23 de Octubre: Esparta o Atenas

En su libro La Política Aristóteles aconseja a quién busca el mejor régimen político que defina, ante todo, qué tipo de vida es la más deseable, pues si esto se ignora se va a ignorar, también, el régimen más perfecto. Considera a la Monarquía, a la Aristocracia, y a la República como regímenes correctos. Juzgó como sus desviaciones, la tiranía, la oligarquía y la democracia. Basa la tiranía en tres supuestos básicos: que los súbditos piensen poco, que desconfíen unos de otros y la imposibilidad de acción. Observa que la fuerza es su elemento fundamental porque es necesaria para gobernar a los que lo desean y sobre todo a los que no lo desean. Sin ella no hay tiranía que valga. La opone a la democracia, sistema cuyo basamento básico es la libertad y la alternancia en el poder. Ello, permite, que el buen gobernante aprenda estando bajo el gobierno de otro. No puede gobernar bien, quien no ha obedecido. La Autoridad –definida por él como aquello en lo que está de acuerdo la mayoría y no la fuerza- la convierten en un sistema más sólido que la oligarquía y más duradera, porque promueve sectores medios y un acceso mayor a los puestos de honor. Alerta sobre políticas que desarrollen la pobreza. Según Aristóteles, donde unos pocos tienen en exceso y muchos nada, sobreviene una democracia radical, una oligarquía pura o una tiranía ocasionada por ambos excesos. Defiende la soberanía de las leyes. Es preferible - apunta- que mande la ley en vez de un ciudadano cualquiera. Si bien la ley es lo equilibrado más soberanas que las leyes escritas, sobre temas importantes, son las leyes fundadas en las costumbres. Lo funda en que si un hombre resultara un gobernante más firme que las leyes escritas, no lo sería respecto a las leyes consuetudinarias. Asienta el buen gobierno, por un lado, en la obediencia a las leyes existentes y, por el otro, en que sean buenas las leyes de quienes perseveran en ellas. Veamos, ahora, algunas de las propuestas de Aristóteles para lograr la estabilidad de un sistema político: -Vigilar para que no se infrinjan las leyes y sobre todo cuidar las de poca importancia porque – afirma- la ilegalidad se introduce subrepticiamente, de igual forma que el gasto pequeño, si tiene lugar a menudo acaba con las fortunas.. - Gobernar por poco tiempo porque es más fácil obrar mal si se gobierna por mucho. - El conocimiento de un mal incipiente no debe ser tarea de cualquier hombre sino del político. -Que haya una ley que suba o baje las rentas, si hay superávit subiéndolas en proporción al aumento y si hay déficit bajándolas y reduciendo también la tasa. -Las políticas deben estar dirigidas a crear condiciones para que todos los sectores progresen y que aumente la clase media. -Las magistraturas no debieran proporcionar dinero. -Los que ocupen cargos de mayor responsabilidad tendrían que contar con tres virtudes: amor hacia el sistema establecido, mayor competencia en los asuntos de su cargo, virtud y justicia. -La educación debe ser acorde con el sistema político para que todos estén habituados y formados en el sistema que se elija. Viene bien, en éste período preelectoral, recordar que desde hace siglos, hombres ilustrados, en este caso Aristóteles, vieron como solución a los conflictos que puede acarrear la democracia, más democracia. Rechazó –aunque se equivocaba cuando aceptaba la esclavitud- las ideas de Platón quien ante los problemas de la democracia ateniense propuso un régimen utópico donde la justicia significara el gobierno absoluto de una sola clase. Y, exigía un gobierno de clase totalitario y la decisión de ponerlo en práctica. El programa político de Platón es totalitario y antihumanitario como lo demuestra Karl Popper en su excelente obra “la Sociedad Abierta y sus enemigos”, libro que deberíamos haber leído la mayoría de los argentinos antes de votar. El domingo 23 decidiremos cual sistema consideramos mejor: la tiranía o la democracia, si aceptamos la sociedad abierta que representa la libertad del hombre a la búsqueda de su propio destino o la cerrada que defiende la omnipotencia del estado por sobre la sociedad civil: Esparta o Atenas. Elena Valero Narváez. (Autora de El crepúsculo Argentino. Lumiere. 2006) evaleronarvaez@hotmail.com

¿Al son del tambor?

