Cristina tiene la palabra….

La unión Industrial Argentina advirtió el ahogo que esta provocando sobre la economía la intervención del gobierno.
Recién ahora los empresarios se dan cuenta que la acción de poner trabas al comercio y a la producción perjudica, a la larga, a todos.
Están divididos entre los que hacen negocios con el gobierno y los que deben competir en el mercado mundial sin la ayuda estatal.
La mayoría de los argentinos desprecian al sistema capitalista porque lo confunden con los capitalistas. No son la misma cosa.
Existen empresarios capitalistas a quienes no les gusta la competencia y aceptan complacido ligarse a los gobiernos de turno para evitarla y realizar negocios que los favorezcan sin demasiado esfuerzo.
En cambio, el sistema capitalista es un sistema: se basa en la propiedad privada y en su institucionalidad jurídica. La naturaleza de los mercados a los que se dirige la fuerza productiva son especialmente los estratos medios y bajos de la sociedad. Ello implica la multiplicación de poderes autónomos, no estatales, y el extenso aumento de los intercambios. Las variadas interacciones aportan creatividad, innovación y la necesaria acumulación y concentración de capital que hacen posible una sociedad civil fuerte y moderna como la que se observa en los países desarrollados.
Argentina en sus comienzos como nación creció sobre una base de principios liberales enmarcados en la Constitución que promueven la acción electiva. Fue por ello que una vez que se obtuvo la paz y el orden, producto de la pacificación del interior, tras la derrota de los caudillos, Argentina vivió un largo período de paz donde la sociedad civil se fue fortificando y conectando con el mundo.
Las puertas abiertas al comercio internacional permitieron un crecimiento acelerado que nos colocó en términos de desarrollo –en la primera década del siglo XX- entre los principales países del mundo.
La lucha por el libre comercio no fue fácil en una Argentina fragmentada donde, desde la quiebra del poder virreinal, fracasaban los intentos por crear un poder central común.
La lucha entre Buenos Aires y el interior por el reparto de las rentas de Aduana y la libre navegación de los ríos y de los caudillos entre sí, por mantener o aumentar la hegemonía en las zonas que dominaban, abarcó buena parte de la Historia Argentina. Duró prácticamente hasta la consolidación del poder central en Buenos Aires.
Desde la presidencia de Mitre nuestro país fue alzando la cabeza y aún en 1940 era un país próspero. Sin embargo, cuando los argentinos recuerdan ese periodo aseguran que éramos explotados por Gran Bretaña. Es erróneo por donde se lo mire. Crecimos ligados a ése país. Si no hubiéramos tenido la relación comercial con GB, la ganadería hubiera desaparecido de la Argentina. Necesitábamos que compraran nuestra producción al punto que se firmó el tratado Roca-Runciman (1933): Gran Bretaña, por la crisis que atravesaba, no podía abastecerse como antes y fue indispensable lograr que nos siguieran comprando.
En la actualidad también dependemos del mercado mundial. Si no se requiriesen nuestros productos agropecuarios le iría mal a todo el país, incluso al gobierno, que depende en gran medida de las retenciones.
Los empresarios argentinos, salvo el relacionado con el campo, la mayoría quiere hacer negocios con el Estado o vivir de él. Hoy, con varios años de intervención estatal, se dan cuenta del estrangulamiento de la sociedad civil y de las consecuencias desfavorables que ello acarrea.
Recién ahora reconocen que están a merced de un gobierno que interviene, peligrosamente, mediante los poderes especiales que se le han conferido y otras estratagemas, sobre la dinámica de los mercados, privilegiando a corporaciones y grupos de presión.
La política marcadamente nacionalista y proteccionista está aumentando cada vez más los poderes del estado. Lo paradójico es que tanto empresarios considerados capitalistas como el socialismo en general, han estado de acuerdo con las concepciones de los Kirchner. Es por eso que, aunque la sociedad pide planes de gobierno, casi toda la oposición - también comulga con esas ideas- no puede ofrecer más que el modelo de Cristina Kirchner, con algunas pequeñas diferencias.
Los argentinos, en general, somos imberbes, como dijo Perón refiriéndose a los guerrilleros. El mundo mejor que deseamos es el de la infancia: queremos volver a ser niños: vivir sin trabajar ni ganar el sustento, donde todo sea gratis y el estado decida y actúe por nosotros.
El gobierno de Cristina es un enorme útero acaparador que se está engullendo la riqueza que genera la sociedad civil. Reparte mal y esta afectando los derechos individuales aumentando la autoridad del estado. Las necesidades de las corporaciones, grupos de presión y también de capitalistas perezosos, siguen siendo satisfechas por el gobierno, mediante el manejo de privilegios espurios.
En la 16ª.conferencia industrial se ha pedido que el estado deje de cumplir un rol empresario y permita efectuar lo que hace mejor al sector privado.
Ningún sistema económico ha dado pruebas de prosperidad tan extraordinaria como el sistema capitalista y el nivel de pobreza, por el que dice preocuparse la presidente de los argentinos, no ha disminuido tanto como en los países donde éste sistema logro imponerse. Por supuesto que no brinda la felicidad. Ella es una construcción interna por lo tanto puede coexistir aún en la pobreza. Lo que sí sabemos es que tendremos mejor calidad de vida con mercados extensos, propiedad privada, gobiernos que respeten la libertad de los intercambios, la igualdad jurídica, y la paz.
Sin justicia independiente, pluralismo político y libertad de expresión, el sistema capitalista no podrá arraigarse y los argentinos seremos, irremediablemente, cada día más pobres.
Cristina tiene la palabra

