisados personajes convertidos en empresarios de actividades que no conocen gracias a contactos políticos.
Por si fuera poco se ha reducido, peligrosamente, la opinión pública, un pilar importante de la democracia: los canales de televisión, la radio y la prensa escrita con excepción de La Nación , Clarín, y pocos más, se cuidan de criticar al Gobierno.
En este escenario, producto de una vuelta al populismo, el Estado corrompido, desparrama corrupción al resto de la sociedad a medida que la arbitrariedad y la concentración del poder aumentan.
Pronto, nos veremos con el peligro de que el Gobierno ejerza el control, de los que no aplauden, por medio de métodos autoritarios, alejados de los principios que, en general, ha defendido la cultura occidental: Libertad, Democracia y Justicia.
Elena Valero Narváez (Autora de “El Crepúsculo Argentino”. Lumiere, 2006)
evaleronarvaez@hotmail.com
La Cámpora y su héroe
“En el gobierno de Cristina Fernández de Kirchner, tengan la seguridad que no se va a entregar ningún sector a cambio de nada” Débora Giorgi
El gobierno juega con la cultura estatista de los argentinos. Es sorprendente observar los gastos que realiza el Estado para mantener a Aerolíneas, las irregularidades que se conectan a ENARSA, y la falta de control a los concesionarios de los trenes. A pesar de ello escuchamos a la mayoría de los argentinos pedir la estatización de YPF o, aceptar sin chistar, la derogación de la ley que defendía un Banco Central independiente.
Existe, aún, un enorme apoyo popular al control estatal de la sociedad civil basado en un falso nacionalismo. La muerte, sin pena ni gloria, de las AFJP es solo un botón de muestra.
Se necesitaron varios accidentes para reconocer una política incorrecta en el sector de los transportes. El Estado benefició a amigos y no cumplió con el ineludible papel de control del servicio. De esa forma el concesionario no satisfizo las necesidades de los consumidores, aumentó la burocracia y la corrupción que permite este sistema, y los amigos se convirtieron en enemigos, cuando se descubrieron alguno de los negociados en los cuales son socios.
Los concesionarios o las empresas privadas fuertemente ligadas al Gobierno se vuelven ineficientes porque aunque no cumplan con sus funciones las sostiene la espalda del Estado. Recrudece, de este modo, la mentalidad burocrática que es enemiga de la producción y la productividad. Y volvemos al círculo vicioso que acaba en que se quiere estatizar.
El discurso del gobierno se engorda con palabras de amor a la patria y en contra del mercado. La gente aprende a creer que es arbitrario y que conviene por eso la planificación de los funcionarios, un grupo que se considera iluminado por la luz de la razón.
Consentimos que sea a través del Banco Central que se preste a quién decida el gobierno y que se emita sin respaldo para que se resuelvan las dificultades financieras que generó esta política. Por experiencias anteriores sabemos que aumentará aún más el índice inflacionario..
Héctor Cámpora es admirado por la juventud kirchnerista, el mismo que encumbró la violencia, permitió que salieran de la cárcel 118 terrorista unidos a 16 criminales comunes y acabó- vía ley de amnistía- con los tribunales que debían juzgar sus delitos.
El círculo que maneja el gobierno actual debería repasar a fondo el gobierno de Héctor Campora, quien asumió el 23 de mayo de 1973 rodeando de guerrilleros a los que llamaba “maravillosa juventud” y que por esa época le gritaban al secretario de la CGT: “Rucci traidor, te pasará lo mismo que a Vandor”.
La impunidad derrotó a la Justicia y la economía dirigida por el gobierno permitió seguir gastando. Se aumentó el déficit fiscal y la expansión monetaria que ya había alcanzado preocupante índice durante el gobierno de Lanusse. Ello provocó graves problemas económicos: fue la base del cáncer inflacionario de 1975-1976. Una empobrecedora disminución de la producción fue otra de las consecuencias del gobierno de Cámpora a quién admira la juventud oficialista. ¡Todo un héroe!
Su ministro de economía José B. Gelbard –también acompañó al tercer gobierno de Perón- y el Congreso que las votó, fue responsable de las leyes que permitieron al Banco Central elevar al 100 % la intromisión estatal en el otorgamiento de créditos. El “amiguismo” no se hizo esperar del cual participaba el propio Ministro.
El Estado fijaba la tasa de interés y el valor de la moneda extranjera. Nacionalizó el comercio exterior, expropió bancos extranjeros que ahuyentaron al imprescindible capital foráneo.
Los precios congelados provocaron- como siempre ocurre- desabastecimiento y deterioro en la producción. Faltó de todo -como en Chile durante el gobierno de Allende- por lo cual apareció el mercado negro y la especulación para defender la riqueza que se esfumaba por cuenta y obra del gobierno.
Por el modelo productivo- exactamente como en la actualidad- se limitaron las importaciones perjudicando la modernización de las empresas, incluso el transporte de colectivos. Suspendieron el mantenimiento porque los aumentos no iban a la par del precio del combustible. Fue así que los usuarios viajaban en ómnibus destartalados y peligrosos.
No hay nada nuevo bajo el sol: se persiguió a los comerciantes desde la Secretaria de Comercio: un gemelo de “Moreno” - jefe de policía retirado- amedrentaba a quienes no cumplían la política que maniataba al Mercado..
Los argentinos soportamos en demasiadas oportunidades los efectos del fracasado modelo estatista y dirigista donde se cree que el gobierno es más racional que la gente, se endiosa la planificación central sin tener en cuenta que la sociedad es un fenómeno espontáneo por lo tanto implanificable.
Se critica y disminuye la acción del mercado, el cual, sin una vinculación respetuosa a los derechos civiles no existe. Es el método ligado a la libertad porque consiente la acción electiva, que permite la búsqueda del propio destino. En los regímenes dictatoriales la anulación del principio de propiedad, de facto o por imperio de la ley, acaba con el mercado y la libertad de las personas.
Por el contrario, si se abre la economía- como sucedió en Chile durante el gobierno de Pinochet o en China en la actualidad- poco a poco se liberaliza la política. La producción y la productividad necesitan para expandirse de los valores y el marco institucional liberal.
Quienes nos representan en el Congreso y votan por leyes que lesionan los derechos reflejados en el artículo 14, también se verán perjudicados cuando pierdan el favor del gobierno y deban sufrir como cualquier hijo de vecino las restricciones de principios que nos harían progresar como país y como personas.
En cuanto a figuras para imitar algunos, todavía, tenemos la esperanza de ver en las remeras de los adolescentes a San Martín, Belgrano, Sarmiento o Alberdi en vez del “Che” y Cámpora.
Elena Valero Narváez. (Autora de “El Crepúsculo Argentino”. Lumiere.2006)
evaleronarvaez@hotmail.com
El gobierno juega con la cultura estatista de los argentinos. Es sorprendente observar los gastos que realiza el Estado para mantener a Aerolíneas, las irregularidades que se conectan a ENARSA, y la falta de control a los concesionarios de los trenes. A pesar de ello escuchamos a la mayoría de los argentinos pedir la estatización de YPF o, aceptar sin chistar, la derogación de la ley que defendía un Banco Central independiente.
Existe, aún, un enorme apoyo popular al control estatal de la sociedad civil basado en un falso nacionalismo. La muerte, sin pena ni gloria, de las AFJP es solo un botón de muestra.
