Alsogaray nos hace mucha falta…

Enrique Arenz escribió la siguiente nota recordando al Ing. Álvaro C. Alsogaray a cinco años de su fallecimiento.


En 1960 yo era un joven antiperonista sin ideas claras y con algunas ambiguas simpatías por el radicalismo y el socialismo democrático. Sentía un rechazo irracional por el presidente Frondizi y odiaba a su ministro de economía. Un día, estando con unos amigos en una confitería, veo en la pantalla del televisor la figura inconfundible de este controvertido personaje. Iba a darle la espalda, como siempre, pero algo sucedió, tal vez alguna palabra que atrajo mi atención.
Me puse a escucharlo y me fui sintiendo extrañamente fascinado y envuelto en conceptos jamás escuchados antes. Alsogaray estaba explicando cómo funciona un mercado libre, novedades sorprendentes para mí. Me hice liberal a partir de aquella tarde.

Con el tiempo lo conocí y fuimos correligionarios y amigos. En abril de 2000, cuando él ya tenía más de ochenta años y su salud comprometida, se tomó la molestia de ir hasta la Feria Internacional del Libro para saludarme, enterado de que yo firmaba ejemplares de uno de mis libros. Fue para mí un momento mágico: ahí estaba el hombre que había iluminado mi ignorancia desde una casual aparición televisiva; ahora, cuarenta años más tarde, me honraba con su presencia en la Feria del Libro. ¿Cómo no me voy a sentir orgulloso de su amistad? ¿Cómo no lo voy a defender de quienes hoy todavía lo atacan?

El 1 de abril se cumplen cinco años de su fallecimiento. Tenía 91 años y una admirable lucidez intelectual. Fue sin duda uno de los protagonistas de la política nacional de los últimos cincuenta años. Fundador de numerosas y exitosas empresas comerciales, fue ministro durante el gobierno de la Revolución Libertadora, ministro de Economía de los presidentes Arturo Frondizi y José María Guido, embajador argentino en los Estados Unidos durante el gobierno militar de Juan Carlos Onganía, asesor del presidente Carlos Menem, fundador de tres partidos políticos, diputado nacional durante cuatro períodos consecutivos y, en dos ocasiones candidato a presidente de la República. Fue en sus comienzos una voz solitaria en la difusión de las ideas liberales, pero logró (aunque parcial y muy acotadamente) llevar sus ideas a la práctica, primero, con el presidente Frondizi, y luego, mediante las privatizaciones y desregulaciones que aconsejó al presidente Menem a partir de 1989.

Era un político con una personalidad avasallante. No era difícil llevarse mal con él. Los periodistas con tendencias progresistas se complacían en cargar las tintas con hechos anecdóticos, entre ellas la emisión de los famosos bonos “9 de Julio”. También se le enrostraron sus participaciones en gobiernos militares, pero pocos recuerdan dos de sus actitudes políticas fundamentales:

1) Fue uno de los pocos políticos que expresó públicamente su oposición al golpe militar de 1976;
2) Fue el único político que condenó, por aventurera e irresponsable, la Guerra de las Malvinas en pleno desembarco en las islas, lo cual le valió un juicio por traición a la patria.

Pero hay una tercera circunstancia reveladora de su independencia y de sus profundas convicciones liberales que muy pocos argentinos conocen: siendo embajador del general Onganía en los Estados Unidos, promovió, gestionó e hizo representar en Nueva York la ópera “Bomarzo”, de Manuel Mujica Lainez y Alberto Ginastera, obra que su jefe, el general Onganía, había censurado y prohibido en el teatro Colón de la Argentina.

Como candidato a presidente por la UceDé, llegó a obtener dos millones de votos, y como diputado nacional presidió un bloque que en su mejor momento reunió a once diputados liberales, muchos de los cuales, como Federico Clérici, Armando Ribas, Francisco Durañona y Vedia y Héctor Siracusano, entre otros, sobresalieron entre la mediocridad populista de entonces, con brillantes actuaciones parlamentarias.

Los que conocimos personalmente a Alsogaray y tuvimos el honor de ser condecorados con su amistad, sabemos hasta qué punto amaba la libertad humana y de qué manera inclaudicable se entregaba diariamente a su pasión por persuadir a la gente, a los militares y a los gobiernos civiles de que la libertad económica era la condición de la prosperidad.

Recuerdo que hace más de treinta años los pocos liberales de entonces nos sentíamos muy solos y angustiados por el destino incierto de nuestro país. Pero leíamos los artículos de Alsogaray en el diario La Prensa y recuperábamos el entusiasmo decaído. Para nosotros Alsogaray era como el faro que nos conducía en la oscuridad y nos sacaba del desaliento.

No ha llegado todavía el momento, pero el país (y también muchos liberales, que no lo quieren) le van a reconocer a Alvaro Alsogaray el enorme servicio intelectual que nos hizo a todos en su dilatada trayectoria pública. Se puede decir que gracias a él la Argentina recuperó el espíritu de Mayo y las ideas de Alberdi, eclipsadas durante tantos años por el autoritarismo, la demagogia y los mitos de las economías dirigidas.

La clase política le debe un desagravio. Cuando falleció, después de haber cumplido durante dieciséis años consecutivos una fecunda labor legislativa, la Cámara de Diputados le negó el discurso de despedida que se merecía. El 3 de abril de 2005 el partido ARI, y los bloques de izquierda se opusieron a que se pronunciaran discursos. El homenaje se limitó a entonces a un minuto de silencio. Pero no sólo eso: fue tan miserable la actitud de esos partidos que sus legisladores hasta se retiraron del recinto para no participar del minuto de silencio.

Muchos liberales tuvimos diferencias doctrinarias con él. Su modelo era la Economía Social de Mercado de Ludwig Erhard y Luigi Einaudi (entre otros) que propone las famosas “intervenciones conformes al mercado”, conceptos que provocaban y provocarán entre nosotros eternas discusiones y polémicas. Pero más allá de esas disidencias lo admirábamos por la habilidad con que llegaba a la gente común para persuadirla de los beneficios de la libertad económica. Nadie, absolutamente nadie hasta hoy, ha enseñado los principios de la libertad con tanta solvencia, pasión y perseverancia. Ningún otro liberal fue jamás escuchado como él. Nadie consiguió despertar el interés y admiración de las personas sencillas, las que votan y no entienden nada de economía, como logró hacerlo Alsogaray desde la televisión y los actos públicos multitudinarios.

Fue muy discutido y combatido dentro de la UCeDé aún por personas que alcanzaron gracias a él altos cargos y la notoriedad pública, pero ninguno de ellos, absolutamente ninguno, ha podido tomar su lugar, reemplazarlo en la imprescindible tarea de enseñarle y recordarle a la gente, entre otras cosas, cuáles son las causas de la inflación y cuáles las ventajas de la economía libre. Han pasado cinco años desde su desaparición. Hasta ahora nadie ha llenado ese vacío.

Lo único que sabemos, hoy por hoy, es que Alsogaray nos hace mucha falta.

Enrique Arenz