Otra Historia

Cierto resquemor inspiró a los historiadores el decreto presidencial que creó el Instituto Nacional de Revisionismo Histórico Argentino e Iberoaméricano, Manuel Dorrego. Desde allí, se difundirá en escuelas, privadas y públicas una historia que deja de lado las figuras que representaron el ideario liberal de la Constitución de 1853.
Desde hace un tiempo se pretende opacar a figuras de inmensa relevancia que constituyeron el período conocido como la Organización Nacional -1853-1880- y el de los gobiernos conservadores-liberales (“la oligarquía”:1880-1916).
La constitución de 1853 de base liberal, la unificación del país lograda abatiendo definitivamente al caudillismo, terminar con la frontera indígena, la atracción de inmigrantes y capitales, el desarrollo del comercio y la educación fue fundamental en el camino de la formación de la Argentina moderna.
Desde el Instituto, se reivindicará a “todos aquellos que defendieron el ideario nacional y popular ante el embate liberal y extranjerizante”.
La ideología liberal influenció no solo a los revolucionarios de Mayo, también a los unitarios y federales. El único federalismo que existía, era el norteamericano. Dorrego había vivido en Estados Unidos y era admirador, como Sarmiento, del sistema político de ese país. Llamó a EEUU “país clásico de la libertad” y expresó que:”la Constitución debe ser ventajosa no solo para los ciudadanos que encuentran su subsistencia y conservación dentro del país, sino también para los que la busquen fuera de él, en cualquier parte que sea”
Con el decreto se trata de imponer ideas que opacan la luz de la tolerancia y el espíritu abierto que caracteriza a la democracia y, sobre todo, dejar de lado la objetividad científica que desistirá de respirar si prospera un autoritarismo hegemónico.
La Historia es una ciencia que intenta describir y explicar los hechos irrepetibles del pasado mediante información lo más completa posible. Como las teorías de otras ciencias son también provisorias, pueden ser analizadas, revisadas o reemplazadas si no se adecuan a la realidad o se hacen incompatibles con ella por el descubrimiento de nuevos hechos.
Como bien señala Karl Popper, las técnicas y métodos (documentos, biografías, entrevistas, encuestas, lenguaje común, etc) compartidos por la comunidad de historiadores permiten un control recíproco de la contrastación, la discusión, y el análisis de los datos.
El historiador va, como todos los científicos, detrás de la verdad que, contrariamente a lo que trasunta el decreto, no es relativa, aunque la mayoría de las veces no sepamos si la hallamos.
El empleo de medios políticos para imponer ideas que ayuden a instaurar una historia a medida de los gobernantes y una doctrina oficial va en contra de la libertad de la crítica, la libertad de pensamiento y acaba por disminuir la libertad de los ciudadanos.
Los artículos del decreto muestran, además, un intento de intervención del gobierno por dominar la cultura, interviniendo en la música, el arte en general.
En los últimos años han aparecido pseudo-historiadores que pertenecen al club de intelectuales que antes de ver si las explicaciones históricas coinciden con los hechos se preocupan por quién es el que las sostiene y si coincide o no con las hipótesis que ellos apoyan. Por ello descalifican a serios historiadores, por ejemplo, por no haber tenido en cuenta al pueblo, al que endiosan.
Descalifican llamando reaccionarios, oligarcas, demoliberales, enemigos del pueblo, retrogrados y con otros epítetos, a quienes no hacen Historia a la medida de sus intereses. Solo consideran a su ideología como correcta. La usan como instrumento político de dominación ideológica, sin que importe su contenido de verdad. La objetividad, para ellos, está siempre ligada a sus ideas políticas.
Lamentablemente, años de socialización nacionalista, han influenciado el discurso ideologista no solo de un grupo ligado a los requerimientos del poder -mal llamado historiadores- sino también a periodistas, políticos, maestros y a mucha otra gente.
En el decreto, entre los que se quiere revalorizar como preocupado por el pueblo, se encuentra Facundo Quiroga. Sin embargo,el liderazgo de los caudillos fue oligárquicos. Muchos fueron grandes propietarios rurales y como señala Halperín Donghi,a pesar de su base popular, no mostraron capacidad operativa para crear ni para distribuir riqueza pero sí para la expoliación de un sector de la clase dominante, el que se oponía al caudillo. No concedían gratificaciones populistas tangibles a las masas, como lo hizo Perón.
Además, los caudillos temían un acuerdo general y de autoridades nacionales que pudieran afectar el poder que tenían en sus regiones. Rosas estaba tan ligado a los intereses “porteños”, en los hechos, como los unitarios de Buenos Aires, sin embargo, continúa una visión distorsionada de los caudillos: se los define como gauchos que luchaban por los derechos populares y que defendieron los intereses regionales en contra del centralismo porteño. La Historia no es tan simple. Un ejemplo: El Chacho Peñaloza cuando se independiza de Quiroga actuó primero como antirosista y luego como antimitrista.
Los sectores populares operaron de meros apoyos a las decisiones esenciales, en las que no tuvieron ninguna participación y sobre las cuales no pudieron ejercer ningún control. Su participación siempre fue en el marco de un dominio incuestionable del caudillo a quien respaldaron en la defensa de la autonomía económica de las provincias que dominaban.
No hay cabida, entre estos intelectuales, para una refutación racional como siempre sucede con la Historia ligada a intereses políticos.

Elena Valero Narváez. (Autora de “El Crepúsculo Argentino” Lumiere.2006)
evaleronarvaez@hotmal.com

23 de Octubre: Esparta o Atenas

En su libro La Política Aristóteles aconseja a quién busca el mejor régimen político que defina, ante todo, qué tipo de vida es la más deseable, pues si esto se ignora se va a ignorar, también, el régimen más perfecto. Considera a la Monarquía, a la Aristocracia, y a la República como regímenes correctos. Juzgó como sus desviaciones, la tiranía, la oligarquía y la democracia. Basa la tiranía en tres supuestos básicos: que los súbditos piensen poco, que desconfíen unos de otros y la imposibilidad de acción. Observa que la fuerza es su elemento fundamental porque es necesaria para gobernar a los que lo desean y sobre todo a los que no lo desean. Sin ella no hay tiranía que valga. La opone a la democracia, sistema cuyo basamento básico es la libertad y la alternancia en el poder. Ello, permite, que el buen gobernante aprenda estando bajo el gobierno de otro. No puede gobernar bien, quien no ha obedecido. La Autoridad –definida por él como aquello en lo que está de acuerdo la mayoría y no la fuerza- la convierten en un sistema más sólido que la oligarquía y más duradera, porque promueve sectores medios y un acceso mayor a los puestos de honor. Alerta sobre políticas que desarrollen la pobreza. Según Aristóteles, donde unos pocos tienen en exceso y muchos nada, sobreviene una democracia radical, una oligarquía pura o una tiranía ocasionada por ambos excesos. Defiende la soberanía de las leyes. Es preferible - apunta- que mande la ley en vez de un ciudadano cualquiera. Si bien la ley es lo equilibrado más soberanas que las leyes escritas, sobre temas importantes, son las leyes fundadas en las costumbres. Lo funda en que si un hombre resultara un gobernante más firme que las leyes escritas, no lo sería respecto a las leyes consuetudinarias. Asienta el buen gobierno, por un lado, en la obediencia a las leyes existentes y, por el otro, en que sean buenas las leyes de quienes perseveran en ellas. Veamos, ahora, algunas de las propuestas de Aristóteles para lograr la estabilidad de un sistema político: -Vigilar para que no se infrinjan las leyes y sobre todo cuidar las de poca importancia porque – afirma- la ilegalidad se introduce subrepticiamente, de igual forma que el gasto pequeño, si tiene lugar a menudo acaba con las fortunas.. - Gobernar por poco tiempo porque es más fácil obrar mal si se gobierna por mucho. - El conocimiento de un mal incipiente no debe ser tarea de cualquier hombre sino del político. -Que haya una ley que suba o baje las rentas, si hay superávit subiéndolas en proporción al aumento y si hay déficit bajándolas y reduciendo también la tasa. -Las políticas deben estar dirigidas a crear condiciones para que todos los sectores progresen y que aumente la clase media. -Las magistraturas no debieran proporcionar dinero. -Los que ocupen cargos de mayor responsabilidad tendrían que contar con tres virtudes: amor hacia el sistema establecido, mayor competencia en los asuntos de su cargo, virtud y justicia. -La educación debe ser acorde con el sistema político para que todos estén habituados y formados en el sistema que se elija. Viene bien, en éste período preelectoral, recordar que desde hace siglos, hombres ilustrados, en este caso Aristóteles, vieron como solución a los conflictos que puede acarrear la democracia, más democracia. Rechazó –aunque se equivocaba cuando aceptaba la esclavitud- las ideas de Platón quien ante los problemas de la democracia ateniense propuso un régimen utópico donde la justicia significara el gobierno absoluto de una sola clase. Y, exigía un gobierno de clase totalitario y la decisión de ponerlo en práctica. El programa político de Platón es totalitario y antihumanitario como lo demuestra Karl Popper en su excelente obra “la Sociedad Abierta y sus enemigos”, libro que deberíamos haber leído la mayoría de los argentinos antes de votar. El domingo 23 decidiremos cual sistema consideramos mejor: la tiranía o la democracia, si aceptamos la sociedad abierta que representa la libertad del hombre a la búsqueda de su propio destino o la cerrada que defiende la omnipotencia del estado por sobre la sociedad civil: Esparta o Atenas. Elena Valero Narváez. (Autora de El crepúsculo Argentino. Lumiere. 2006) evaleronarvaez@hotmail.com

¿Al son del tambor?