Se necesitaron varios accidentes para reconocer una política incorrecta en el sector de los transportes. El Estado benefició a amigos y no cumplió con el ineludible papel de control del servicio. De esa forma el concesionario no satisfizo las necesidades de los consumidores, aumentó la burocracia y la corrupción que permite este sistema, y los amigos se convirtieron en enemigos, cuando se descubrieron alguno de los negociados en los cuales son socios.
Los concesionarios o las empresas privadas fuertemente ligadas al Gobierno se vuelven ineficientes porque aunque no cumplan con sus funciones las sostiene la espalda del Estado. Recrudece, de este modo, la mentalidad burocrática que es enemiga de la producción y la productividad. Y volvemos al círculo vicioso que acaba en que se quiere estatizar.
El discurso del gobierno se engorda con palabras de amor a la patria y en contra del mercado. La gente aprende a creer que es arbitrario y que conviene por eso la planificación de los funcionarios, un grupo que se considera iluminado por la luz de la razón.
Consentimos que sea a través del Banco Central que se preste a quién decida el gobierno y que se emita sin respaldo para que se resuelvan las dificultades financieras que generó esta política. Por experiencias anteriores sabemos que aumentará aún más el índice inflacionario..
Héctor Cámpora es admirado por la juventud kirchnerista, el mismo que encumbró la violencia, permitió que salieran de la cárcel 118 terrorista unidos a 16 criminales comunes y acabó- vía ley de amnistía- con los tribunales que debían juzgar sus delitos.
El círculo que maneja el gobierno actual debería repasar a fondo el gobierno de Héctor Campora, quien asumió el 23 de mayo de 1973 rodeando de guerrilleros a los que llamaba “maravillosa juventud” y que por esa época le gritaban al secretario de la CGT: “Rucci traidor, te pasará lo mismo que a Vandor”.
La impunidad derrotó a la Justicia y la economía dirigida por el gobierno permitió seguir gastando. Se aumentó el déficit fiscal y la expansión monetaria que ya había alcanzado preocupante índice durante el gobierno de Lanusse. Ello provocó graves problemas económicos: fue la base del cáncer inflacionario de 1975-1976. Una empobrecedora disminución de la producción fue otra de las consecuencias del gobierno de Cámpora a quién admira la juventud oficialista. ¡Todo un héroe!
Su ministro de economía José B. Gelbard –también acompañó al tercer gobierno de Perón- y el Congreso que las votó, fue responsable de las leyes que permitieron al Banco Central elevar al 100 % la intromisión estatal en el otorgamiento de créditos. El “amiguismo” no se hizo esperar del cual participaba el propio Ministro.
El Estado fijaba la tasa de interés y el valor de la moneda extranjera. Nacionalizó el comercio exterior, expropió bancos extranjeros que ahuyentaron al imprescindible capital foráneo.
Los precios congelados provocaron- como siempre ocurre- desabastecimiento y deterioro en la producción. Faltó de todo -como en Chile durante el gobierno de Allende- por lo cual apareció el mercado negro y la especulación para defender la riqueza que se esfumaba por cuenta y obra del gobierno.
Por el modelo productivo- exactamente como en la actualidad- se limitaron las importaciones perjudicando la modernización de las empresas, incluso el transporte de colectivos. Suspendieron el mantenimiento porque los aumentos no iban a la par del precio del combustible. Fue así que los usuarios viajaban en ómnibus destartalados y peligrosos.
No hay nada nuevo bajo el sol: se persiguió a los comerciantes desde la Secretaria de Comercio: un gemelo de “Moreno” - jefe de policía retirado- amedrentaba a quienes no cumplían la política que maniataba al Mercado..
Los argentinos soportamos en demasiadas oportunidades los efectos del fracasado modelo estatista y dirigista donde se cree que el gobierno es más racional que la gente, se endiosa la planificación central sin tener en cuenta que la sociedad es un fenómeno espontáneo por lo tanto implanificable.
Se critica y disminuye la acción del mercado, el cual, sin una vinculación respetuosa a los derechos civiles no existe. Es el método ligado a la libertad porque consiente la acción electiva, que permite la búsqueda del propio destino. En los regímenes dictatoriales la anulación del principio de propiedad, de facto o por imperio de la ley, acaba con el mercado y la libertad de las personas.
Por el contrario, si se abre la economía- como sucedió en Chile durante el gobierno de Pinochet o en China en la actualidad- poco a poco se liberaliza la política. La producción y la productividad necesitan para expandirse de los valores y el marco institucional liberal.
Quienes nos representan en el Congreso y votan por leyes que lesionan los derechos reflejados en el artículo 14, también se verán perjudicados cuando pierdan el favor del gobierno y deban sufrir como cualquier hijo de vecino las restricciones de principios que nos harían progresar como país y como personas.
En cuanto a figuras para imitar algunos, todavía, tenemos la esperanza de ver en las remeras de los adolescentes a San Martín, Belgrano, Sarmiento o Alberdi en vez del “Che” y Cámpora.
Elena Valero Narváez. (Autora de “El Crepúsculo Argentino”. Lumiere.2006)
evaleronarvaez@hotmail.com
El buen consejo de Maquiavelo
En “El Príncipe”, Maquiavelo considera sumamente importante para mantenerse en el poder, tratar de ajustar los gastos a los ingresos.
Legítimamente señala, que el gobernante dispendioso acaba, por necesidad, gravando con impuestos altos a sus súbditos, apelando a todos los procedimientos fiscales y echando mano de cuantos recursos pueda valerse para recaudar dinero. Opina, que ésta conducta, termina por hacerlo odiar por todos aquellos a los que empobrece, es decir, toda la sociedad.
Maquiavelo muestra la inconveniencia del gasto desmedido.
En nuestro país no se asocia el ahorro con el desarrollo. No es el único, basta con observar los problemas que tienen los europeos para reparar que el gasto público se ha convertido en una conducta compulsiva. Las consecuencias están a la vista: endeudamiento, desempleo y disminución del nivel de vida.
La sociedad termina pagando la irresponsabilidad de los que gobiernan.
En Argentina la modernización estuvo ligada-como muchos otros países- al capital extranjero que permitió crear la infraestructura necesaria para aprovechar las condiciones favorables que proponía el comercio mundial.
Pudimos progresar aceleradamente gracias al ahorro de los empresarios ingleses, sobre todo. Aún hoy se lo desprecia y se sigue enseñando en las universidades la errónea teoría de la dependencia y la explotación.
Argentina necesita imperiosamente aumentar la producción y la productividad, contar con capitales extranjeros que se sientan seguros de poder invertir.
El capital autóctono escasea, las empresas, que podrían haber aprovechado las oportunidades que permite el comercio libre, se ven afectadas por regulaciones inconcebibles, limitaciones a la exportación e importación que no permiten mejorar la tecnología y aumentar la productividad, base del progreso económico.
El gobierno se está volviendo cada vez más rapaz porque no puede cumplir con las obligaciones populistas que se ha creado. Los problemas van haciéndose manifiestos. La energía es un ejemplo paradigmático.
Tenemos recursos como para no tener cortes de luz y poder acceder a combustibles más baratos, solo necesitamos abandonar políticas coercitivas para incentivar y atraer inversiones del mundo entero.
