Un gobierno peligroso…


Elena Valero Naráez


Los Kirchner juegan con la esperanza que tiene la gente humilde por mejorar. Pero es imposible que puedan manejar a la sociedad rechazando los valores individuales y propiciando un ideal de vida basado en una sociedad cerrada.
Los argentinos no tienen amor por la servidumbre, aún poseen suficiente fuerza moral como para rebelarse contra la opresión de un régimen que pretende ser autoritario.
En nuestro país, la gente rechaza ser manejada por el miedo y dirigida por el odio, como lo es Cuba y Venezuela en la actualidad. Tampoco desea sumirse en el aislamiento por la imposición de murallas que impiden el comercio y el tuteo con el mundo.
No es el Estado el que tiene que proveer de las necesidades. Si se acepta, en nombre de la comodidad para evitar decidir, junto con la protección siempre aparecen leyes coercitivas que obligan a empeñar la libertad.
Las utópicas mentiras de los Kirchner, nos hicieron volver a la irresponsabilidad de la infancia. Tomaron las riendas de nuestras vidas estrechando la libertad a cambio de la promesa de protección. Detrás de ella vino el control, la destrucción del orden democrático, la disminución de la libertad individual, la persecución a quienes no piensan y actúan como el gobierno desea.
Nos quisieron hacer aceptar, como legitimas, medidas coercitivas, en nombre de que Cristina Kirchner llegó a la presidencia por métodos legales. El Ejecutivo, con los poderes que le regalamos por medio de nuestros representantes, compra empresas, subsidia y protege a quienes aceptan sin chistar sus órdenes. Gasta el fruto de nuestro trabajo diciendo que es en favor de toda la sociedad.
El gobierno no es el indicado de ahorrarnos los pesares y angustias que trae la lucha diaria que implica vivir. Somos nosotros, cada uno, con nuestras decisiones los que debemos pensar y elegir cómo será nuestra existencia.
No necesitamos que los Kirchner se autoproclamen nuestros guías y ángeles de la guarda. Por desidia, y la costumbre de querer dejar todo en manos del Gobierno, parte de la sociedad aceptó que ambos buscaran en el pasado culpables de su propio fracaso. Fomentaron el enfrentamiento y la división de los argentinos, revivieron recuerdos dolorosos y dieron una versión alejada de la realidad para ocultar la convulsionada situación que provocan sus errores políticos y económicos.
Se ha demostrado, una vez más, que ningún gobernante puede dar soluciones ideales para todos los problemas del país. Son los ciudadanos quienes preocupándose por ellos intenten solucionarlos y ser responsables de sus equivocaciones, caerse, y levantarse con el esfuerzo propio. La ayuda del estado consiste en hacer respetar leyes que los iguale a todos, los defienda y proteja.
Utópicas son las promesas de los iluminados gobernantes populistas, que pretenden organizar a la sociedad como si fuera una empresa, a la medida de sus deseos. La sociedad es un fenómeno espontáneo, como lo es la democracia o el lenguaje. No es posible meterla en moldes como desean los Kirchner. Para ello, como sucedió en todos los países que lo intentaron, se debe despojar de la libertad de pensar y elegir provocando inmensos males: pobreza que trae la falta de creatividad y competencia, aislamiento, destrucción de la ética del trabajo, uniformidad de la opinión, policía secreta, educación como instrumento del estado, doctrina y partido único.
No existe razón alguna para que sigamos sosteniendo leyes y actos que restringen nuestra libertad de asociación, circulación, opinión y de comercio.
Hay que mostrar a la presidente que estamos dispuestos a defender la división de poderes, la libertad individual y a rechazar el avance de la acción del gobierno sobre la sociedad civil.
Los parlamentarios, por su parte, tienen que abolir todas las leyes que obstaculizan la libre elección y desempeño del ciudadano. Y si así no lo hicieran, debemos imponerlo con movilizaciones ciudadanas y actos de repudio.
No se pueden seguir tolerando las restricciones a nuestra libertad: la tolerancia acaba donde comienza la intolerancia.
Porque votemos a un hombre honesto, no cambiará la situación que vivimos si se continúa con el despotismo que significa un sistema que aumenta la coacción del Estado sobre las personas, aunque sea con la sana intención de dar felicidad a todos.
En estos días, se ha justificado que el gobierno usurpe los bienes de unos, para dárselos a otros considerados más necesitados de atención. Los subsidios recientes a los jóvenes, no tiene en cuenta que hay diferencias entre el que realmente lo necesita y el que no. Por otro lado, se aceptó la confiscación de haberes a los jubilados, provocándoles vivir su futuro en la estrechez, mientras se aplaudió el “plus” que, por única vez, se les dará a fin de año.
Nuestra voluntad no está encadenada a sus autoritarias decisiones. Que hayan llegado al poder, vía elecciones, no significa que tienen piedra libre para violar las instituciones usándolas para fines espurios. Se han alejado de la responsabilidad que tienen como gobernantes de respetar los derechos individuales y de mantener un clima pacífico y seguro donde podamos desarrollarnos como personas.
No son gobernantes por derecho divino -aunque parece que así lo creen- estamos en nuestro derecho de utilizar lar armas que nos dan las leyes para evitar sigan cometiendo desmanes que pongan en peligro a la República.
Nuestra presidente acrecienta la herencia a los futuros gobernantes, con todo lo que ello significa: aumento sideral del gasto público, déficit fiscal cada vez mayor, inflación, disminución de competitividad, falta de inversiones, pérdida de confianza del mundo en nuestro país y debilitamiento de las instituciones democráticas, entre otros males.
¿Nos merecemos tanta desventura?