Elena Valero Narváez. (Autora de “El Crepúsculo Argentino”Lumiere.2006)
evaleronarvaez@hotmail.com

El problema es cómo lograr la organización política interna.

Después de la muerte de Néstor Kirchner muchas cosas se han desdibujado hasta el punto de que no podemos ver claramente ni siquiera el futuro político próximo. De lo que estamos seguros es que ha quedado incólume la CGT, institución que continua siendo la fuerza política más importante.
Cristina, a pesar de tener muchos puntos débiles, continúa con el apoyo de Moyano y es previsible que lo siga obteniendo. Existen demasiados compromisos que los unen y, evidentemente, aunque se haya muerto su marido, quien podía contenerlo mejor, Cristina necesita imperiosamente el sostén de Moyano y sus bases, capaces de parar el país en cuestión de horas.
Este binomio se vuelve poderoso porque se le une la estructura general del Estado. Los sindicatos son mucho más fuertes que los partidos desde su creación. Mueven fortunas por lo que aumenta el vigor de ésta fuerza política de primera magnitud.
El problema principal de la Argentina es la organización política interna. Esto, como lo vemos, descarnadamente, tras la muerte de Kirchner, trae enormes tensiones. Cristina, sin él es más débil, y eso se nota: desde Seúl dio las órdenes pero hay divisiones y peleas dentro del oficialismo que hubieran sido contenidas por el ex presidente.
Además si bien los sindicatos son reconocidos, incluso por funcionarios del gobierno, como su principal apoyo, constituyen la parte mas podrida de nuestra sociedad: matones, mafiosos, fuerzas de choque se desempeñan a las ordenes del mejor postor.
Los líderes sindicales se han constituido en una especie de monarquía: muchos duran 30 años en sus puestos y las familias se perpetúan en el poder.
Lo cierto es, que la dependencia mutua entre el jefe de la CGT y el Gobierno, está haciendo perder a la Argentina la institucionalidad liberal que logró instaurar en 1983 cuando los argentinos dijeron basta a la violencia. Se va a continuar atacando a la judicatura, comprando jueces y legisladores, persiguiendo a los diarios opositores y adquiriendo canales de televisión. Basta escuchar el tratamiento que se le da a las noticias para saber que la mano invisible del gobierno anduvo haciendo de las suyas.
Por otro lado, la ciudad de Buenos Aires es atropellada todos los días por los sindicatos, el teatro Colón recién refaccionado está imposibilitado para funcionar también innumerables servicios como lo muestra Aerolíneas, dominada por más de 15 sindicatos. Los maestros han estado de vacaciones buena parte del año cortando calles y dando un ejemplo lamentable a la ciudadanía.
La firma SODIMAC fue la última víctima de la presión del gremio de Moyano para reclutar trabajadores de otros gremios en vez de pedir mejoras o mejor calidad de vida en el trabajo. El líder de la CGT actúa como si el país fuera su estancia. Hace y deshace.