Lamentablemente, pocos se arriesgan a traer capitales, se eligen otros países, mas seguros con políticas que permitan el cálculo económico. Debe restaurarse la confianza perdida por la nefasta intervención estatal en la economía.
Buena parte de los argentinos se dejaron llevar por discursos que apelaron a la emoción mucho más que a la realidad. Se creyó en el estado benefactor más que en la capacidad individual.
Durante el gobierno de Frondizi, con inestabilidad política, y asedio de la cúpula militar, se hizo un real esfuerzo por cambiar la política económica que se pareció durante años a la actual. Sería útil recordarlo.
Frondizi con valor dejó de lado ideas que defendió antes, y comenzó su gobierno con un discurso que convendría leer hoy. Es el apropiado para realizar un cambio de timón.
Dijo en el Congreso: “El establecimiento de un orden jurídico y de una justicia independiente que proteja al ciudadano contra los excesos del poder administrador, son condiciones indispensables para el progreso económico..…deberá garantizarse la libre competencia como estímulo del progreso….y facilitarse la función creadora de la iniciativa privada…”
Como si fuera poco llamó a colaborar en el área de Economía, Trabajo y Seguridad Social, a quien siempre defendió esas ideas: Álvaro C. Alsogaray. Tomó como punto de partida la decisión del Dr Frondizi -expresada el 29 de diciembre de 1958- la devaluación de la moneda y la liberación de la economía.
Se inició una política diametralmente opuesta al estatismo, nacionalismo regresivo, controles e inflación reprimida, que había regido en el país desde 1946 y continuó con la Revolución Libertadora y gobiernos posteriores.
Para abril de 1961 se alcanzó una posición destacable. En menos de dos años las reservas monetarias netas habían aumentado notablemente y el peso argentino se mantenía estable. Se iniciaba la construcción del crédito interno y externo, existía adecuada liquidez, la bolsa estaba firme y facilitaba la capitalización de las empresas mientras se cumplía un acelerado proceso de reequipamiento industrial. La balanza de pagos era positiva, el déficit del presupuesto decreciente y financiado sin emisión.
Si se hubiera persistido en el esfuerzo, el éxito no estaba lejos, ya que una auténtica política de desarrollo caracterizada por la afluencia de capitales del exterior estaba en marcha. Lamentablemente, la forzada renuncia del Ministro y los problemas que llevaron al golpe militar y a la destitución del Presidente, marcaron un rumbo incierto.
Cuando “las papas queman” aparecen los que deben “ajustar” y se los tolera hasta que salvan la situación, después se prefiere a los que “regalan” y “distribuyen” con plata ajena. De esa forma volvemos al círculo vicioso que no nos permite levantar cabeza.
Sin embargo, otra vez la realidad se va a imponer en Argentina, como lo está haciendo en Europa y tantas veces en nuestro país. Veremos si ésta vez aprendemos y el próximo gobierno, o por milagro, el actual, siguiendo el buen consejo de Maquiavelo, bajan el gasto y también, como en el gobierno del Dr. Frondizi, realizan un cambio de ese tipo, esta vez perdurable, para que podamos gozar de los resultados.
Elena Valero Narváez. Autora de “El Crepúsculo Argentino”Lumiere.2006
evaleronarvaez@hotmail.com
Legítimamente señala, que el gobernante dispendioso acaba, por necesidad, gravando con impuestos altos a sus súbditos, apelando a todos los procedimientos fiscales y echando mano de cuantos recursos pueda valerse para recaudar dinero. Opina, que ésta conducta, termina por hacerlo odiar por todos aquellos a los que empobrece, es decir, toda la sociedad.
Maquiavelo muestra la inconveniencia del gasto desmedido.
En nuestro país no se asocia el ahorro con el desarrollo. No es el único, basta con observar los problemas que tienen los europeos para reparar que el gasto público se ha convertido en una conducta compulsiva. Las consecuencias están a la vista: endeudamiento, desempleo y disminución del nivel de vida.
La sociedad termina pagando la irresponsabilidad de los que gobiernan.
En Argentina la modernización estuvo ligada-como muchos otros países- al capital extranjero que permitió crear la infraestructura necesaria para aprovechar las condiciones favorables que proponía el comercio mundial.
Pudimos progresar aceleradamente gracias al ahorro de los empresarios ingleses, sobre todo. Aún hoy se lo desprecia y se sigue enseñando en las universidades la errónea teoría de la dependencia y la explotación.
Argentina necesita imperiosamente aumentar la producción y la productividad, contar con capitales extranjeros que se sientan seguros de poder invertir.
El capital autóctono escasea, las empresas, que podrían haber aprovechado las oportunidades que permite el comercio libre, se ven afectadas por regulaciones inconcebibles, limitaciones a la exportación e importación que no permiten mejorar la tecnología y aumentar la productividad, base del progreso económico.
El gobierno se está volviendo cada vez más rapaz porque no puede cumplir con las obligaciones populistas que se ha creado. Los problemas van haciéndose manifiestos. La energía es un ejemplo paradigmático.
Tenemos recursos como para no tener cortes de luz y poder acceder a combustibles más baratos, solo necesitamos abandonar políticas coercitivas para incentivar y atraer inversiones del mundo entero.
Lamentablemente, pocos se arriesgan a traer capitales, se eligen otros países, mas seguros con políticas que permitan el cálculo económico. Debe restaurarse la confianza perdida por la nefasta intervención estatal en la economía.
Buena parte de los argentinos se dejaron llevar por discursos que apelaron a la emoción mucho más que a la realidad. Se creyó en el estado benefactor más que en la capacidad individual.
Durante el gobierno de Frondizi, con inestabilidad política, y asedio de la cúpula militar, se hizo un real esfuerzo por cambiar la política económica que se pareció durante años a la actual. Sería útil recordarlo.
Frondizi con valor dejó de lado ideas que defendió antes, y comenzó su gobierno con un discurso que convendría leer hoy. Es el apropiado para realizar un cambio de timón.
Dijo en el Congreso: “El establecimiento de un orden jurídico y de una justicia independiente que proteja al ciudadano contra los excesos del poder administrador, son condiciones indispensables para el progreso económico..…deberá garantizarse la libre competencia como estímulo del progreso….y facilitarse la función creadora de la iniciativa privada…”
Como si fuera poco llamó a colaborar en el área de Economía, Trabajo y Seguridad Social, a quien siempre defendió esas ideas: Álvaro C. Alsogaray. Tomó como punto de partida la decisión del Dr Frondizi -expresada el 29 de diciembre de 1958- la devaluación de la moneda y la liberación de la economía.
Se inició una política diametralmente opuesta al estatismo, nacionalismo regresivo, controles e inflación reprimida, que había regido en el país desde 1946 y continuó con la Revolución Libertadora y gobiernos posteriores.
Para abril de 1961 se alcanzó una posición destacable. En menos de dos años las reservas monetarias netas habían aumentado notablemente y el peso argentino se mantenía estable. Se iniciaba la construcción del crédito interno y externo, existía adecuada liquidez, la bolsa estaba firme y facilitaba la capitalización de las empresas mientras se cumplía un acelerado proceso de reequipamiento industrial. La balanza de pagos era positiva, el déficit del presupuesto decreciente y financiado sin emisión.
Si se hubiera persistido en el esfuerzo, el éxito no estaba lejos, ya que una auténtica política de desarrollo caracterizada por la afluencia de capitales del exterior estaba en marcha. Lamentablemente, la forzada renuncia del Ministro y los problemas que llevaron al golpe militar y a la destitución del Presidente, marcaron un rumbo incierto.