“¿Qué les falta para ser libres?¿Qué? El placer mismo de serlo. No me pidáis que analice éste placer sublime: es necesario experimentarlo. Penetra por sí mismo en los grandes corazones que Dios ha preparado para recibirlo; los inflama. Hay que renunciar a hacerlo comprender a las almas mediocres que jamás lo han sentido” Alexis de Tocqueville El gobierno decide cupos de importación y exportación, dibuja el índice oficial de precios, no honra las deudas, incumple las reglas de la comunidad internacional, evita la libre información, y decide entre muchas otras cosas que la ley no es igual para todos. Podemos vaticinar que después del triunfo kirchnerista -lo dan por descontado hasta los opositores- los argentinos marcharemos al son del tambor de la actual presidente de la República. No olvidemos que puede obtener la mayoría en ambas cámaras del Congreso. Si para que esto pase se necesita de los votos de más de la mitad de los argentinos, podemos decir sin equivocarnos que éstos quieren que el gobierno decida sobre sus vidas. ¿Qué pasará con los que ambicionamos hacer nuestro propio camino, con quienes creen que el hombre inventa su destino al andar, propone sus metas y el modo de alcanzarlas? Con los que entendemos que el sentido de la libertad se compone de autonomía y riesgo? ¿Volveremos a dar pase libre al tan temido Leviatán que esclavizó a la sociedad soviética a partir de 1917? ¿Tendrá el gobierno, si se reforma la Constitución, y con el poder de veto y los decretos de necesidad y urgencia, facultades ilimitadas? ¿La propiedad privada estará sujeta a su capricho? ¿Del 23 de octubre en adelante las elecciones serán digitadas y el sucesor de Cristina elegido autoritariamente desde la Casa Rosada? ¿Se regulará aún más el comercio exterior? ¿Se enseñará en las escuelas y universidades sólo la ideología nacional-socialista-kirchnerista, denostando a la que nos hizo progresar desde 1853 a 1930? ¿Las acciones de funcionarios estatales estarán por encima de las leyes que rigen a los ciudadanos? ¿Continuará la malversación creciente de los fondos públicos sin que haya control legal alguno fuera de las decisiones amañadas del gobierno? ¿Los sindicatos unidos al poder por intereses espurios se transformarán en agencias políticas favorables al gobierno? ¿Se extenderá el sometiendo a jueces obligándolos a actuar parcialmente? En 1983 la mayoría en nuestro país aspiraba a vivir en una democracia participativa, donde reinara la paz y la libertad. Casi todos pretendíamos recorrer el camino hacia el fortalecimiento del sistema de partidos, y poder expresar nuestras ideas sin estar sujetos a coerciones. En Octubre parece que se va a votar lo contrario. Ya no hay dudas del convencimiento de Cristina Kirchner en que va por el camino correcto. Los votos de las primarias la han convencido en las bondades de tener todos los resortes del poder en sus manos. Quienes voten a Cristina Fernández, no podrán decir que no esperaban la transformación de nuestro sistema político, económico y el ordenamiento jurídico institucional que emana de la Constitución: la sumisión de más de la mitad de los argentinos lo permite. El modelo populista se llevará puesto el régimen de propiedad privada y libre empresa, la división de poderes en la práctica será una farsa. No se respetarán los fallos del poder Judicial si son contrarios a las necesidades del gobierno. Se combatirá a quien discrepe con el gobierno y se monopolizará el comercio a través del control de las divisas y los permisos de importación y exportación. El Gobierno continuará promoviendo en los jóvenes argentinos sentimientos contrarios a EEUU y a los países capitalistas favoreciendo ideas nacionalistas como lo hace el presidente Chávez en Venezuela. ¿Tendrá éxito? A corto plazo. Esta política termina en vaciar las arcas del Estado. Y en Argentina son muchos los que reaccionan cuando se les toca el bolsillo, no la Libertad. Si castigan la producción y la productividad, como hasta ahora, si ahuyentan a los capitales, los problemas económicos vendrán por añadidura. Con la crisis vendrán otros gobernantes y el cambio: no habrá mas remedio que regresar a una política exterior que se base en el dialogo constructivo con todos los países del mundo, a permitir y dar garantías al capital nacional y privado que pretenda invertir en nuestro país, y a la defensa de las normas republicanas y democráticas en las que se basan las sociedades democráticas del mundo. La oposición tiene un deber: no tener miedo a decir la verdad. Mostrar que vamos por un camino equivocado, revelar los errores del gobierno y formarse para cuando llegue el momento de elegir el rumbo no equivocarse tanto. La receta es simple: permitirle a la gente moverse hacia el futuro con libertad, reglas claras, y confianza en un Estado que no vaya en contra de lo que manda la Constitución. Derogar las leyes que obstruyen la división de poderes y la independencia de la Justicia. Los argentinos no podemos huir de la vida, de la inseguridad y de la incertidumbre con que está irremediablemente tejida. Darle las riendas de nuestra vida a un gobernante es morir en vida. Debemos pensar, tener convicciones basadas en la realidad y no abandonarlas por un plato de lentejas. Cada uno debe forjar su destino dentro de un marco de autonomía, responsabilidad y respeto a las leyes que lo hacen posible. El tiempo humano es escaso merece ser vivido en libertad. Cristina esta reviviendo un pasado que comenzó en 1943. Repasemos la Historia para no repetir errores que nos llevaron a dejar en el camino valores, que una vez perdidos, cuesta recuperar. Elena Valero Narváez. (Autora de “El Crepúsculo Argentino”Lumiere. 2006) evaleronarvaez@hotmail.com

Metas y medios incompatibles

El gobierno de Cristina Kirchner, como muchos otros gobiernos populistas, cometen el error de no distinguir la injusticia de la desigualdad. Es por ello que combaten todo lo que huela a capitalismo porque consideran a ese sistema económico como portador de injustas desigualdades sociales. Les asusta la competencia porque la desigualdad que provoca no proviene de las decisiones arbitrarias del gobierno sino de elecciones y acciones surgidas de la espontaneidad social.
Abrir la sociedad a la competencia y a la libre elección de los ciudadanos no se ajusta a sus necesidades: se forman centros de poder alternativos al del gobierno y ello evita y controla la extensión de su poder.
Los gobiernos populistas no se cansan de repetir que van a dar a cada uno lo suyo. Esta utopía no considera que los recursos sean escasos y que sin la división del trabajo (basada en la desigualdad) no podría existir la sociedad.
Cierran los mercados o los obstaculizan creando lo que dicen combatir: más desigualdad social porque aumenta la pobreza.
Detrás de subsidios indiscriminados se esconden las metas demagógicas. En Argentina y también en muchos otros países la ayuda estatal se ha extendido a tal extremo que ha fomentado la vagancia, el desamor por el trabajo, personas inútiles ante los desafíos que propone la vida, por eso el aumento de la drogadicción y otras adicciones.
El Estado en vez de supervisar la ayuda social dejando la responsabilidad al sector privado se convierte en un papá Noel irresponsable y burocrático que le quita injustamente al que trabaja y se esfuerza por mejorar, para darle a quienes les aportan votos sin que importe el mérito.
Tanto en nuestro país como en Europa, los votos han respondido positivamente al Estado de Bienestar: éste da respuesta al problema de cómo repartir los recursos escasos mediante un Estado que con un gasto público exagerado busca satisfacer los reclamos de la gente.
Este método se opone cada vez más al sistema de mercado que reparte mediante un mecanismo espontáneo basado en la acción electiva de las personas de manera automática e imperfecta. Por este método, que promueve y necesita de los derechos civiles para desarrollarse y extenderse, se logró el crecimiento económico, la modernización, la igualdad jurídica y un mejor reparto de la riqueza.
Parece mentira que se pretenda volver a recorrer el camino socialista: el que terminó con la libertad , no logró la igualdad que pregonaba, militarizó a la sociedad, y degradó a la persona humana llevándola a la esclavitud del trabajo forzado y de los campos de concentración.
La pretensión utópica de Marx de que todos podemos ser iguales y que podremos tener cada uno según nuestras necesidades, apropiada también, por los gobiernos populistas, termina siempre en la misma cosa: un estado fuerte, burocrático, y corrupto que concentra el poder asfixiando a la sociedad civil. Fue la base de los totalitarismos.
Argentina necesita políticos que en vez de preocuparse tanto por repartir autoritariamente, se preocupe por crear condiciones que mejoren la producción y la productividad dejando que prospere la iniciativa, la creatividad y la libertad de las personas. De esta manera el abanico de posibilidades se extenderá aunque no se logre la igualdad vanamente soñada e imposible porque va, incluso, contra la vida humana.
El mercado en la sociedad capitalista nos brinda muchas mas oportunidades que las sociedades que han pretendido ser socialistas por lo cual, si bien no trae la felicidad, un bien sumamente escaso, nos permite compensar mejor las desgracias que trae la vida.
La continuidad del modelo kirchnerista implica un voluntarismo irrenunciable por cumplir metas idealizadas. Si no se impone un cambio el gobierno será responsable de los costos sociales que exigirá, irremediablemente, seguir adelante con una interpretación simplista de la realidad.