Elena Valero Narváez. (Autora de “El Crepúsculo Argentino.Lumiere,2006.)
evaleronarvaez@hotmail.com
Konrad Lorenz, Sir Karl Popper 1983 - Nada ha estado allí

El caso “Macri”…


Elena Valero Naráez


Sin los partidos que hacen posible la participación política no hay otro camino que la dictadura.
Es, en el seno de éstas asociaciones voluntarias, donde se desarrolla la competencia política para alcanzar el gobierno. Cuando los partidos están institucionalizados -ello ocurre dentro del sistema democrático- dirigentes y candidatos se lanzan a la carrera política con ayuda de simpatizantes y activistas para intentar ser elegidos, en el proceso electoral, por los jueces supremos: los sufragantes.
Los candidatos deben competir arduamente entregando su vida a la actividad política: son pocos los que pueden tolerar el desgaste y el esfuerzo psicológico y personal que implica salir airoso de los conflictos políticos que se generan fuera y dentro del partido. Si bien la meta de alcanzar el gobierno trae poder y satisfacciones, supone un sacrificio personal extraordinario.
En nuestro país vemos a los partidos sumamente debilitados hasta el punto de haberse convertido en facciones donde -por definición- reina la inestabilidad. Posibles candidatos y dirigentes transitan de una a otra agrupación sin pensar en plataformas con perspectivas globales que consideren a la sociedad en su conjunto. Se unen y desunen de acuerdo a intereses políticos particulares convirtiendo a los que deberían ser partidos en grupos inestables que nos desorientan y vuelven escépticos con respecto a la política.
Somos una sociedad callada, sin entusiasmo por la cosa pública, aguantadora, sumisa a los ataques del gobierno al sistema de partidos.
El ex presidente Néstor Kirchner y la actual presidente, tienen enorme responsabilidad por ésta situación: crearon un clima político donde sectores y grupos intentan imponer su voluntad buscando gratificaciones y prebendas personales.
Éste gobierno desprecia a los partidos, pretende dominar e imponer las decisiones administrando al país desde la Casa Rosada sin tener miramientos hacia los partidos ni hacia la política.
Con el caso “Macri” que hoy llena páginas en los diarios, lo vemos claramente: se ha montado una campaña para desprestigiar a un partido y a su candidato, quien ha crecido de a poco en base a una actitud responsable de convivencia respetando a los otros partidos y aún al Gobierno. Con un grupo de gente joven y con brío intenta dar respuestas a los problemas de la Ciudad de Buenos Aires tratando de compatibilizar demandas heterogéneas del electorado porteño.
Macri, se encuentra con un gobierno nacional “antipartidos” que no acepta colaborar y pone piedras en el camino para suprimir a un rival decidido a cumplir , en lo posible, con lo prometido en la campaña electoral: dejar mejorada a Buenos Aires y luego competir por la presidencia de la República.
Kirchner también pretende llegar al 2011 y, sin consenso, toma y abusa de los resortes que le da el Estado para destruir a todo lo que encarne oposición. Es enemigo de los políticos que se destacan, de la opinión pública institucionalizada y de la competencia política. Es por ello que ataca al sistema de partidos que supone el respeto de normas comunes en la búsqueda del favor del electorado. Propone la vía del autoritarismo, la burocratización y la estatización de la sociedad.
La gente lo percibe -prueba de ello son las encuestas desfavorables a los Kirchner-pero preocupa notar a la oposición en una sintonía diferente, haciéndole el juego a Kirchner en la espera de ver derrotado a un competidor, quien, sin “cháchara”, está llevando adelante proyectos tan interesantes como es el Distrito Tecnológico de Parque Patricios. Allí, Carlos Pirovano y Enrique Avogadro, entusiastas funcionarios del Gobierno de la Ciudad, muestran en éstos días el plan de mediano y largo plazo basado en las prácticas aprendidas por los países que crearon alianzas exitosas entre lo público, lo privado y las universidades. Atrajeron capitales, tecnología y conocimiento, en un barrio que se ve favorecido con ese moderno proyecto. Ya son 21 las empresas que han apostado al mismo y son más de 160 las que están averiguando para ingresar. La policía metropolitana está por salir a las calles y el teatro Colón por abrir otra vez sus puertas, entre otras realizaciones.
Parece que tampoco a los líderes de la oposición les gusta ver encaminados proyectos macristas. En vez de hacerse atractivos a la sociedad, están involucrados en luchas entre camarillas, facciones, y corrientes opuestas de ideas, dentro de los partidos o coaliciones. Mauricio Macri, también las soporta, como se puede observar en estos días, agravado por la firme decisión de los Kirchner y sus acólitos de no permitir que sobresalga. Las declaraciones del Juez Oyarbide, alejadas de la idoneidad esperada por su cargo, junto a las del Ministro Fernández, son ejemplo paradigmático de hasta donde puede llegar la obsecuencia a los gobernantes.
La oposición debiera tenderse la mano porque es, en la competencia leal, donde se ve la capacidad de cada uno. Disminuir la figura del jefe de la Ciudad para posesionarse mejor solo traerá más debilidad al sistema de partidos y, con ello, a la democracia. No habrá competencia entonces, pero, será Néstor Kirchner quien maneje “a piaccere” los hilos de la política, con el consiguiente deterioro de la institucionalidad.
A pesar de las dificultades que le trae el difícil arte de gobernar la Ciudad, Macri, no deja de viajar en busca de inversores, mostrando, en el exterior, una imagen responsable. A la vez, no deja de ocuparse por mejorar la Ciudad aunque pueda cometer errores. Éstos son subrayados por antiguos y derrotados competidores, resentidos ex funcionarios que esperan cualquier ocasión para denostar su figura y la de su partido. Mientras, Macri, como lo hizo antes como presidente de Boca, no afloja, persiguiendo, con obras, otra de sus metas: mostrar que es presidenciable.