Cuando “las papas queman” aparecen los que deben “ajustar” y se los tolera hasta que salvan la situación, después se prefiere a los que “regalan” y “distribuyen” con plata ajena. De esa forma volvemos al círculo vicioso que no nos permite levantar cabeza.
Sin embargo, otra vez la realidad se va a imponer en Argentina, como lo está haciendo en Europa y tantas veces en nuestro país. Veremos si ésta vez aprendemos y el próximo gobierno, o por milagro, el actual, siguiendo el buen consejo de Maquiavelo, bajan el gasto y también, como en el gobierno del Dr. Frondizi, realizan un cambio de ese tipo, esta vez perdurable, para que podamos gozar de los resultados.
Elena Valero Narváez. Autora de “El Crepúsculo Argentino”Lumiere.2006
evaleronarvaez@hotmail.com
Primer mandamiento del progreso: respeto por la propiedad privada
La violencia institucionalizada fue el rasgo común en la Historia para obtener o mantener la propiedad. La miseria alcanzaba a la mayoría en las sociedades previas al surgimiento del capitalismo.
Cuando después de un larguísimo proceso histórico, la propiedad se consolidó, dejó de depender de la fuerza de los que dominaban o detentaban el poder.
Cuando ocurrió la Revolución de Mayo, las colonias de España eran aún tierras realengas, la propiedad dependía del capricho de reyes, gobernantes y señores protegidos por el Estado.
Las instituciones democráticas patrimonio del occidente europeo y EEUU permitieron que no fuera necesaria la fuerza como fundamento de la propiedad.
Recién en el siglo XX se fue afianzando el modo capitalista de producción y acumulación -producto de ideas liberales que culminan con la Revolución Industrial- creando un mejoramiento económico, cultural y social jamás, ni siquiera soñado.
Pero junto a éste sistema, después de la Primera Guerra Mundial, las ideas nacionalistas se imponen con fuerza sobre todo en Alemania, Italia y Francia. El golpe bolchevique en 1917 reavivó las teorías marxistas y la crisis de 1929, en EEUU, hicieron triunfar las ideas socialistas, fascistas, y nacional socialistas, declinando el liberalismo y el sistema capitalista.
Sin embargo, el triunfo de los países aliados dividió al mundo y, la consolidación del sistema capitalista, basado en la defensa de los derechos individuales y de una institucionalidad democrática, mostró un fantástico crecimiento económico, en los países que lo adoptaron y en los que fueron obligados a adoptarlo como resultado de la rendición. Los países vencedores lo impusieron en Japón, Alemania e Italia devastados por la guerra.
La propiedad privada base fundamental del sistema capitalista fue rechazada o asediada por los regímenes estatistas e intervencionistas, partidarios de la planificación central, por lideres e intelectuales marxistas como Engels, Marx, Trotsky, Lenin, Guevara, Fidel y Raúl Castro. También, entre tantos otros, por gobiernos populistas y nacionalistas como fue el de Perón y lo son los actuales presidentes de Venezuela, Ecuador, Bolivia, Nicaragua y Argentina.
Pese al rotundo fracaso del socialismo en todas sus variantes, del nacional-socialismo y del fascismo, perduran estas ideas que desparraman intelectuales, jóvenes y obreros dirigidos por agitadores universitarios de clase media o sindicalistas que desprecian las ideas liberales desde un ámbito cómodo y moderno surgido justamente del sistema que combaten.
Adoptan las ideas socialistas como una religión, con fe, pero sin entenderlas. Los dominan las emociones, por ello se alejan de la realidad aunque, la Historia, les permite acceder a innumerables ejemplos de países donde la abolición del capitalismo y de la institucionalidad democrática llevó a sus líderes a crueldades que terminaron con la vida de miles de personas. Sumieron en la pobreza a poblaciones enteras salvo a los miembros del partido único, militarizaron a los sindicatos, convirtiendo a los obreros en maniquíes que no podían disponer de su vida como quisieran.
Un ejemplo paradigmático, que se resisten a comprender, es el del terrorismo, integrado por jóvenes idealistas que murieron y mueren por esas ideas aterrando al mundo con sus atroces atentados. Si se hubieran impuesto las ideas de los terroristas argentinos nos hubiéramos parecido a Cuba, país donde se entrenaban para perpetrar atentados y tomar el poder.
No reconocen que si la acumulación de capital no la consiguen los empresarios privados con su esfuerzo, es el Estado el que se encarga de ello.. Éste se vuelve cada vez mas voraz y, finalmente, debilita a la sociedad civil y se convierte en el único patrón, el que reparte la riqueza, aumentando, de este modo, la injusticia social y la corrupción.
Contrariamente a lo que aseguraba Marx, el sistema capitalista no depende de quitarles el capital a los ricos para dárselo a unos pocos amigos como lo hacen en la actualidad los regimenes comunistas o populistas, sino en crear riqueza donde no la hay.
Atacan a EEUU, representante del progreso occidental y, utópicamente, creen en idealizadas sociedades primitivas o en un paraíso socialista. Se ponen anteojeras para no ver el fracaso de esas ideas en el mundo entero. Les bastaría analizar la diferencia de riqueza entre los países capitalistas y los que lo rechazan.
Estados Unidos, Canadá, Australia, los países occidentales europeos, no les dicen nada, no los comparan con Cuba, Afganistán, Corea del Norte donde no permiten funcionar a los mercados, y el sistema de racionamiento suele ser permanente. La destrucción del capital y el estancamiento, es lógica consecuencia de un sistema que rechaza los libres intercambios humanos.
China nos da más información: Si bien este país acepta la economía de mercado no podemos decir que es un país capitalista. Para que lo sea deberá germinar un poder limitado, respeto por los derechos civiles, justicia independiente, pluralismo político y libertad de expresión sin los cuales en ningún país el sistema capitalista puede arraigarse.
Sin embargo, el reconocimiento de la propiedad privada y la creación de bancos y otras instituciones que promueve la economía de mercado, sumados a la confianza que debe sostener con el resto del mundo para poder seguir creciendo económicamente es probable que obligue a China a, no solamente abrir su economía, sino a romper las bases del socialismo. De esa manera podrá dirigirse hacia una democratización paulatina. Podría ser posible si se fortalece la sociedad civil y presiona por el cambio.
El capitalismo, contrariamente a lo que generalmente se cree, esta ligado a la ética que sostiene una base de paz, de reciprocidad y de respeto de los acuerdos y de los derechos civiles por parte del gobierno, la justicia, y las personas.
Los argentinos merecemos un milagro: volver a los valores que propician el sistema capitalista para que podamos salir del círculo vicioso en que nos entierra el intento de planificación central del gobierno actual.
El respeto por la propiedad privada es fundamental para que un país progrese en todo sentido. Y la más importante es la persona. Tanto el ciudadano común como el empresario debieran ser libres para decidir su propio destino. No se necesita que el gobierno decida por ellos, el hombre libre es mucho más creativo y eficaz que los burócratas estatales.