Elena Valero Narváez. (Autora de “El Crepúsculo Argentino”. Lumiere. 2006)
evaleronarváez@hotmail.com

Al toro por los cuernos

La terrible noticia del asesinato de Candela, nos plantea, una vez más, el tema de la inseguridad que tanto nos afecta.
No alcanza para combatirla las lágrimas del gobernador de la provincia de Buenos Aires ni que la Presidente reciba a la madre de la víctima.
Hay que decirlo con todas las letras: los principales culpables de éste y otros crueles asesinatos son los que llegaron al poder con el voto de la mayoría.
Hay que dejar de lado las ideologías. La decisión de afrontar este problema tiene que surgir de quienes nos gobiernan. Es la única alternativa salvo que se quiera volver al “diente por diente” o a la antigua justicia popular.
No es cuestión de combatirla con discursos populistas que responsabilizan a la pobreza de los robos y asesinatos. Necesitamos del imperio de la ley.
El Estado es el que posee el monopolio de la fuerza por lo tanto los que están a cargo del gobierno deben considerar esta responsabilidad indelegable.
La lucha de ideas no parece ser grata en nuestro país. Gran parte de los políticos piensan en ser candidatos exitosos pero no discuten ni proponen programas que puedan ser puestos en práctica rápida, y eficazmente, para morigerar la ola de violencia y crimen que nos tiene a mal traer.
¿Dónde están las cárceles para que los criminales cumplan condenas ?. Dónde los legisladores que propongan o deroguen normas relacionadas con los problemas que preocupan a la sociedad y dónde jueces que sean firmes cuando se infringen las leyes?
¿Por qué los delincuentes mas temidos cumplen condenas breves alentando así, la conducta criminal? ¿Hasta que punto es inimputable un menor de edad?¿Cómo se combate el narcotráfico y la drogadicción que agrava la peligrosidad e incentiva a quebrantar la ley? ¿Se debe ser más estricto o hay que liberar el consumo de drogas?
¿Qué sucede con los policías? ¿Se premia a los que combaten la delincuencia y se castiga a los que no responden a su obligación de cuidar a la comunidad para incentivar y mejorar esa fuerza fundamental en la lucha contra el delito? ¿Obtienen un salario y seguro de vida acorde al servicio que prestan? ¿Se tiene en cuenta el daño físico y psicológico que implica cumplir con sus funciones? ¿Debe seguir pagando la sociedad guardias que protejan al vecindario? ¿Dónde va el dinero que nos cobra el Estado en calidad de impuestos?
¿Quién o quienes debaten temas fundamentales para la resolución de las dificultades que acarrea la inseguridad?
Hay demasiadas preguntas y pocas respuestas.
Lamentablemente no se avizora en el ambiente político ni en el gobierno actual nadie decidido a luchar contra el crimen. No hay decisión política ni conocimiento para combatirlo.
No se apoya a quienes entienden sobre el tema ni existe preocupación por resolver el problema.
La inseguridad es una de las principales trabas para un futuro mejor porque no es posible pensar en él si nos sentimos inseguros, a merced de ladrones y asesinos. ´
La Justicia no es perfecta, ni las normas ni los jueces lo son pero, una sociedad compleja requiere del mantenimiento del orden social. Las inquietudes de la diversidad de instituciones, grupos, y personas que la integran, necesitan ser escuchados por el poder político. Éste debe tratar de evitar las arbitrariedades de las fuerzas de seguridad tanto como de despreciarlas, debilitarlas y quitarles el prestigio que merecen. Su ellas la vida social sería imposible.
La carencia de liderazgo político admite el aumento de crímenes terribles como el reciente que terminó con la vida de Candela.

Elena Valero Narváez. (Autora de “El Crepúsculo Argentino”Lumiere. 2006)
evaleronarváez@hotmail.com

los argentinos y la resistencia al cambio

Los argentinos y la resistencia al cambio.

Evidentemente Marx se equivocaba cuando pretendía que el cambio tiene un desarrollo continuo e inexorable. La historia de nuestro país nos presenta ejemplos inmejorables para rebatir la idea de que hay un proceso histórico inevitable.

Si a principios del siglo XX muchos aseguraban un porvenir venturoso para Argentina. Los hechos demostraron lo contrario. Jamás podremos hacer pronósticos seguros, aunque sí algunos mejores que otros.

Las elecciones primarias indicaron que pocos son los que se animan a votar un cambio cuando hay temor de que afecte sus intereses. Además, muchos tienen exacerbada la “amnesia deliberada”. Para no sufrir olvidan las políticas erróneas, engendradas por Perón, Alfonsín, o los Kirchner, recordando solo sus cualidades.

La educación ha mantenido una cultura estatista que se ve claramente en la aceptación de liderazgos que prometen subsidios y prebendas y lazos estrechos con el gobierno. No se defiende la propiedad privada que garantiza la Constitución.

Muchos intelectuales y políticos -como en la Rusia zarista los bolcheviques- adhieren a ideas socialistas: anticapitalistas y antimodernidad. Una contradicción total pues la técnica moderna y la productividad sin capitalismo son imposibles.

La mayoría de los sufragantes votó en contra de instituciones políticas liberales que paradójicamente se intentan consolidar en casi todo el mundo. No tienen la psicología del hombre libre. Viven y quieren vivir en el útero materno por eso creen más en el Estado que en ellos mismos.

Quieren seguridad por eso no se animan al cambio. No se dan cuenta que la seguridad no existe porque estamos inmersos en la aventura de vivir.

Temen la competencia, prefieren mercados controlados, no entienden que si se suprime el mercado no se sabe el valor de las cosas. El mercado tan temido solo es el espacio social donde la gente hace sus intercambios. Necesita de buena información para poder funcionar como corresponde. De ello se han dado cuenta los chinos cuya máquina política continúa pero han hecho desaparecer al comunismo que les traía atraso y hambre. Aprendieron de los países asiáticos que aceptaron el capitalismo.

En nuestro país, se continúa creyendo en la teoría de Marx: a más capitalismo más pauperización, No es así: lo prueban los países desarrollados, los cuales, más allá de sus crisis, han desarrollado importantes sectores medios.

Necesitamos líderes políticos que acepten riesgos, tomen iniciativas, decidan metas y nos digan el modo de llegar a ellas. Que no sean temerosos y prefieran mantener el “statu quo” a sabiendas de que atrasa.
Casi todos se sienten más protegidos pareciéndose a los Kirchner. Como decía Juvenal, su sometimiento da la medida exacta de sus temores.

La presión social impidió que los candidatos se animaran a decir en la campaña lo que no se considera políticamente correcto. El temor y la incertidumbre hicieron que dejaran las cosas como están. No hubo un líder que generara expectativas positivas o una crisis que acelerara un cambio de rumbo. Con su actitud motorizaron las bases psicológicas para que se aceptara la continuidad de la actual presidente.

En estas primarias se rechazó la oportunidad de mejorar por razones culturales y psicológicas. Creo que solo una profunda crisis podrá animarnos al cambio que precisa el país para aprovechar las buenas oportunidades que nos ofrece el mundo y para enseñar los dientes a las políticas que nos llevan a mancillar la República.