“¿Qué les falta para ser libres?¿Qué? El placer mismo de serlo. No me pidáis que analice éste placer sublime: es necesario experimentarlo. Penetra por sí mismo en los grandes corazones que Dios ha preparado para recibirlo; los inflama. Hay que renunciar a hacerlo comprender a las almas mediocres que jamás lo han sentido” Alexis de Tocqueville El gobierno decide cupos de importación y exportación, dibuja el índice oficial de precios, no honra las deudas, incumple las reglas de la comunidad internacional, evita la libre información, y decide entre muchas otras cosas que la ley no es igual para todos. Podemos vaticinar que después del triunfo kirchnerista -lo dan por descontado hasta los opositores- los argentinos marcharemos al son del tambor de la actual presidente de la República. No olvidemos que puede obtener la mayoría en ambas cámaras del Congreso. Si para que esto pase se necesita de los votos de más de la mitad de los argentinos, podemos decir sin equivocarnos que éstos quieren que el gobierno decida sobre sus vidas. ¿Qué pasará con los que ambicionamos hacer nuestro propio camino, con quienes creen que el hombre inventa su destino al andar, propone sus metas y el modo de alcanzarlas? Con los que entendemos que el sentido de la libertad se compone de autonomía y riesgo? ¿Volveremos a dar pase libre al tan temido Leviatán que esclavizó a la sociedad soviética a partir de 1917? ¿Tendrá el gobierno, si se reforma la Constitución, y con el poder de veto y los decretos de necesidad y urgencia, facultades ilimitadas? ¿La propiedad privada estará sujeta a su capricho? ¿Del 23 de octubre en adelante las elecciones serán digitadas y el sucesor de Cristina elegido autoritariamente desde la Casa Rosada? ¿Se regulará aún más el comercio exterior? ¿Se enseñará en las escuelas y universidades sólo la ideología nacional-socialista-kirchnerista, denostando a la que nos hizo progresar desde 1853 a 1930? ¿Las acciones de funcionarios estatales estarán por encima de las leyes que rigen a los ciudadanos? ¿Continuará la malversación creciente de los fondos públicos sin que haya control legal alguno fuera de las decisiones amañadas del gobierno? ¿Los sindicatos unidos al poder por intereses espurios se transformarán en agencias políticas favorables al gobierno? ¿Se extenderá el sometiendo a jueces obligándolos a actuar parcialmente? En 1983 la mayoría en nuestro país aspiraba a vivir en una democracia participativa, donde reinara la paz y la libertad. Casi todos pretendíamos recorrer el camino hacia el fortalecimiento del sistema de partidos, y poder expresar nuestras ideas sin estar sujetos a coerciones. En Octubre parece que se va a votar lo contrario. Ya no hay dudas del convencimiento de Cristina Kirchner en que va por el camino correcto. Los votos de las primarias la han convencido en las bondades de tener todos los resortes del poder en sus manos. Quienes voten a Cristina Fernández, no podrán decir que no esperaban la transformación de nuestro sistema político, económico y el ordenamiento jurídico institucional que emana de la Constitución: la sumisión de más de la mitad de los argentinos lo permite. El modelo populista se llevará puesto el régimen de propiedad privada y libre empresa, la división de poderes en la práctica será una farsa. No se respetarán los fallos del poder Judicial si son contrarios a las necesidades del gobierno. Se combatirá a quien discrepe con el gobierno y se monopolizará el comercio a través del control de las divisas y los permisos de importación y exportación. El Gobierno continuará promoviendo en los jóvenes argentinos sentimientos contrarios a EEUU y a los países capitalistas favoreciendo ideas nacionalistas como lo hace el presidente Chávez en Venezuela. ¿Tendrá éxito? A corto plazo. Esta política termina en vaciar las arcas del Estado. Y en Argentina son muchos los que reaccionan cuando se les toca el bolsillo, no la Libertad. Si castigan la producción y la productividad, como hasta ahora, si ahuyentan a los capitales, los problemas económicos vendrán por añadidura. Con la crisis vendrán otros gobernantes y el cambio: no habrá mas remedio que regresar a una política exterior que se base en el dialogo constructivo con todos los países del mundo, a permitir y dar garantías al capital nacional y privado que pretenda invertir en nuestro país, y a la defensa de las normas republicanas y democráticas en las que se basan las sociedades democráticas del mundo. La oposición tiene un deber: no tener miedo a decir la verdad. Mostrar que vamos por un camino equivocado, revelar los errores del gobierno y formarse para cuando llegue el momento de elegir el rumbo no equivocarse tanto. La receta es simple: permitirle a la gente moverse hacia el futuro con libertad, reglas claras, y confianza en un Estado que no vaya en contra de lo que manda la Constitución. Derogar las leyes que obstruyen la división de poderes y la independencia de la Justicia. Los argentinos no podemos huir de la vida, de la inseguridad y de la incertidumbre con que está irremediablemente tejida. Darle las riendas de nuestra vida a un gobernante es morir en vida. Debemos pensar, tener convicciones basadas en la realidad y no abandonarlas por un plato de lentejas. Cada uno debe forjar su destino dentro de un marco de autonomía, responsabilidad y respeto a las leyes que lo hacen posible. El tiempo humano es escaso merece ser vivido en libertad. Cristina esta reviviendo un pasado que comenzó en 1943. Repasemos la Historia para no repetir errores que nos llevaron a dejar en el camino valores, que una vez perdidos, cuesta recuperar. Elena Valero Narváez. (Autora de “El Crepúsculo Argentino”Lumiere. 2006) evaleronarvaez@hotmail.com