Egipto y el proceso de democratización

En el acceso a la modernidad, Egipto, muestra una creciente complejidad social, liderazgos alternativos en formación, alto grado de secularización y enorme aumento de las masas disponibles, fundamentales condiciones para conseguir la formación de la estructura política, la participación ciudadana, y la creación de un sistema de partidos.
Históricamente, esta etapa ha estado caracterizada por revoluciones y dictaduras antes de alcanzar una democracia estable.
En Egipto, como otros países árabes, vemos masas surgidas de estructuras tradicionales pretendiendo sufragar y exigiendo al poder político que acepte la opinión de todos, especialmente de las minorías y la alternancia en el poder, vía políticos profesionales y partidos que los representen.
Este proceso en algunos países pudo consolidarse progresivamente como es el caso de Inglaterra y sobre todo EEUU, permitiendo una incorporación paulatina de las masas y un afianzamiento progresivo del sistema de partidos. En otros la velocidad del cambio social fue tan rápido que provocó crisis internas o revoluciones que terminaron en sistemas antidemocráticos.
La Revolución Francesa, y la Revolución Rusa, son casos paradigmáticos. También lo son el fascismo y el nacional socialismo.
Argentina es otro ejemplo: el proceso de democratización derivó en un sistema corporativo dirigido por el entonces coronel Perón, donde las corporaciones se superpusieron a los partidos y acapararon parte de sus funciones: acabaron con la funcionalidad política que permite un sistema de partidos consolidado.
En 1946 las masas que recién comenzaban a participar dentro de una estructura pálidamente democrática no encontraban partidos políticos que permitieran su inserción. Siguieron a un repentino líder surgido de un movimiento militar quien triunfó porque no había mecanismos democráticos institucionales ni cultura política democrática afianzada que pudieran contenerla.
El caso de Egipto muestra severas asincronías: por un lado, sectores urbanos bastantes secularizados, con relaciones sociales típicas de la sociedad de alta complejidad, donde prima la individuación, amiga de la libertad y, por otro, sectores, incluso intelectuales, que resisten el capitalismo y la democracia. A la vez, rechazan la sociedad tradicional que, inexorablemente, se esta demoliendo, como en buena parte del mundo árabe, producto del indetenible avance de la economía de mercado.
Es difícil pensar que Egipto pueda pasar a una democracia plena sin que existan y funcionen canales democráticos de inserción.
Si este proceso no termina, en una dictadura de base militar, lo probable y deseable sería una democracia limitada que permita la creación paulatina de canales de participación y líderes políticos profesionales.
Creo que es el mejor destino inmediato que podemos desear a Egipto para que este estallido social no desemboque en el avasallamiento de las minorías y, el Estado, desestimando los métodos pacíficos de la democracia imponga sobre personas, empresas, asociaciones y grupos de presión otra vez el autoritarismo creando condiciones favorables para el totalitarismo.
El progreso no es inevitable. Depende de las ideas, de lo que piense la gente.


Elena Valero Narváez . (Autora de “El Crepúsculo Argentino”. Lumiere.(2006)
evaleronarvaez@hotmail.com

1 comentario:

Jonathan dijo...

Excelente sitio de actualidad posees eh tio menudo blog!! el mio es de finanzas, https://finconsejo.es/ se llama espero os agrade, feliz año de madrid!!