Elena Valero Narváez. (Autora de “El Crepúsculo Argentino.Lumiere,2006.)
evaleronarvaez@hotmail.com

Néstor Kirchner: “El príncipe”


Elena Valero Naráez


Néstor Kirchner, como “El príncipe” de Maquiavelo, no posee otro interés que mantenerse y fortalecerse, por cualquier medio, en el poder. Su preocupación actual es hallar los recursos políticos que le ayuden a obtener el resultado que desea. En su afán de dominio no le asusta ser cruel, desleal o injusto. No tiene escrúpulos. Es indiferente a las leyes e instituciones de la República.
Pretende hacer indispensable a la gente un gobierno fuerte mediante subsidios, creación de cooperativas, y dádivas. Fue así como acabó con las AFJP basándose en un discurso en que el Estado aparecía como el mejor y seguro administrador..
Extender y defender los poderes que le da el Estado le permite creer que es mejor ser temido que amado. Por ello, mediante su maquiavélica astucia, crea espías, llena plazas con piqueteros agresivos, encapuchados muñidos de palos, interviene teléfonos, amedrenta empresarios, impide por la fuerza que se exprese la opinión pública, entre otros actos, en los que se emplea la violencia tanto física como psicológica.
No existe ningún medio que no considere honorable si los resultados lo benefician. Claro ejemplo son los que utiliza para domesticar a los medios de comunicación en pos de que opiniones y noticias estén en conformidad con sus propios intereses.
También en política exterior sigue a Maquiavelo: No hay contrato ni acuerdo que no pueda ser violado. En su afán de tejer poder pasa por encima de las leyes o las cambia por otras, a medida, mediante la compra de legisladores quienes, como todos sus funcionarios, deben estar supeditados a sus ordenes y a pagar el pato por los errores que el gobierno comete en su marcha demencial.
Sin cambiar las instituciones, convierte en una farsa a la democracia. Para él y su álter ego, su mujer, al igual que el príncipe de Maquiavelo, gobernar no es otra cosa que, por cualquier medio, controlar a sus “súbditos”. Ésos somos, al permitir que éste Cesar Borgia, con su cinismo e indiferencia hacia los valores y principios constitucionales, esté haciendo añicos a la República. Controla mediante la administración del inmenso gasto público, fuente de un poder que se pretende omnímodo.
Olvidan, Néstor Kirchner, su mujer, y su séquito, que, como bien dijo Aristóteles, cuando el hombre se aparta de la ley y de la justicia es el peor de los animales.
Los argentinos tendremos otra oportunidad, cuando llegue el momento del recambio gubernamental. No debiéramos perderla: hay que fortalecer la política mediante un acuerdo general basado en el reconocimiento de que solamente podemos buscar camino llevando adelante el estandarte de la libertad. Sin él la República se queda sin posibilidades. Una vez que aseguremos el ámbito democrático donde dirimir los problemas que nos preocupan, habrá que bogar mediante la acción política por que prendan las ideas que permitan dejar de maximizar al Estado y minimizar al individuo, desmantelando las bases de poderes corporativos, proyectos estatizantes y distribucionistas e incentiven la protección de los derechos individuales, el fortalecimiento del parlamento y de los partidos.
Con el cambio de sistema, todo lo demás vendrá por añadidura: desde las inversiones hasta la competencia por mejorar en todos los órdenes.

Elena Valero Narváez. (Autora de “El Crepúsculo Argentino.Lumiere,2006.)
evaleronarvaez@hotmail.com