Ningún sistema económico es perfecto, además en las sociedades capitalistas, o en vía de serlo, sus estructuras son naturalmente asincrónicas por lo cual el desarrollo de unas es mayor que el de otras. Puede ser, por ejemplo, mas moderna la estructura económica que la política como sucede en China en la actualidad, incluso en algunos países europeos. Esto produce conflictos difíciles de solucionar o morigerar, pero, la comparación más burda nos permite asegurar que el sistema capitalista es el que permite mucha mejor producción, productividad y calidad de vida.
Y para “los jóvenes imberbes”, como los llamó Perón, que creen, aún, en las ideas marxistas y pretenden que los obreros son explotados en un régimen capitalista, vaya la retractación de Engels en la reedición de su libro “La situación de las clases obreras en Inglaterra”. Refiriéndose a lo que ocurría en ese país en 1892 escribió: “El estado de cosas descripto en éste libro pertenece hoy al pasado por lo menos en lo que respecta a Inglaterra”. ¿Que diría hoy, también Marx, si vieran el progreso material y espiritual de los países donde brilla un sistema capitalista y democrático donde el gobierno es limitado y respeta los derechos individuales?
Elena Valero Narváez. (Autora de “El Crepúsculo Argentino”. Ed. Lumiere,2006)
evaleronarvaez@hotmail.com
Cuando después de un larguísimo proceso histórico, la propiedad se consolidó, dejó de depender de la fuerza de los que dominaban o detentaban el poder.
Cuando ocurrió la Revolución de Mayo, las colonias de España eran aún tierras realengas, la propiedad dependía del capricho de reyes, gobernantes y señores protegidos por el Estado.
Las instituciones democráticas patrimonio del occidente europeo y EEUU permitieron que no fuera necesaria la fuerza como fundamento de la propiedad.
Recién en el siglo XX se fue afianzando el modo capitalista de producción y acumulación -producto de ideas liberales que culminan con la Revolución Industrial- creando un mejoramiento económico, cultural y social jamás, ni siquiera soñado.
Pero junto a éste sistema, después de la Primera Guerra Mundial, las ideas nacionalistas se imponen con fuerza sobre todo en Alemania, Italia y Francia. El golpe bolchevique en 1917 reavivó las teorías marxistas y la crisis de 1929, en EEUU, hicieron triunfar las ideas socialistas, fascistas, y nacional socialistas, declinando el liberalismo y el sistema capitalista.
Sin embargo, el triunfo de los países aliados dividió al mundo y, la consolidación del sistema capitalista, basado en la defensa de los derechos individuales y de una institucionalidad democrática, mostró un fantástico crecimiento económico, en los países que lo adoptaron y en los que fueron obligados a adoptarlo como resultado de la rendición. Los países vencedores lo impusieron en Japón, Alemania e Italia devastados por la guerra.
La propiedad privada base fundamental del sistema capitalista fue rechazada o asediada por los regímenes estatistas e intervencionistas, partidarios de la planificación central, por lideres e intelectuales marxistas como Engels, Marx, Trotsky, Lenin, Guevara, Fidel y Raúl Castro. También, entre tantos otros, por gobiernos populistas y nacionalistas como fue el de Perón y lo son los actuales presidentes de Venezuela, Ecuador, Bolivia, Nicaragua y Argentina.
Pese al rotundo fracaso del socialismo en todas sus variantes, del nacional-socialismo y del fascismo, perduran estas ideas que desparraman intelectuales, jóvenes y obreros dirigidos por agitadores universitarios de clase media o sindicalistas que desprecian las ideas liberales desde un ámbito cómodo y moderno surgido justamente del sistema que combaten.
Adoptan las ideas socialistas como una religión, con fe, pero sin entenderlas. Los dominan las emociones, por ello se alejan de la realidad aunque, la Historia, les permite acceder a innumerables ejemplos de países donde la abolición del capitalismo y de la institucionalidad democrática llevó a sus líderes a crueldades que terminaron con la vida de miles de personas. Sumieron en la pobreza a poblaciones enteras salvo a los miembros del partido único, militarizaron a los sindicatos, convirtiendo a los obreros en maniquíes que no podían disponer de su vida como quisieran.
Un ejemplo paradigmático, que se resisten a comprender, es el del terrorismo, integrado por jóvenes idealistas que murieron y mueren por esas ideas aterrando al mundo con sus atroces atentados. Si se hubieran impuesto las ideas de los terroristas argentinos nos hubiéramos parecido a Cuba, país donde se entrenaban para perpetrar atentados y tomar el poder.
No reconocen que si la acumulación de capital no la consiguen los empresarios privados con su esfuerzo, es el Estado el que se encarga de ello.. Éste se vuelve cada vez mas voraz y, finalmente, debilita a la sociedad civil y se convierte en el único patrón, el que reparte la riqueza, aumentando, de este modo, la injusticia social y la corrupción.
Contrariamente a lo que aseguraba Marx, el sistema capitalista no depende de quitarles el capital a los ricos para dárselo a unos pocos amigos como lo hacen en la actualidad los regimenes comunistas o populistas, sino en crear riqueza donde no la hay.
Atacan a EEUU, representante del progreso occidental y, utópicamente, creen en idealizadas sociedades primitivas o en un paraíso socialista. Se ponen anteojeras para no ver el fracaso de esas ideas en el mundo entero. Les bastaría analizar la diferencia de riqueza entre los países capitalistas y los que lo rechazan.
Estados Unidos, Canadá, Australia, los países occidentales europeos, no les dicen nada, no los comparan con Cuba, Afganistán, Corea del Norte donde no permiten funcionar a los mercados, y el sistema de racionamiento suele ser permanente. La destrucción del capital y el estancamiento, es lógica consecuencia de un sistema que rechaza los libres intercambios humanos.
China nos da más información: Si bien este país acepta la economía de mercado no podemos decir que es un país capitalista. Para que lo sea deberá germinar un poder limitado, respeto por los derechos civiles, justicia independiente, pluralismo político y libertad de expresión sin los cuales en ningún país el sistema capitalista puede arraigarse.
Sin embargo, el reconocimiento de la propiedad privada y la creación de bancos y otras instituciones que promueve la economía de mercado, sumados a la confianza que debe sostener con el resto del mundo para poder seguir creciendo económicamente es probable que obligue a China a, no solamente abrir su economía, sino a romper las bases del socialismo. De esa manera podrá dirigirse hacia una democratización paulatina. Podría ser posible si se fortalece la sociedad civil y presiona por el cambio.
El capitalismo, contrariamente a lo que generalmente se cree, esta ligado a la ética que sostiene una base de paz, de reciprocidad y de respeto de los acuerdos y de los derechos civiles por parte del gobierno, la justicia, y las personas.
Los argentinos merecemos un milagro: volver a los valores que propician el sistema capitalista para que podamos salir del círculo vicioso en que nos entierra el intento de planificación central del gobierno actual.
El respeto por la propiedad privada es fundamental para que un país progrese en todo sentido. Y la más importante es la persona. Tanto el ciudadano común como el empresario debieran ser libres para decidir su propio destino. No se necesita que el gobierno decida por ellos, el hombre libre es mucho más creativo y eficaz que los burócratas estatales.
Ningún sistema económico es perfecto, además en las sociedades capitalistas, o en vía de serlo, sus estructuras son naturalmente asincrónicas por lo cual el desarrollo de unas es mayor que el de otras. Puede ser, por ejemplo, mas moderna la estructura económica que la política como sucede en China en la actualidad, incluso en algunos países europeos. Esto produce conflictos difíciles de solucionar o morigerar, pero, la comparación más burda nos permite asegurar que el sistema capitalista es el que permite mucha mejor producción, productividad y calidad de vida.