Elena Valero Narváez. (Autora de “El Crepúsculo Argentino” Lumiere.2006)
evaleronarvaez@hotmail.com

TROPEZAR CON LA MISMA PIEDRA

La gente no siempre elige los valores y en eso se equivoca. No debiéramos defender el relativismo ético: hay que proteger la libertad, la vida, la propiedad privada y otros valores esenciales. No los podemos “dejar en el placard”. El relativismo ético llevó a los alemanes al nacional –socialismo.
En Argentina todos los políticos dicen que lucharán por el bien común. La cosa es cómo lograrlo.
El sistema impuesto por el gobierno no ayuda a ese propósito.
Néstor Kirchner copió del ex presidente Perón la receta de permitir el voto sin respetar y tolerar a las minorías. Atacó los pilares de la democracia: los partidos de oposición y la opinión pública.
A Cristina se le intentó dar los roles que tenía Evita: debilitar el papel que tienen los dirigentes gremiales sometiéndolos a una doble subordinación: la de Néstor y Cristina. Crear otro poder sobre los trabajadores que no dependiera de la elite gremial pero sí del jefe supremo: Néstor Kirchner. Su muerte dejó a su mujer sin la instancia suprema.
La presidente requiere de la estructura gremial para mantener la tranquilidad social y para utilizarla- como hacia Perón- para amenazar a empresarios, partidos y otros grupos, cuando se oponen a su política. Aunque con dificultades- la presidente no es Perón- seguirán siendo socios.
También se extenderá aún más la beneficencia estatal como propaganda favorable al gobierno disputando, de este otro modo, a los gremios, la adhesión de los trabajadores.
El estado -como en la década del 40- comienza a tener un papel preponderante en el manejo de la sociedad. Está adquiriendo cada vez más resortes en detrimento de la sociedad civil.
No tendremos democracia si se debilita el poder de las instituciones que controlan al poder político. Este es el principal problema que los argentinos debemos resolver en las elecciones de octubre mediante el voto.
Si el estado conculca las libertades que pertenecen por derecho inalienable a las personas, los argentinos estaremos a merced del gobierno, dejaremos de estar protegidos por las leyes.
Los grupos con rivalidades –contrariamente a lo que decía Marx- pueden llegar a acuerdos o separaciones ventajosas para la sociedad mediante el diálogo. Si no se les permite comunicar las diferentes posiciones, no podrán adaptarse a la realidad y sobrevendrán consecuencias no deseadas.
Tampoco es cierto que el desarrollo del mercado aporte más pobreza. Por el contrario, donde se desarrolla hay más diferencia entre pobres y ricos, pero hay menos pobres y más clase media. La pobreza no es sinónimo de desigualdad social.
El mundo es demasiado complicado para saber en qué consiste pero podemos aprender de la Historia, para no cometer los mismos errores.
Atacar a la propiedad privada acaba con el pluralismo al concentrar el poder en el estado, aumenta la burocracia y con ello la corrupción.



El sistema al que nos lleva el gobierno actual es maquiavélico: se basa en la indiferencia de los medios morales para lograr fines políticos y en la astucia ligada a los resortes del estado para fortalecerlo y aumentar su poder. La finalidad de su política es conservarlo en desmedro del bien común.
Pero, más allá del éxito que logró Cristina en las urnas, tendrá problemas graves. La gente comenzará a notarlos, con claridad, cuando la situación internacional sea más desfavorable para Argentina.
Se precisa un golpe de timón y poner proa al mundo desarrollado. No es probable que la presidente opte por ello, si gana, en octubre. Se necesitan inversiones que no vendrán si no existen reglas claras e instituciones que las afirmen. Los grandes capitales requieren de la independencia de la Justicia para estar seguros.
La inflación se irá comiendo los salarios mientras el Banco Central seguirá emitiendo para facilitar el despilfarro del gobierno.
La mayoría no siempre tiene razón. Los sectores ligados al campo, votaron en masa a Cristina, cuando pretendía llegar al poder por primera vez. Pensaron que cambiaría el rumbo dado por su marido al gobierno. Creyeron que la realidad la obligaría a hacerlo, una utopía. Así les fue…
Hoy vuelve a ganar el kirchnerismo. Buena parte de culpa la tiene la oposición. Ni se unieron ni se diferenciaron del modelo kirchnerista. Los argentinos, sin remedio, una vez más, nos daremos la cabeza contra la pared.

Elena Valero Narváez. (Autora de “El Crepúsculo Argentino”Lumiere.2006)
evaleronarváez@hotmail.com

Guillermo Moreno y su desconocimiento de principios económicos.

“El comercio puede mejorar el bienestar de todo el mundo.” “Los mercados normalmente constituyen un buen mecanismo para organizar la actividad económica.” “El nivel de vida de un país depende de su capacidad para producir bienes y servicios.” “Los individuos responden a los incentivos.”
Ninguno de estos principios económicos es tenido en cuenta por nuestro secretario de comercio. Las trabas burocráticas y la prohibición de importaciones, la insólita exigencia,-única en el mundo- de obligar a exportar si se quiere importar, entre otras medidas autoritarias, están dislocando la economía.
Los empresarios pierden, y en forma cada vez mas acelerada, los incentivos necesarios para invertir y producir. No encuentran un marco institucional adecuado, seguridad jurídica para sus inversiones, reglas de juego estables, y una moneda sana que les permita realizar el indispensable “cálculo económico”. Estos son factores indispensables para asegurar una corriente de inversiones que redunde en la creación de mayores puestos de trabajo y en la provisión de mayores y mejores bienes y servicios.
A l escenario “hostil” a las inversiones, a la producción, y al comercio, se suman los graves problemas derivados de las políticas estatistas y dirigistas en curso, como son la falta de infraestructura y servicios energéticos.
En todos los sectores de la economía argentina están disminuyendo, a niveles alarmantes, los índices de productividad. Moreno parece ignorar que la productividad representa la cantidad de bienes producidos con cada hora de trabajo y que Argentina está lejos de la que tienen los países más adelantados.
La economía solo puede mejorar si hay inversiones en el sector productivo privado y disminuye el gasto público. Solo así se podría conseguir un aumento genuino de la demanda de mano de obra y, consecuentemente, incrementos del salario en términos reales.
Tanto ignora Moreno el proceso central de generación de riqueza de un país, que las políticas antimercado del gobierno kirchnerista han ido de contramano a crear los incentivos necesarios para la inversión, con los resultados hoy a la vista y conocidos por todos: destrucción del capital acumulado: reservas petroleras, gasíferas y ganaderas, caminos, puertos etc.
Los capitales se fugan al exterior: 70.000 millones de dólares, desde que el kirchnerismo llegó al poder.
No es la competencia de países extranjeros la que provoca pobreza sino la falta de tecnología y herramientas necesarias para producir más.
El gobierno argentino aún cree en el mito de la “planificación central”. El socialismo, según grados, de acuerdo a sus variantes, nos ha ofrecido y nos ofrece como muy bien se observa en Cuba,, una economía creada en el seno del gobierno y apoyada por intelectuales, donde lejos de ser el resultado de las necesidades e interacciones de las personas, surge de gobiernos que llegan al poder mediante revoluciones o también mediante el voto. Todos, en mayor o menor medida, hieren de muerte a la propiedad privada ya sea mediante estatizaciones o interviniendo en los mercados.
Esquilmando a la sociedad, apropiándose del capital que le pertenece, pueden utilizarlo como ellos desean y con un objetivo fundamental: mantenerse en poder.
Argentina, como Venezuela, Bolivia y Ecuador, se va pareciendo más al modelo fascista donde se asfixia a la economía controlando los precios, deciden desde el gobierno que se debe exportar o producir, obstruyen los mercados, impidiendo que se desarrolle una economía capitalista.
Los argentinos no hemos aprendido de las experiencias que nos brinda la Historia. Tanto el sistema socialista como el fascista se oponen al capitalismo y a la democracia. Pretenden un estado poderoso donde los principios liberales son desechados: anulan el estado de derecho. La principal diferencia consiste en que los estados fascistas permiten la existencia de empresas privadas. Pero, en realidad, están bajo la continua intervención y el control estricto del estado. La dictadura es la consecuencia inevitable de ambos regimenes.
Los líderes políticos argentinos deberían especificar en sus plataformas políticas y electorales cual es el rumbo que van a seguir. No caben términos medios: si no se cree en la libertad política y económica, tarde o temprano, en la práctica, se termina en el socialismo o el fascismo. Las consecuencias son las que estamos comenzando a ver con claridad en nuestro país.