Los empresarios se dividen en dos: por un lado están los ligados al gobierno con el cual realizan negocios y rechazan la apertura económica que promueve el mundo desarrollado. Por el otro, los que no tienen privilegios y se sienten castigados por un trato desigual. Apuntan, por ello, al gobierno: desean que disminuya el gasto público que genera inflación para que se pueda reducir la presión impositiva que les traba la producción y la productividad.
El ministro del Interior, Florencio Randazzo, acusa al empresariado de generar inflación por la suba de precios sin considerar el gasto del Gobierno financiado con emisión. También quiere como otros miembros del gobierno, hacer creer que es mérito propio el repunte de la economía robándoselo al campo y al valor de la producción agro-ganadera.
Mientras, los asalariados, a pesar de las declaraciones del ministro de economía en contrario, ven depreciados sus salario por lo cual graves serán los problemas cuando comience la puja distributiva en el próximo año. Moyano será cada vez más indispensable para Cristina.
A este panorama se suman las denuncias de 12 diputados por presiones y ofertas del oficialismo para facilitar la aprobación de un presupuesto que oculta excedentes de alrededor de 40.000 millones de pesos recurriendo a la subestimación del índice inflacionario. Dañan a la “Ley de leyes” con mentiras y corrupción. Aprobar el presupuesto es prioritario para el gobierno. Les da una suma enorme de dinero de la cual no deben dar cuenta para gastar en, la cada vez más próxima, campaña electoral.
¿Qué esperanza de cambio nos queda ante la visión de un país donde todo menos el campo va mal? Creo que las causas judiciales, que involucran a Moyano y a miembros del gobierno, incluida la presidente, hacen que la gente tenga conciencia de que existe una mafia sindical ligada al gobierno que pone a la Argentina al borde de perder la institucionalidad democrática.
También, si el próximo gobierno es otro que el actual, y decide, con el apoyo de la oposición, a no ceder ante los constantes reclamos sindicales, podría comenzar a cambiar la situación. España y Francia lo están intentando con bastante éxito aunque, en el caso de Francia, los reclamos sindicales son apoyados por estudiantes e inmigrantes, creando un contexto más complicado que el de España.
Dependemos de que aparezcan líderes valientes que se animen a decir la verdad sobre los problemas que nos afligen y que den respuestas coherentes para solucionarlos o morigerarlos. Creo que el actual presidente uruguayo es un modelo. Vio la realidad tal cual es y hoy defiende una política totalmente opuesta a la que sostenía cuando era joven guerrillero. Se anima a decir las cosas como son y a defender una postura que resume en “no engordar al Estado” para que Uruguay continúe por un camino de progreso.
Lo cierto es que se necesita de decisión política y de una ciudadanía que se harte de vivir sin orden donde las leyes no se cumplan generando el caos que sufrimos diariamente.
El resto es paciencia para luchar contra el sindicalismo peronista ortodoxo, último bastión por derribar si pretendemos fortalecer el sistema de partidos y mejorar la institucionalidad liberal que se fue imponiendo penosamente a partir de 1853.

Elena Valero Narváez. Autora de “El Crepúsculo Argentino” Lumiere .2006
evaleronarvaez@hotmail.com