Y para “los jóvenes imberbes”, como los llamó Perón, que creen, aún, en las ideas marxistas y pretenden que los obreros son explotados en un régimen capitalista, vaya la retractación de Engels en la reedición de su libro “La situación de las clases obreras en Inglaterra”. Refiriéndose a lo que ocurría en ese país en 1892 escribió: “El estado de cosas descripto en éste libro pertenece hoy al pasado por lo menos en lo que respecta a Inglaterra”. ¿Que diría hoy, también Marx, si vieran el progreso material y espiritual de los países donde brilla un sistema capitalista y democrático donde el gobierno es limitado y respeta los derechos individuales?
Elena Valero Narváez. (Autora de “El Crepúsculo Argentino”. Ed. Lumiere,2006)
evaleronarvaez@hotmail.com
Otra Historia
Cierto resquemor inspiró a los historiadores el decreto presidencial que creó el Instituto Nacional de Revisionismo Histórico Argentino e Iberoaméricano, Manuel Dorrego. Desde allí, se difundirá en escuelas, privadas y públicas una historia que deja de lado las figuras que representaron el ideario liberal de la Constitución de 1853.
Desde hace un tiempo se pretende opacar a figuras de inmensa relevancia que constituyeron el período conocido como la Organización Nacional -1853-1880- y el de los gobiernos conservadores-liberales (“la oligarquía”:1880-1916).
La constitución de 1853 de base liberal, la unificación del país lograda abatiendo definitivamente al caudillismo, terminar con la frontera indígena, la atracción de inmigrantes y capitales, el desarrollo del comercio y la educación fue fundamental en el camino de la formación de la Argentina moderna.
Desde el Instituto, se reivindicará a “todos aquellos que defendieron el ideario nacional y popular ante el embate liberal y extranjerizante”.
La ideología liberal influenció no solo a los revolucionarios de Mayo, también a los unitarios y federales. El único federalismo que existía, era el norteamericano. Dorrego había vivido en Estados Unidos y era admirador, como Sarmiento, del sistema político de ese país. Llamó a EEUU “país clásico de la libertad” y expresó que:”la Constitución debe ser ventajosa no solo para los ciudadanos que encuentran su subsistencia y conservación dentro del país, sino también para los que la busquen fuera de él, en cualquier parte que sea”
Con el decreto se trata de imponer ideas que opacan la luz de la tolerancia y el espíritu abierto que caracteriza a la democracia y, sobre todo, dejar de lado la objetividad científica que desistirá de respirar si prospera un autoritarismo hegemónico.
La Historia es una ciencia que intenta describir y explicar los hechos irrepetibles del pasado mediante información lo más completa posible. Como las teorías de otras ciencias son también provisorias, pueden ser analizadas, revisadas o reemplazadas si no se adecuan a la realidad o se hacen incompatibles con ella por el descubrimiento de nuevos hechos.
Como bien señala Karl Popper, las técnicas y métodos (documentos, biografías, entrevistas, encuestas, lenguaje común, etc) compartidos por la comunidad de historiadores permiten un control recíproco de la contrastación, la discusión, y el análisis de los datos.
El historiador va, como todos los científicos, detrás de la verdad que, contrariamente a lo que trasunta el decreto, no es relativa, aunque la mayoría de las veces no sepamos si la hallamos.
El empleo de medios políticos para imponer ideas que ayuden a instaurar una historia a medida de los gobernantes y una doctrina oficial va en contra de la libertad de la crítica, la libertad de pensamiento y acaba por disminuir la libertad de los ciudadanos.
Los artículos del decreto muestran, además, un intento de intervención del gobierno por dominar la cultura, interviniendo en la música, el arte en general.
En los últimos años han aparecido pseudo-historiadores que pertenecen al club de intelectuales que antes de ver si las explicaciones históricas coinciden con los hechos se preocupan por quién es el que las sostiene y si coincide o no con las hipótesis que ellos apoyan. Por ello descalifican a serios historiadores, por ejemplo, por no haber tenido en cuenta al pueblo, al que endiosan.
Descalifican llamando reaccionarios, oligarcas, demoliberales, enemigos del pueblo, retrogrados y con otros epítetos, a quienes no hacen Historia a la medida de sus intereses. Solo consideran a su ideología como correcta. La usan como instrumento político de dominación ideológica, sin que importe su contenido de verdad. La objetividad, para ellos, está siempre ligada a sus ideas políticas.
Lamentablemente, años de socialización nacionalista, han influenciado el discurso ideologista no solo de un grupo ligado a los requerimientos del poder -mal llamado historiadores- sino también a periodistas, políticos, maestros y a mucha otra gente.
En el decreto, entre los que se quiere revalorizar como preocupado por el pueblo, se encuentra Facundo Quiroga. Sin embargo,el liderazgo de los caudillos fue oligárquicos. Muchos fueron grandes propietarios rurales y como señala Halperín Donghi,a pesar de su base popular, no mostraron capacidad operativa para crear ni para distribuir riqueza pero sí para la expoliación de un sector de la clase dominante, el que se oponía al caudillo. No concedían gratificaciones populistas tangibles a las masas, como lo hizo Perón.
Además, los caudillos temían un acuerdo general y de autoridades nacionales que pudieran afectar el poder que tenían en sus regiones. Rosas estaba tan ligado a los intereses “porteños”, en los hechos, como los unitarios de Buenos Aires, sin embargo, continúa una visión distorsionada de los caudillos: se los define como gauchos que luchaban por los derechos populares y que defendieron los intereses regionales en contra del centralismo porteño. La Historia no es tan simple. Un ejemplo: El Chacho Peñaloza cuando se independiza de Quiroga actuó primero como antirosista y luego como antimitrista.
Los sectores populares operaron de meros apoyos a las decisiones esenciales, en las que no tuvieron ninguna participación y sobre las cuales no pudieron ejercer ningún control. Su participación siempre fue en el marco de un dominio incuestionable del caudillo a quien respaldaron en la defensa de la autonomía económica de las provincias que dominaban.
No hay cabida, entre estos intelectuales, para una refutación racional como siempre sucede con la Historia ligada a intereses políticos.
Elena Valero Narváez. (Autora de “El Crepúsculo Argentino” Lumiere.2006)
evaleronarvaez@hotmal.com
Desde hace un tiempo se pretende opacar a figuras de inmensa relevancia que constituyeron el período conocido como la Organización Nacional -1853-1880- y el de los gobiernos conservadores-liberales (“la oligarquía”:1880-1916).
La constitución de 1853 de base liberal, la unificación del país lograda abatiendo definitivamente al caudillismo, terminar con la frontera indígena, la atracción de inmigrantes y capitales, el desarrollo del comercio y la educación fue fundamental en el camino de la formación de la Argentina moderna.
Desde el Instituto, se reivindicará a “todos aquellos que defendieron el ideario nacional y popular ante el embate liberal y extranjerizante”.