Elena Valero Narváez. (Autora de “El Crepúsculo Argentino”LUMIERE.2006)
evaleronarváez@hotmail.com

LA POLÍTICA SE HACE CON LA CABEZA

“La política se hace con la cabeza”, escribió Max Weber. La pasión sola no sirve si no está al servicio de una causa que orienta la acción. El objetivo de todo político es alcanzar el poder y ello no es un pecado cuando va acompañado de finalidades objetivas y de responsabilidad. Si no existen objetivos, la pasión y el poder por si solos no bastan y pueden conducir a infortunadas consecuencias. No se puede actuar en el vacío como lo está haciendo el gobierno nacional.
El victoria de Mauricio Macri se dio a pasar de que fue considerado “el limite” para cualquier alianza o acercamiento por varios de los candidatos a presidente. Indica la importancia de lo que piensa la gente.
Los porteños premiaron la responsabilidad con que Macri miró el futuro. No escarbó sobre cuales fueron las culpas del pasado y encaminó su acción con un sentido: mejorar Buenos Aires, morigerar los problemas de la ciudad.
Fue así como encaró el gobierno, actuando dentro del derecho y de las instituciones intentando cumplir con fines determinados pensando con responsabilidad en las posibles consecuencias que tendrían sus acciones. Cometió errores, sin duda, pero exploró la realidad haciendo preguntas correctas para intentar las soluciones.
El actual jefe de gobierno tiene en su haber desde que comenzó su carrera política el cambiar el canibalismo político, que muchos de los que están en la arena política practicaban, por una relación connivente, de diálogo con todos los dirigentes opositores y con el gobierno nacional. De él que dependía, para realizar algunos de sus proyectos. Sin su aval no podía, por ejemplo, conseguir inversiones o mejorar la seguridad de la Ciudad.
Filmus, en la campaña, aseguró seguridad a los porteños porque cuenta con el apoyo del gobierno nacional. Esta extorsión que apareció, incluso, en los carteles de propaganda, en vez de tener el efecto deseado hizo que aumentaran los votos a Macri.
La gente recompensó a quien se lanzó a hacer lo que es decisivo en política: mirar de frente la realidad, soportarla, y estar a su altura. Fue así como sin violencia verbal actuó de acuerdo a lo que admiraba del político Max Weber, conforme no a la ética de las intenciones sino a la ética de las consecuencias.
Por otro lado, la oposición también aportó lo suyo. Algunos mostraron su disconformidad con el accionar del gobierno nacional y otros que no simpatizan con el Jefe de gobierno de la Ciudad, lo votaron, indicando una actitud racional al premiar más las políticas que al político.
Esperemos que Macri siga en la misma línea y además se anime a expresar ideas de tinte liberal, las cuales lejos de ser fascistas son las que defienden la libertad política y económica. Mientras, el país, tendrá, si el actual gobierno llega al poder, la oposición en la Ciudad. Y, si alcanza al sillón presidencial, alguno de los actuales competidores de Cristina Kirchner, la República se fortalecerá y con ello puede ser posible un futuro mejor para todos los argentinos.
Los políticos que dicen amar a la Argentina deben comenzar por crear las condiciones para que crezca y se desarrolle respetando la igualdad en la dignidad ética de las personas. Un Estado con la suma del poder público jamás lo hace. Necesitamos como pedía Alberdi que se ame a la Patria por sus instituciones, por los derechos y la seguridad que ella acuerda a sus miembros.

Elena Valero Narváez. (Autora de “El Crepúsculo Argentino”. Lumiere.2006.
evaleronarvaez@hotmail.com

¿Cristina se cocerá en su propio jugo?

El sindicalismo- desde 1943- incrementó su burocratización y la idea fuerza de creer que el Estado era el que debía organizar en nuestro país, la vida política, económica, y administrativa. Esta idea se infiltró también en la gente, al punto de que se denostara a la democracia y por lo tanto a las ideas liberales que la originaron.
Profesores, literatos, periodistas, sectores altos y medios de la estratificación social, aún hoy, en mayor o menor medida, no comulgan con los valores liberales. Se trasunta en las prácticas políticas y sindicales, en la mentalidad de empresarios, como también, en muchos hábitos de los argentinos.
Se comparte el gusto por los fundamentos del populismo: la autarquía económica, el paternalismo , el nacionalismo y el dirigismo estatal.
1983 significó un intento por regresar al sistema democrático, pero la debilidad intrínseca de los partidos nos catapultó a regresar, con el modelo kirchnerista, a un país que quiere ser gobernado como si fuera un cuartel. Los que piensan y actúan de manera opuesta al gobierno se convierten en adversarios o retrógrados.
La realidad-según quienes nos gobiernan- se comporta de acuerdo a la ideología que ellos sustentan. Las opiniones son correctas si coinciden con los intereses de los que mandan. Cristina Kirchner y sus aláteres no consideran, ni remotamente, que sus ideas son reaccionarias. No existen, para ellos, los datos de la realidad, ni la discusión crítica, lo que importa es que se acepten dogmáticamente sus ideas.
Lo prueba la sostenida persecución a la prensa mediante censura e intimidación, como también, las operaciones en contra de los candidatos opositores. No aceptan de buen grado la lucha política típica de la democracia. Con los poderes del Estado la orientan favoreciendo a los candidatos que no le hacen sombra o eclipsando, con aviesos manejos, a los mejor colocados en la lucha por el poder.
El gobierno no tiene una visión desinteresada de la realidad, solo le importa obtener éxito en la práctica política inmediata.
Pero, es posible, que Cristina – si llega a un segundo mandato- se cueza en su propio jugo. La inflación, la falta de inversiones y el poder dominante de los líderes sindicales, asociados a la tradición peronista mas burocratizada, avanzarán, aún más, sobre un poder ejecutivo cada vez más debilitado, acarreándole serios problemas.
El Estado deberá recurrir a controles, cada vez mas autoritarios, sobre una dirigencia sindical, que aunque dependiente de sus favores, tiene que representar adecuadamente a los trabajadores si quiere mantenerse en el poder. Ello acentuará las pujas reivindicativas y, por consiguiente, disminuirá el ascenso de la actual presidente.
Cristina no es Perón, quien subordinaba a toda la dirigencia gremial a su estrategia.
Necesitará del apoyo de los partidos para imponerse y, como bien se nota, están y estarán inermes por la acción del gobierno, por la inoperancia de alguno de sus líderes y por la politización de los sindicatos. No parece posible que éstos últimos sigan adaptándose, fielmente, a las decisiones del gobierno y se sometan a seguir siendo –sin costosos premios- a ser dirigidos contra sus rivales.
Los problemas, propios de la urgente coyuntura a la que nos vamos aproximando, necesitarán de propuestas y soluciones que no van ligadas a la ideología kirchnerista sino a los preceptos constitucionales, muy relegados en estos últimos años. Las políticas que ellos impulsan son de muy diferente signo al del gobierno actual.
Se tendrá que volver a intentar, lo que se inició en 1983, lamentablemente sin resultados evidentes: la consolidación del sistema de partidos. Sin ello, no se logrará que la opinión pública aprecie la política -hoy considerada despreciativamente- y se abrirá la ventana a regímenes autoritarios, como lo demuestra, claramente, nuestra Historia.

Elena Valero Narváez. Autora de “El Crépúsculo Argentino” Lumiere. 2006
evaleronarvaez@hotmail.com

Estados Unidos en el proceso mundial de globalización.

