los argentinos y la resistencia al cambio

Los argentinos y la resistencia al cambio.

Evidentemente Marx se equivocaba cuando pretendía que el cambio tiene un desarrollo continuo e inexorable. La historia de nuestro país nos presenta ejemplos inmejorables para rebatir la idea de que hay un proceso histórico inevitable.

Si a principios del siglo XX muchos aseguraban un porvenir venturoso para Argentina. Los hechos demostraron lo contrario. Jamás podremos hacer pronósticos seguros, aunque sí algunos mejores que otros.

Las elecciones primarias indicaron que pocos son los que se animan a votar un cambio cuando hay temor de que afecte sus intereses. Además, muchos tienen exacerbada la “amnesia deliberada”. Para no sufrir olvidan las políticas erróneas, engendradas por Perón, Alfonsín, o los Kirchner, recordando solo sus cualidades.

La educación ha mantenido una cultura estatista que se ve claramente en la aceptación de liderazgos que prometen subsidios y prebendas y lazos estrechos con el gobierno. No se defiende la propiedad privada que garantiza la Constitución.

Muchos intelectuales y políticos -como en la Rusia zarista los bolcheviques- adhieren a ideas socialistas: anticapitalistas y antimodernidad. Una contradicción total pues la técnica moderna y la productividad sin capitalismo son imposibles.

La mayoría de los sufragantes votó en contra de instituciones políticas liberales que paradójicamente se intentan consolidar en casi todo el mundo. No tienen la psicología del hombre libre. Viven y quieren vivir en el útero materno por eso creen más en el Estado que en ellos mismos.

Quieren seguridad por eso no se animan al cambio. No se dan cuenta que la seguridad no existe porque estamos inmersos en la aventura de vivir.

Temen la competencia, prefieren mercados controlados, no entienden que si se suprime el mercado no se sabe el valor de las cosas. El mercado tan temido solo es el espacio social donde la gente hace sus intercambios. Necesita de buena información para poder funcionar como corresponde. De ello se han dado cuenta los chinos cuya máquina política continúa pero han hecho desaparecer al comunismo que les traía atraso y hambre. Aprendieron de los países asiáticos que aceptaron el capitalismo.

En nuestro país, se continúa creyendo en la teoría de Marx: a más capitalismo más pauperización, No es así: lo prueban los países desarrollados, los cuales, más allá de sus crisis, han desarrollado importantes sectores medios.

Necesitamos líderes políticos que acepten riesgos, tomen iniciativas, decidan metas y nos digan el modo de llegar a ellas. Que no sean temerosos y prefieran mantener el “statu quo” a sabiendas de que atrasa.
Casi todos se sienten más protegidos pareciéndose a los Kirchner. Como decía Juvenal, su sometimiento da la medida exacta de sus temores.

La presión social impidió que los candidatos se animaran a decir en la campaña lo que no se considera políticamente correcto. El temor y la incertidumbre hicieron que dejaran las cosas como están. No hubo un líder que generara expectativas positivas o una crisis que acelerara un cambio de rumbo. Con su actitud motorizaron las bases psicológicas para que se aceptara la continuidad de la actual presidente.

En estas primarias se rechazó la oportunidad de mejorar por razones culturales y psicológicas. Creo que solo una profunda crisis podrá animarnos al cambio que precisa el país para aprovechar las buenas oportunidades que nos ofrece el mundo y para enseñar los dientes a las políticas que nos llevan a mancillar la República.