La ideología liberal influenció no solo a los revolucionarios de Mayo, también a los unitarios y federales. El único federalismo que existía, era el norteamericano. Dorrego había vivido en Estados Unidos y era admirador, como Sarmiento, del sistema político de ese país. Llamó a EEUU “país clásico de la libertad” y expresó que:”la Constitución debe ser ventajosa no solo para los ciudadanos que encuentran su subsistencia y conservación dentro del país, sino también para los que la busquen fuera de él, en cualquier parte que sea”
Con el decreto se trata de imponer ideas que opacan la luz de la tolerancia y el espíritu abierto que caracteriza a la democracia y, sobre todo, dejar de lado la objetividad científica que desistirá de respirar si prospera un autoritarismo hegemónico.
La Historia es una ciencia que intenta describir y explicar los hechos irrepetibles del pasado mediante información lo más completa posible. Como las teorías de otras ciencias son también provisorias, pueden ser analizadas, revisadas o reemplazadas si no se adecuan a la realidad o se hacen incompatibles con ella por el descubrimiento de nuevos hechos.
Como bien señala Karl Popper, las técnicas y métodos (documentos, biografías, entrevistas, encuestas, lenguaje común, etc) compartidos por la comunidad de historiadores permiten un control recíproco de la contrastación, la discusión, y el análisis de los datos.
El historiador va, como todos los científicos, detrás de la verdad que, contrariamente a lo que trasunta el decreto, no es relativa, aunque la mayoría de las veces no sepamos si la hallamos.
El empleo de medios políticos para imponer ideas que ayuden a instaurar una historia a medida de los gobernantes y una doctrina oficial va en contra de la libertad de la crítica, la libertad de pensamiento y acaba por disminuir la libertad de los ciudadanos.
Los artículos del decreto muestran, además, un intento de intervención del gobierno por dominar la cultura, interviniendo en la música, el arte en general.
En los últimos años han aparecido pseudo-historiadores que pertenecen al club de intelectuales que antes de ver si las explicaciones históricas coinciden con los hechos se preocupan por quién es el que las sostiene y si coincide o no con las hipótesis que ellos apoyan. Por ello descalifican a serios historiadores, por ejemplo, por no haber tenido en cuenta al pueblo, al que endiosan.
Descalifican llamando reaccionarios, oligarcas, demoliberales, enemigos del pueblo, retrogrados y con otros epítetos, a quienes no hacen Historia a la medida de sus intereses. Solo consideran a su ideología como correcta. La usan como instrumento político de dominación ideológica, sin que importe su contenido de verdad. La objetividad, para ellos, está siempre ligada a sus ideas políticas.
Lamentablemente, años de socialización nacionalista, han influenciado el discurso ideologista no solo de un grupo ligado a los requerimientos del poder -mal llamado historiadores- sino también a periodistas, políticos, maestros y a mucha otra gente.
En el decreto, entre los que se quiere revalorizar como preocupado por el pueblo, se encuentra Facundo Quiroga. Sin embargo,el liderazgo de los caudillos fue oligárquicos. Muchos fueron grandes propietarios rurales y como señala Halperín Donghi,a pesar de su base popular, no mostraron capacidad operativa para crear ni para distribuir riqueza pero sí para la expoliación de un sector de la clase dominante, el que se oponía al caudillo. No concedían gratificaciones populistas tangibles a las masas, como lo hizo Perón.
Además, los caudillos temían un acuerdo general y de autoridades nacionales que pudieran afectar el poder que tenían en sus regiones. Rosas estaba tan ligado a los intereses “porteños”, en los hechos, como los unitarios de Buenos Aires, sin embargo, continúa una visión distorsionada de los caudillos: se los define como gauchos que luchaban por los derechos populares y que defendieron los intereses regionales en contra del centralismo porteño. La Historia no es tan simple. Un ejemplo: El Chacho Peñaloza cuando se independiza de Quiroga actuó primero como antirosista y luego como antimitrista.
Los sectores populares operaron de meros apoyos a las decisiones esenciales, en las que no tuvieron ninguna participación y sobre las cuales no pudieron ejercer ningún control. Su participación siempre fue en el marco de un dominio incuestionable del caudillo a quien respaldaron en la defensa de la autonomía económica de las provincias que dominaban.
No hay cabida, entre estos intelectuales, para una refutación racional como siempre sucede con la Historia ligada a intereses políticos.
Elena Valero Narváez. (Autora de “El Crepúsculo Argentino” Lumiere.2006)
evaleronarvaez@hotmal.com
Otra Historia
Cierto resquemor inspiró a los historiadores el decreto presidencial que creó el Instituto Nacional de Revisionismo Histórico Argentino e Iberoaméricano, Manuel Dorrego. Desde allí, se difundirá en escuelas, privadas y públicas una historia que deja de lado las figuras que representaron el ideario liberal de la Constitución de 1853.
Desde hace un tiempo se pretende opacar a figuras de inmensa relevancia que constituyeron el período conocido como la Organización Nacional -1853-1880- y el de los gobiernos conservadores-liberales (“la oligarquía”:1880-1916).
La constitución de 1853 de base liberal, la unificación del país lograda abatiendo definitivamente al caudillismo, terminar con la frontera indígena, la atracción de inmigrantes y capitales, el desarrollo del comercio y la educación fue fundamental en el camino de la formación de la Argentina moderna.
Desde el Instituto, se reivindicará a “todos aquellos que defendieron el ideario nacional y popular ante el embate liberal y extranjerizante”.
La ideología liberal influenció no solo a los revolucionarios de Mayo, también a los unitarios y federales. El único federalismo que existía, era el norteamericano. Dorrego había vivido en Estados Unidos y era admirador, como Sarmiento, del sistema político de ese país. Llamó a EEUU “país clásico de la libertad” y expresó que:”la Constitución debe ser ventajosa no solo para los ciudadanos que encuentran su subsistencia y conservación dentro del país, sino también para los que la busquen fuera de él, en cualquier parte que sea”
Con el decreto se trata de imponer ideas que opacan la luz de la tolerancia y el espíritu abierto que caracteriza a la democracia y, sobre todo, dejar de lado la objetividad científica que desistirá de respirar si prospera un autoritarismo hegemónico.
La Historia es una ciencia que intenta describir y explicar los hechos irrepetibles del pasado mediante información lo más completa posible. Como las teorías de otras ciencias son también provisorias, pueden ser analizadas, revisadas o reemplazadas si no se adecuan a la realidad o se hacen incompatibles con ella por el descubrimiento de nuevos hechos.
Como bien señala Karl Popper, las técnicas y métodos (documentos, biografías, entrevistas, encuestas, lenguaje común, etc) compartidos por la comunidad de historiadores permiten un control recíproco de la contrastación, la discusión, y el análisis de los datos.
El historiador va, como todos los científicos, detrás de la verdad que, contrariamente a lo que trasunta el decreto, no es relativa, aunque la mayoría de las veces no sepamos si la hallamos.
El empleo de medios políticos para imponer ideas que ayuden a instaurar una historia a medida de los gobernantes y una doctrina oficial va en contra de la libertad de la crítica, la libertad de pensamiento y acaba por disminuir la libertad de los ciudadanos.
Los artículos del decreto muestran, además, un intento de intervención del gobierno por dominar la cultura, interviniendo en la música, el arte en general.
En los últimos años han aparecido pseudo-historiadores que pertenecen al club de intelectuales que antes de ver si las explicaciones históricas coinciden con los hechos se preocupan por quién es el que las sostiene y si coincide o no con las hipótesis que ellos apoyan. Por ello descalifican a serios historiadores, por ejemplo, por no haber tenido en cuenta al pueblo, al que endiosan.