La sociedad de alta complejidad nos muestra como la cultura occidental al extenderse por el mundo trae no solo grandes beneficios sino, también graves problemas. Quienes rechazan los cambios acelerados a los que ella nos tiene acostumbrados, los enemigos de la sociedad abierta, persisten en ideas erróneas, entre ellos, pequeños grupos terroristas. Con el poder que les da la tecnología incorporada de la sociedad occidental que aborrecen, intentan minar, con atentados, la fortaleza de los países que mejor la representan.
La secularización, que no es irreligiosidad, es una de las características que mas rechazan los terroristas que aún pertenecen a estados dominados por gobiernos donde la religión se une al poder político y la tradición aún es sagrada y dominante.
Los problemas se profundizan por el proceso de globalización que transitamos. No es otro que la extensión de la cultura occidental por todo el planeta. Vemos como en países islámicos recién ahora piden los derechos que ya visualizaba, el pensador ingles, John Locke, en el siglo XVII.
El pasaje de una sociedad de rasgos tradicionales a una sociedad compleja significó afrontar una revolución cultural, política y económica enorme. El mundo occidental debió enfrentarse a los enemigos de la sociedad abierta: el socialismo, el anarquismo, el marxismo, el nacional socialismo y a los nacionalismos populares que aún perduran en el mundo. Nosotros aún los sufrimos en America Latina.
Los diarios de hoy analizan la forma en que murió Ben Laden. Sermonean, tal vez con razón, la manera de llevarla a cabo y la actitud triunfalista del presidente norteamericano al anunciar el éxito de la operación que termino con la vida de un asesino implacable.
No está mal hacer críticas al respecto pero caben, también, a la actitud, extremadamente hostil que muchos occidentales tienen hacia EEUU, país que mejor representa la democracia en el mundo.
Se le exige la perfección cuando los mismos Padres Fundadores reconocían que por la misma disposición de la naturaleza humana era factible que los americanos se alejaran a veces de las normas republicanas. Eran, incluso, conscientes de la improbabilidad de la empresa. Aún los que se creyeron eran “un pueblo elegido” sabían que debían afrontar enormes pruebas si querían conservarla.
Los que gobernantes de los Estados Unidos son hombres, pueden cometer errores pero, hay que destacar que la tradición política norteamericana no cambia: tanto demócratas como republicanos adhieren a la constitución, a la libertad individual, y al imperio de la ley, se esfuerzan por no alejarse de la democracia. Y, entienden, que ella debe ir unida a una economía capitalista si se quiere lograr el bienestar de la mayoría.
Mas allá de que parte del pueblo americano prefiere el aislacionismo, los gobernantes norteamericanos se involucraron en dos guerras mundiales y en la llamada guerra fría porque entendieron que era imprescindible para el interés nacional. Ayudaron a derribar monstruos totalitarios. Ahora deberán luchar contra uno de los males del siglo: el terrorismo internacional, que seguirá intentando imponer el terror y la destrucción en los países occidentales.
Si el mundo democrático quiere menos participación de EEUU en la solución de los conflictos de éste siglo, entre los cuales se halla el terrorismo, debiera cooperar mucho más en vez de endilgarle casi toda la responsabilidad al gobierno norteamericano.
En cuanto a los cargos que se le hacen por actuar manchando la democratización de la política exterior por haber actuado unilateralmente en la operación reciente en Paquistán, no se tendría que obviar en el análisis, lo dificultoso que hubiera sido preservar el secreto cuando el gobierno de ese país sabía de la presencia de Osama Ben Laden en la casa donde fue ultimado.
Es paradójico que se presenten, siempre, cargos a EEUU, país que apoya y defiende la libertad mientras que la historia muestra como se ha olvidado de acusar las guerras de “liberación nacional” emprendidas por la URSS y la violación a los derechos humanos que aún afligen en Cuba, Corea del Norte, y en otros países del mundo, incluido nuestro propio país donde hay preso políticos que aún claman por justicia.
Me pregunto si no tendrían que tener mucha más presencia, las naciones democráticas del mundo, cuando se viola el derecho a la libertad de modo habitual, Parece que olvidan el peor crímen: no asegurar, universalmente, la vigencia de derechos civiles tan caros a la persona humana como son el derecho a la vida, a la libertad y a la propiedad privada.
Elena Valero Narváez. (Autora de “El Crepúsculo Argentino”. Lumiere.2006)
evaleronarvaez@hotmail.com

¿Con las mejores intenciones?

Lenin, como millones de camaradas y compañeros de ruta, creyeron que promovían una sociedad mejor, pero el resultado de sus ideas y acciones fue el primer Estado totalitario del mundo.
El modelo fue imitado por Mussolini y por Hitler aunque modificado de acuerdo a las particularidades históricas de cada país. Fue un fracaso estrepitoso como lo demostró la implosión del último imperialismo: la URSS.
Gracias a EEUU, país que ganó las dos guerras mundiales, Occidente es democrático y defiende los derechos civiles que hubieran sido conculcados si los países totalitarios hubiesen ganado la guerra.
El totalitarismo y las dictaduras están siendo rechazados en todo el mundo ante el efecto de demostración del mundo occidental. Salvo en algunos pocos países la libertad flamea como bandera. Aunque no se respeten al pie de la letra los principios democráticos, se considera improbable el regreso a regimenes totalitarios.
Pero, la social democracia, con sus cantos de sirena todavía seduce en muchos países. El resultado no es halagüeño. Las trabas a la economía capitalista producen problemas que lesionan no solo la economía sino también al sistema político al que irreversiblemente está unida.
El socialismo marxista se ha retirado casi completamente –salvo en Cuba- de Occidente y ha dejado un socialismo sui generis más parecido al socialismo utópico o a la doctrina social de la Iglesia.
En mayor o en menor medida este jarabe marxista diluido, sigue infectando al mundo occidental con sus nefastas consecuencias.
Argentina después del intento de la década del 90 – denostado creo que injustamente en su totalidad por muchos intelectuales y políticos argentinos- está cayendo, no sabemos con claridad sí, porque tenemos esas ideas o porque los Kirchner las han impuesto-lo sabremos en las próximas elecciones- en el agujero negro que el presidente de Venezuela llama Socialismo del Siglo XXI. Aunque con algunas diferencias el modelo es el mismo.
Es una mezcla vaga de socialismo y nacionalismo que está teniendo similares consecuencias: atraso político y económico.
No se puede escapar de la división del trabajo, la propiedad privada, la competencia, el precio que surge del mercado, de la escasez y la desigualdad social como pretenden los gobernantes en general populistas que siguen empeñados en realizaciones imposibles.
Ni aunque tuvieran las mejores intenciones pueden mejorar la calidad de vida de la gente con recetas que dejen de lado lo anteriormente mencionado y que llevan a la frustración porque chocan con la realidad.
El sueño de la igualdad es irrealizable solo podemos aspirar a ser iguales ante la ley y muchas veces, como lo observamos en nuestro país, con imperfecciones.
En los países del llamado primer mundo la desigualdad entre pobres y ricos es cada vez más grande porque hay, gracias a la ciencia y a la tecnología moderna, acumulación enorme de riqueza. Sin embargo, los llamados pobres son también mucho más ricos que antes.
Estamos en un mundo en el que debemos enfrentar problemas y desafíos inéditos naturales y sociales como son los derivados justamente del progreso de la tecnología además, de los que se originan del choque de culturas como lo estamos viendo en la actualidad. Pero, estamos mucho más preparados que siglos atrás para enfrentarlos.
No podemos seguir viviendo en el molde del estado-nación, sin pluralidad política y cultural y sin una ética universalista que permitan mejorar el camino hacia el cual va un mundo de mercados mundializados con interacciones o relaciones sociales de la humanidad en su conjunto.
Estamos - no es creación de nadie en particular sino producto de las interrelaciones humanas- en un proceso abierto e impredecible pero, de lo que podemos estar seguros, es de que le irá mejor a los países que logren adaptarse mejor a los nuevos desafíos y cambios que la realidad les ofrece.
Es de esperar, para el bien de la sociedad mundial, que los valores occidentales se desparramen por el mundo. Ellos dieron origen a la sociedad moderna y su cultura donde la actividad científica fue institucionalizada, surgió el sistema capitalista que permitió el consumo, el arte, y la recreación como elementos masivos.
Deberían recordar los que despotrican contra Occidente que el progreso no es inexorable ni su desarrollo es el mismo en las diferentes estructuras sociales.
Hay una resistencia enorme y muy marcada en la intelectualidad occidental a la sociedad de alta complejidad. Lo demuestran los intentos utópicos de volver a un pasado que se inventa como glorioso. Lo hacen viviendo en este mundo donde la secularización, el saber en general, la innovación, el nivel de vida, la permeabilidad a los beneficios de otras culturas, entre otras características, han permitido programas políticos y económicos mas racionales- sin endiosar a la razón sino pretendiendo se le den datos congruentes con la realidad- de acuerdo a sus increíbles resultados.
Se olvidan que gracias a la mentalidad moderna -basada en la crítica y la autocrítica- pueden expresarse con libertad. No es malo entonces criticar sino dejar de lado las exigencias de la realidad y su adecuación a ella.
La historia de Occidente nos muestra que ese largo y dificultoso proceso llevó a la sociedad actual a gozar de posibilidades materiales y espirituales increíblemente mayores.
Donde el liberalismo asentó su pié, la libertad le permitió a las personas elegir su realización personal, dentro de un marco normativo que protege a todos por igual, las liberó de la colectividad y de un poder político absoluto permitiendo, de allí en más, bien o mal, participar en las decisiones políticas.
La garantía a los derechos civiles sobre todo a la propiedad privada-que comienza con el descubrimiento de la propia persona-disminuyó la arbitrariedad y limitó el poder de los que gobiernan.
La Constitución, otro regalo de Occidente creo los principios que pretenden evitar el abuso del poder tanto de la minoría como de la mayoría.
Es evidente, sin embargo, que no ha bastado para evitar las arbitrariedades como se observa claramente en países como Venezuela, Argentina, y Bolivia, entre otros.
Quienes allí gobiernan especulan con el miedo que parte de la sociedad tiene a la responsabilidad de encarar su propia vida sin la boa constrictora de los lazos comunitarios. No es fácil aceptar la libertad propia y la de los demás, ni pagar los costos que apareja poder decidir el propio destino.