Elena Valero Narváez. (Autora de “El Crepúsculo Argentino” Lumiere.2006)
evaleronarvaez@hotmail.com

TROPEZAR CON LA MISMA PIEDRA

La gente no siempre elige los valores y en eso se equivoca. No debiéramos defender el relativismo ético: hay que proteger la libertad, la vida, la propiedad privada y otros valores esenciales. No los podemos “dejar en el placard”. El relativismo ético llevó a los alemanes al nacional –socialismo.
En Argentina todos los políticos dicen que lucharán por el bien común. La cosa es cómo lograrlo.
El sistema impuesto por el gobierno no ayuda a ese propósito.
Néstor Kirchner copió del ex presidente Perón la receta de permitir el voto sin respetar y tolerar a las minorías. Atacó los pilares de la democracia: los partidos de oposición y la opinión pública.
A Cristina se le intentó dar los roles que tenía Evita: debilitar el papel que tienen los dirigentes gremiales sometiéndolos a una doble subordinación: la de Néstor y Cristina. Crear otro poder sobre los trabajadores que no dependiera de la elite gremial pero sí del jefe supremo: Néstor Kirchner. Su muerte dejó a su mujer sin la instancia suprema.
La presidente requiere de la estructura gremial para mantener la tranquilidad social y para utilizarla- como hacia Perón- para amenazar a empresarios, partidos y otros grupos, cuando se oponen a su política. Aunque con dificultades- la presidente no es Perón- seguirán siendo socios.
También se extenderá aún más la beneficencia estatal como propaganda favorable al gobierno disputando, de este otro modo, a los gremios, la adhesión de los trabajadores.
El estado -como en la década del 40- comienza a tener un papel preponderante en el manejo de la sociedad. Está adquiriendo cada vez más resortes en detrimento de la sociedad civil.
No tendremos democracia si se debilita el poder de las instituciones que controlan al poder político. Este es el principal problema que los argentinos debemos resolver en las elecciones de octubre mediante el voto.
Si el estado conculca las libertades que pertenecen por derecho inalienable a las personas, los argentinos estaremos a merced del gobierno, dejaremos de estar protegidos por las leyes.
Los grupos con rivalidades –contrariamente a lo que decía Marx- pueden llegar a acuerdos o separaciones ventajosas para la sociedad mediante el diálogo. Si no se les permite comunicar las diferentes posiciones, no podrán adaptarse a la realidad y sobrevendrán consecuencias no deseadas.
Tampoco es cierto que el desarrollo del mercado aporte más pobreza. Por el contrario, donde se desarrolla hay más diferencia entre pobres y ricos, pero hay menos pobres y más clase media. La pobreza no es sinónimo de desigualdad social.
El mundo es demasiado complicado para saber en qué consiste pero podemos aprender de la Historia, para no cometer los mismos errores.
Atacar a la propiedad privada acaba con el pluralismo al concentrar el poder en el estado, aumenta la burocracia y con ello la corrupción.



El sistema al que nos lleva el gobierno actual es maquiavélico: se basa en la indiferencia de los medios morales para lograr fines políticos y en la astucia ligada a los resortes del estado para fortalecerlo y aumentar su poder. La finalidad de su política es conservarlo en desmedro del bien común.
Pero, más allá del éxito que logró Cristina en las urnas, tendrá problemas graves. La gente comenzará a notarlos, con claridad, cuando la situación internacional sea más desfavorable para Argentina.
Se precisa un golpe de timón y poner proa al mundo desarrollado. No es probable que la presidente opte por ello, si gana, en octubre. Se necesitan inversiones que no vendrán si no existen reglas claras e instituciones que las afirmen. Los grandes capitales requieren de la independencia de la Justicia para estar seguros.
La inflación se irá comiendo los salarios mientras el Banco Central seguirá emitiendo para facilitar el despilfarro del gobierno.
La mayoría no siempre tiene razón. Los sectores ligados al campo, votaron en masa a Cristina, cuando pretendía llegar al poder por primera vez. Pensaron que cambiaría el rumbo dado por su marido al gobierno. Creyeron que la realidad la obligaría a hacerlo, una utopía. Así les fue…
Hoy vuelve a ganar el kirchnerismo. Buena parte de culpa la tiene la oposición. Ni se unieron ni se diferenciaron del modelo kirchnerista. Los argentinos, sin remedio, una vez más, nos daremos la cabeza contra la pared.

Elena Valero Narváez. (Autora de “El Crepúsculo Argentino”Lumiere.2006)
evaleronarváez@hotmail.com