Descalifican llamando reaccionarios, oligarcas, demoliberales, enemigos del pueblo, retrogrados y con otros epítetos, a quienes no hacen Historia a la medida de sus intereses. Solo consideran a su ideología como correcta. La usan como instrumento político de dominación ideológica, sin que importe su contenido de verdad. La objetividad, para ellos, está siempre ligada a sus ideas políticas.
Lamentablemente, años de socialización nacionalista, han influenciado el discurso ideologista no solo de un grupo ligado a los requerimientos del poder -mal llamado historiadores- sino también a periodistas, políticos, maestros y a mucha otra gente.
En el decreto, entre los que se quiere revalorizar como preocupado por el pueblo, se encuentra Facundo Quiroga. Sin embargo,el liderazgo de los caudillos fue oligárquicos. Muchos fueron grandes propietarios rurales y como señala Halperín Donghi,a pesar de su base popular, no mostraron capacidad operativa para crear ni para distribuir riqueza pero sí para la expoliación de un sector de la clase dominante, el que se oponía al caudillo. No concedían gratificaciones populistas tangibles a las masas, como lo hizo Perón.
Además, los caudillos temían un acuerdo general y de autoridades nacionales que pudieran afectar el poder que tenían en sus regiones. Rosas estaba tan ligado a los intereses “porteños”, en los hechos, como los unitarios de Buenos Aires, sin embargo, continúa una visión distorsionada de los caudillos: se los define como gauchos que luchaban por los derechos populares y que defendieron los intereses regionales en contra del centralismo porteño. La Historia no es tan simple. Un ejemplo: El Chacho Peñaloza cuando se independiza de Quiroga actuó primero como antirosista y luego como antimitrista.
Los sectores populares operaron de meros apoyos a las decisiones esenciales, en las que no tuvieron ninguna participación y sobre las cuales no pudieron ejercer ningún control. Su participación siempre fue en el marco de un dominio incuestionable del caudillo a quien respaldaron en la defensa de la autonomía económica de las provincias que dominaban.
No hay cabida, entre estos intelectuales, para una refutación racional como siempre sucede con la Historia ligada a intereses políticos.
Elena Valero Narváez. (Autora de “El Crepúsculo Argentino” Lumiere.2006)
evaleronarvaez@hotmal.com
Desde hace un tiempo se pretende opacar a figuras de inmensa relevancia que constituyeron el período conocido como la Organización Nacional -1853-1880- y el de los gobiernos conservadores-liberales (“la oligarquía”:1880-1916).
La constitución de 1853 de base liberal, la unificación del país lograda abatiendo definitivamente al caudillismo, terminar con la frontera indígena, la atracción de inmigrantes y capitales, el desarrollo del comercio y la educación fue fundamental en el camino de la formación de la Argentina moderna.
Desde el Instituto, se reivindicará a “todos aquellos que defendieron el ideario nacional y popular ante el embate liberal y extranjerizante”.
La ideología liberal influenció no solo a los revolucionarios de Mayo, también a los unitarios y federales. El único federalismo que existía, era el norteamericano. Dorrego había vivido en Estados Unidos y era admirador, como Sarmiento, del sistema político de ese país. Llamó a EEUU “país clásico de la libertad” y expresó que:”la Constitución debe ser ventajosa no solo para los ciudadanos que encuentran su subsistencia y conservación dentro del país, sino también para los que la busquen fuera de él, en cualquier parte que sea”
Con el decreto se trata de imponer ideas que opacan la luz de la tolerancia y el espíritu abierto que caracteriza a la democracia y, sobre todo, dejar de lado la objetividad científica que desistirá de respirar si prospera un autoritarismo hegemónico.
La Historia es una ciencia que intenta describir y explicar los hechos irrepetibles del pasado mediante información lo más completa posible. Como las teorías de otras ciencias son también provisorias, pueden ser analizadas, revisadas o reemplazadas si no se adecuan a la realidad o se hacen incompatibles con ella por el descubrimiento de nuevos hechos.
Como bien señala Karl Popper, las técnicas y métodos (documentos, biografías, entrevistas, encuestas, lenguaje común, etc) compartidos por la comunidad de historiadores permiten un control recíproco de la contrastación, la discusión, y el análisis de los datos.
El historiador va, como todos los científicos, detrás de la verdad que, contrariamente a lo que trasunta el decreto, no es relativa, aunque la mayoría de las veces no sepamos si la hallamos.
El empleo de medios políticos para imponer ideas que ayuden a instaurar una historia a medida de los gobernantes y una doctrina oficial va en contra de la libertad de la crítica, la libertad de pensamiento y acaba por disminuir la libertad de los ciudadanos.
Los artículos del decreto muestran, además, un intento de intervención del gobierno por dominar la cultura, interviniendo en la música, el arte en general.
En los últimos años han aparecido pseudo-historiadores que pertenecen al club de intelectuales que antes de ver si las explicaciones históricas coinciden con los hechos se preocupan por quién es el que las sostiene y si coincide o no con las hipótesis que ellos apoyan. Por ello descalifican a serios historiadores, por ejemplo, por no haber tenido en cuenta al pueblo, al que endiosan.
Descalifican llamando reaccionarios, oligarcas, demoliberales, enemigos del pueblo, retrogrados y con otros epítetos, a quienes no hacen Historia a la medida de sus intereses. Solo consideran a su ideología como correcta. La usan como instrumento político de dominación ideológica, sin que importe su contenido de verdad. La objetividad, para ellos, está siempre ligada a sus ideas políticas.
Lamentablemente, años de socialización nacionalista, han influenciado el discurso ideologista no solo de un grupo ligado a los requerimientos del poder -mal llamado historiadores- sino también a periodistas, políticos, maestros y a mucha otra gente.
En el decreto, entre los que se quiere revalorizar como preocupado por el pueblo, se encuentra Facundo Quiroga. Sin embargo,el liderazgo de los caudillos fue oligárquicos. Muchos fueron grandes propietarios rurales y como señala Halperín Donghi,a pesar de su base popular, no mostraron capacidad operativa para crear ni para distribuir riqueza pero sí para la expoliación de un sector de la clase dominante, el que se oponía al caudillo. No concedían gratificaciones populistas tangibles a las masas, como lo hizo Perón.
Además, los caudillos temían un acuerdo general y de autoridades nacionales que pudieran afectar el poder que tenían en sus regiones. Rosas estaba tan ligado a los intereses “porteños”, en los hechos, como los unitarios de Buenos Aires, sin embargo, continúa una visión distorsionada de los caudillos: se los define como gauchos que luchaban por los derechos populares y que defendieron los intereses regionales en contra del centralismo porteño. La Historia no es tan simple. Un ejemplo: El Chacho Peñaloza cuando se independiza de Quiroga actuó primero como antirosista y luego como antimitrista.
Los sectores populares operaron de meros apoyos a las decisiones esenciales, en las que no tuvieron ninguna participación y sobre las cuales no pudieron ejercer ningún control. Su participación siempre fue en el marco de un dominio incuestionable del caudillo a quien respaldaron en la defensa de la autonomía económica de las provincias que dominaban.
No hay cabida, entre estos intelectuales, para una refutación racional como siempre sucede con la Historia ligada a intereses políticos.
Elena Valero Narváez. (Autora de “El Crepúsculo Argentino” Lumiere.2006)
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