Elena Valero Narváez. (Autora de “El Crepúsculo Argentino. Lumiere. 2006)
evaleronarvaez@hotmail.com

Egipto y el proceso de democratización

En el acceso a la modernidad, Egipto, muestra una creciente complejidad social, liderazgos alternativos en formación, alto grado de secularización y enorme aumento de las masas disponibles, fundamentales condiciones para conseguir la formación de la estructura política, la participación ciudadana, y la creación de un sistema de partidos.
Históricamente, esta etapa ha estado caracterizada por revoluciones y dictaduras antes de alcanzar una democracia estable.
En Egipto, como otros países árabes, vemos masas surgidas de estructuras tradicionales pretendiendo sufragar y exigiendo al poder político que acepte la opinión de todos, especialmente de las minorías y la alternancia en el poder, vía políticos profesionales y partidos que los representen.
Este proceso en algunos países pudo consolidarse progresivamente como es el caso de Inglaterra y sobre todo EEUU, permitiendo una incorporación paulatina de las masas y un afianzamiento progresivo del sistema de partidos. En otros la velocidad del cambio social fue tan rápido que provocó crisis internas o revoluciones que terminaron en sistemas antidemocráticos.
La Revolución Francesa, y la Revolución Rusa, son casos paradigmáticos. También lo son el fascismo y el nacional socialismo.
Argentina es otro ejemplo: el proceso de democratización derivó en un sistema corporativo dirigido por el entonces coronel Perón, donde las corporaciones se superpusieron a los partidos y acapararon parte de sus funciones: acabaron con la funcionalidad política que permite un sistema de partidos consolidado.
En 1946 las masas que recién comenzaban a participar dentro de una estructura pálidamente democrática no encontraban partidos políticos que permitieran su inserción. Siguieron a un repentino líder surgido de un movimiento militar quien triunfó porque no había mecanismos democráticos institucionales ni cultura política democrática afianzada que pudieran contenerla.
El caso de Egipto muestra severas asincronías: por un lado, sectores urbanos bastantes secularizados, con relaciones sociales típicas de la sociedad de alta complejidad, donde prima la individuación, amiga de la libertad y, por otro, sectores, incluso intelectuales, que resisten el capitalismo y la democracia. A la vez, rechazan la sociedad tradicional que, inexorablemente, se esta demoliendo, como en buena parte del mundo árabe, producto del indetenible avance de la economía de mercado.
Es difícil pensar que Egipto pueda pasar a una democracia plena sin que existan y funcionen canales democráticos de inserción.
Si este proceso no termina, en una dictadura de base militar, lo probable y deseable sería una democracia limitada que permita la creación paulatina de canales de participación y líderes políticos profesionales.
Creo que es el mejor destino inmediato que podemos desear a Egipto para que este estallido social no desemboque en el avasallamiento de las minorías y, el Estado, desestimando los métodos pacíficos de la democracia imponga sobre personas, empresas, asociaciones y grupos de presión otra vez el autoritarismo creando condiciones favorables para el totalitarismo.
El progreso no es inevitable. Depende de las ideas, de lo que piense la gente.


Elena Valero Narváez . (Autora de “El Crepúsculo Argentino”. Lumiere.(2006)
evaleronarvaez@hotmail.com

CATAMARCA Y…DESPUES?

El gobierno radical de Catamarca duró 25 años en el poder. La política del gobernador, como la de otros caudillos provinciales que se eternizaron en el gobierno, sostuvo regimenes basados en ideas socialistas y nacionalistas.
Como bien dijo Karl Popper, el Sócrates del siglo XX, “el mundo está gobernado por las ideas”.
Los hombres somos instrumentos de lo que pensamos. Ideas que chocan con la realidad no han permitido progresar a la Argentina como debiera, a pesar de las condiciones favorables que el mundo le ofrece.
La elección de Catamarca muestra una sociedad en un 80 % dependiente del Estado. La gente esta en manos del gobernador o del gobierno municipal. La mayoría son trabajadores estatales y el campo no tiene- como sucede en la provincia de Buenos Aires- influencia política. Tampoco tienen industrias importantes. La esperanza de los catamarqueños es estar bien con el gobierno nacional porque de él dependen. No les importa el color político de sus gobernantes.
De cualquier manera el análisis que se haga sobre el resultado de las elecciones en Catamarca tiene escasa importancia para pronosticar el futuro político de la actual presidente.
Se puede decir que Cristina Kirchner ganó la elección presidencial gracias a que le dieron su voto pueblos dependientes del campo. No parece posible que hoy cuente con su adhesión. En las grandes ciudades tuvo resultados desfavorables.
Si observamos el pasado reciente de la Argentina solo podríamos aventurar, con respecto de las próximas elecciones, que el sufragio dependerá de la coyuntura política y económica del momento.
Es muy difícil intentar predecir en la Argentina: ¿Quién diría, por ejemplo, que la intención de voto a Cristina Kirchner aumentó por la muerte de su marido? No hizo nada para merecerlo.
Otro ejemplo que muestra como piensa la gente es el caso del vice-presidente Cobos. Por un voto favorable al sector agropecuario, y por la simpatía que este hecho despertó en la ciudadanía, es candidato a la presidencia.
De un día para el otro, en nuestro país, puede cambiar drásticamente la situación.
Los alemanes si aumenta el índice de inflación no votan a quien conduce el gobierno. No se olvidan del sufrimiento que este flagelo les impuso aunque hayan transcurrido muchísimos años. Aprendieron.
En cambio, nosotros, que pasamos por la hiperinflación y actualmente se diluye el valor de nuestros salarios, no rechazamos, como lo demuestran las encuestas serias, a los responsables de las políticas inflacionarias. Tampoco lo hicimos, allá lejos y hace tiempo, cuando Perón, presidente de la República, reconocía que los precios iban por el ascensor y la salarios por la escalera.
Los líderes sindicales se contentan con pedir aumento de salarios pero no se preocupan porque el crecimiento del gasto público sea superior al de los ingresos.
Con respecto a la corrupción, la objetamos todos, sin embargo, Ricardo Jaime, acusado de hechos que evidentemente lo comprometen, estará en las listas peronistas de Córdoba.
En los últimos días asusta el comportamiento de funcionarios políticos que multan a empresas privadas que elaboran estadísticas. Ante un pedido de la justicia suiza que investiga el lavado de dinero, líderes sindicales amenaza parar al país con huelga de transportes e intimidan a la prensa independiente en el intento de tener una justicia a su medida.
Un proyecto de ley procura violar la propiedad privada de los barrios cerrados.
Se hace un culto a los derechos humanos mientras siguen en la cárcel militares y civiles, presos políticos, quienes, curiosamente, parecieran carecer de esos mismos derechos.
Todos estos hechos son de indudable base fascista.
Durante años fuimos antidemocráticos, incluso votamos dictaduras electivas. En 1983, resolvimos regresar a un sistema democrático, votó la mayoría por la paz después de pasar por la lucha de los militares contra el terrorismo e, incluso, por la guerra de Malvinas. No obstante, se violan diariamente los principios democráticos y republicanos.
¿El comportamiento de la sociedad argentina y de sus gobernantes que son su expresión, indica que aquí puede suceder cualquier cosa?
Esa es la pregunta que nos hacemos algunos argentinos.
El tema de la Justicia es un problema central. El buen funcionamiento es vital para cualquier país que pretenda que los derechos individuales que consagra la Constitución sean respetados.
En la Argentina, la libertad y la democracia han disminuido grados. Perdimos en gran medida la coherencia que tienen los países democráticos: no se respetan las obligaciones y derechos que manda la Constitución: no solamente del sufragio vive la democracia, debe conciliarse con el respeto a la división de poderes.
El gobierno, como la oposición, olvida la importancia que tiene la comparación para aprender. Si lo hicieran, no tendrían dudas sobre cual es el sistema de valores en que se basa la riqueza de los países desarrollados.
El liberalismo le gano la guerra al fascismo, al comunismo y al nacional-socialismo. Hoy se habla de democracia en todo el mundo a pesar de los graves problemas que existen.
La naturaleza humana no se puede cambiar pero si el sistema que mejore las relaciones sociales y que brinde beneficios a la gente. No me refiero, precisamente, al socialista o fascista porque donde se intentó aplicarlos fracasaron.
En el mundo, la realidad indica que es muy probable que se imponga la institucionalidad liberal porque aumenta la calidad de vida de la gente salvo que haya una mutación genética y a los hombres les guste vivir en la miseria.

Elena Valero Narváez. (Autora de “El Crepusculo Argentino”Lumiere.2006)
evaleronarvaez@hotmail.com

AEROLINEAS ARGENTINAS...SE IMPONDRÁ LA REALIDAD?

Aerolíneas Argentinas sigue asfixiada por los siete gremios que representan a los empleados de dicha empresa. Los usuarios son rehenes de los incesantes conflictos que se desatan entre ellos.
El grupo empresario Marsans - compró la empresa en 2001- se vio imposibilitado de sacarla a flote por la fortaleza que adquirieron los sindicatos con el apoyo del Ministro de Planificación Federal: Julio De Vido y el, por entonces, Secretario de Transporte, Ricardo Jaime.
Muchas empresas tuvieron que permitir que funcionarios del Gobierno decidieran la integración de un nuevo socio amigo para que terminaran los problemas gremiales y de todo tipo, so pena de no poder funcionar.
Aerolíneas no marcha, aunque el estado permitió la reestatización en el 2009 y esté gerenciala por un militante de la agrupación kirchnerista, La Campora, mientras continúa el proceso de expropiación.
Ahora, el gobierno busca un socio privado ante las continuas protestas gremiales y la indignación creciente de los usuarios.
En un año electoral Cristina no puede mostrar tan visible fracaso.
El tema a considerar es por qué una empresa que no funciona debe ser mantenida por el estado solamente por cuestiones ideológicas y por qué no se pasa íntegramente a manos privadas si es que aparece un interesado en comprarla.
Creo, que no solamente el gobierno tiene la idea estatista enquistada en el cerebro sino que, también, muchos argentinos siguen suspirando por empresas estatales.
Uno de los argumentos que he escuchado asiduamente es que no funcionó tampoco en manos privadas, con el grupo Marsans. Pero, si no funcionaba lo mas lógico era dejarla quebrar como pasa con cualquier empresa privada. El Estado se hizo cargo y los argentinos perdimos millones sosteniendo una empresa que daba pérdidas y que no podía mantener un servicio mínimamente adecuado.
Todavía ni el gobierno ni buena parte de la sociedad –la reestatización la acepto la mayoría en el Congreso- entiende, por qué no conviene que haya empresas estatales.
Para comenzar, y lo demuestra el caso Aerolíneas, lo más típico de la burocracia estatal es la corrupción. Los empleados acaudillados por los sindicatos se negarán a perder sus puestos si se intenta modificarla para que funcione mejor.
También su aparato administrativo tiende a crecer indefinidamente, es infinitamente mas extenso que en la empresa privada, la cual depende para subsistir no de la ayuda económica de origen fiscal sino de los servicios que presta.
Ante el argumento, que muchos esgrimen, de que hay en el mundo algunas empresas estatales que funcionan, no se puede negar, ya que los medios son eficaces si alcanzan un fin. Pero se puede argumentar que hay medios más eficaces que otros, pues los costos son distintos.
Si una empresa privada quiebra, pierden los dueños y el sector ligado a la empresa. En cambio, si una empresa del estado no rinde los costos los pagamos todos los argentinos quienes somos los que contribuimos con nuestro trabajo para mantenerla.
Sabemos que nadie gasta bien el dinero que no le pertenece si no tiene que dar cuenta a nadie de los gastos.
En cuanto a la atención del cliente, es vigilado por el empresario privado porque, el rendimiento de la empresa depende de los consumidores o usuarios, por lo tanto, la ética del trabajo es mucho mas elevada en el sector privado que en el estatal ya que hay mucho mas vigilancia de la calidad del servicio y peligra su puesto laboral. Además, se le agrega la opinión sobre los servicios de los clientes y la del propio Estado que puede intervenir si hay sospecha de alguna transgresión.
El Estado para ser eficiente y disminuir las consecuencias negativas de la burocratización debería evitarla, no fundiéndose en ella, como lo hicieron los gobiernos socialistas y nacional-socialistas. La manera de hacerlo es simple: someter las burocracias a la fiscalización del mercado.
La función social, que algunos pretenden como obligatoria en la empresa privada, se cumple siempre, si resiste a la competencia propia del mercado. Los consumidores lo acreditan cuando están conformes consumiendo el servicio o demandando el bien que se produce.
Por otra parte, si la empresa estatal cumple, como la privada, un fin social, lo hará minada por la burocracia con mucha menos eficiencia. Tal vez solo puede cumplirla y no sé, de acuerdo a los resultados, si tan justificadamente, en hospitales, policía y educación.
Por último, el avance del estado sobre el mercado, en este caso, por medio de estatizaciones, implica un aumento de la concentración de poder, lo que limita la propiedad privada de los medios de producción y con ello las opciones de la gente a elegir al disminuir la competencia en beneficio de los que gobiernan. Además, como lo ejemplifica el socialismo y el comunismo, la disminución de la propiedad privada trae aparejada la destrucción de riqueza, por lo tanto, el aumento de la pobreza general.

Elena Valero Narváez. (Autora de “El Crepúsculo Argentino”. Lumiere.2006)
evaleronarvaez@hotmail.com

Los políticos y la propiedad privada.

“La equidad será destruida si no estamos seguros de poseer lo nuestro porque, como ya he dicho, el fundamento de toda asociación civil es la libre posesión de la propiedad…El que está en el gobierno debe procurar, ante todo, que cada uno conserve sus propios bienes y que el estado no disminuya los bienes privados” Marco Julio Cicerón 106-43 AC


Ante el avance, contra viento y marea, del actual gobierno sobre la propiedad privada, es una buena noticia que algunos de los candidatos comiencen a tener un discurso que promueva su defensa. Reconforta que Lilita Carrió exprese que no es estatista y que serlo constituye un anacronismo.
Tal vez, la realidad comience a imponerse y el 2011 nos proporcione candidatos que comprendan que la libertad depende, en gran medida, de la consolidación jurídica de la propiedad privada.
Ella es la que limita al poder político y garantiza los derechos civiles. Es sano que se diseminen espontáneamente empresas y toda clase de asociaciones no ligadas al poder político porque, son las que pueden exigir el respeto de las leyes y evitar las arbitrariedades de los que gobiernan.
La Historia nos muestra que la defensa de la dignidad humana, el pluralismo religioso, la participación política, los derechos inalienables del hombre, y la democracia representativa son todos valores que Occidente legó al mundo entero. Desde 1853, los exige nuestra Constitución. Cuando se han respetado los gobernantes son revocables, condición necesaria para que la libertad se pasee oronda en las democracias y la acción social, en su conjunto, sea más responsable.
Contrariamente a lo que muchos creen en nuestro país, la Constitución nos indica el rumbo que debe llevar la economía. Exige basarla en la libertad, tanto de nativos como extranjeros, de tener, trabajar, producir, adquirir y enajenar. Es atentar contra nuestra Carta Magna, contra la riqueza nacional, todo lo que la obstaculiza.
Ninguna ley puede contrariar los principios que consagran la libertad de comercio, de navegación, de trabajo, de tránsito y de usar y disponer libremente de la propiedad. Es obligación de los tres poderes de la República defenderlos.
Los gobiernos Kirchneristas, como otros en el pasado, han rapiñado y malgastado la riqueza obtenida en la sociedad civil.
Para que no vuelva a ocurrir, la oposición debe unirse en un pacto de hierro: respetar la Constitución y todos los que sean elegidos para gobernar honrar sus principios y leyes. Allí se encuentran las bases para los programas de gobierno.
Cristina Kirchner sigue adherida al mito de que es el gobierno el que debe repartir la riqueza, transfiriendo los recursos de acuerdo a lo que ella y sus colaboradores creen correcto. Es por eso que, efectos tan graves como la inflación, estén devorando el esfuerzo de los asalariados, el campo tenga problemas para la comercialización y la inversión y, entre otras cosas, la política energética sea un desastre.
La receta debe ser otra: una sociedad libre donde la gente sea la que decida con su compra y dirija, premie, o castigue, la producción de bienes y servicios. Por supuesto, respetando el derecho a que la ganancia sea de quien la produce dando al Estado, para razonables gastos, lo que se acuerde en el Congreso.
La desigualdad social no es la causa de la pobreza, como lo expresan casi a diario, la mayoría de los políticos argentinos. Depende del funcionamiento de la sociedad en su conjunto. No esta ligada a la pobreza, cuyos grados se diferencian de país en país, como lo demuestran Cuba y muchos de los países africanos, los cuales son más igualitarios que EEUU pero, infinitamente más pobres: la vida de la gente es miserable comparado con los países desarrollados.
Debemos entender, de una vez por todas, que repartir la riqueza no consiste en distribuir sino en crearla. Una sociedad no se enriquece cuando se traba el comercio, la producción, la productividad y las exportaciones.
Habrá más oportunidades para quien habite el suelo argentino si los gobernantes se pre-ocupan en que haya más libertad de elegir y menos leyes que dificulten las inversiones, los intercambios, los precios y, por consiguiente, la depreciación de la moneda.
El Estado no debe quedarse con lo que no es suyo. Los bienes privados deben ser respetados, dentro de un marco legal y una justicia independiente que proteja a todos por igual y permita la autonomía y libertad de las personas. Cicerón, hace siglos, lo sabía y predicaba.

Elena Valero Narváez. (Autora del “El Crepúsculo Argentino” LUMIERE:2006)
evaleronarvaez@hotmai