Metas y medios incompatibles

El gobierno de Cristina Kirchner, como muchos otros gobiernos populistas, cometen el error de no distinguir la injusticia de la desigualdad. Es por ello que combaten todo lo que huela a capitalismo porque consideran a ese sistema económico como portador de injustas desigualdades sociales. Les asusta la competencia porque la desigualdad que provoca no proviene de las decisiones arbitrarias del gobierno sino de elecciones y acciones surgidas de la espontaneidad social.
Abrir la sociedad a la competencia y a la libre elección de los ciudadanos no se ajusta a sus necesidades: se forman centros de poder alternativos al del gobierno y ello evita y controla la extensión de su poder.
Los gobiernos populistas no se cansan de repetir que van a dar a cada uno lo suyo. Esta utopía no considera que los recursos sean escasos y que sin la división del trabajo (basada en la desigualdad) no podría existir la sociedad.
Cierran los mercados o los obstaculizan creando lo que dicen combatir: más desigualdad social porque aumenta la pobreza.
Detrás de subsidios indiscriminados se esconden las metas demagógicas. En Argentina y también en muchos otros países la ayuda estatal se ha extendido a tal extremo que ha fomentado la vagancia, el desamor por el trabajo, personas inútiles ante los desafíos que propone la vida, por eso el aumento de la drogadicción y otras adicciones.
El Estado en vez de supervisar la ayuda social dejando la responsabilidad al sector privado se convierte en un papá Noel irresponsable y burocrático que le quita injustamente al que trabaja y se esfuerza por mejorar, para darle a quienes les aportan votos sin que importe el mérito.
Tanto en nuestro país como en Europa, los votos han respondido positivamente al Estado de Bienestar: éste da respuesta al problema de cómo repartir los recursos escasos mediante un Estado que con un gasto público exagerado busca satisfacer los reclamos de la gente.
Este método se opone cada vez más al sistema de mercado que reparte mediante un mecanismo espontáneo basado en la acción electiva de las personas de manera automática e imperfecta. Por este método, que promueve y necesita de los derechos civiles para desarrollarse y extenderse, se logró el crecimiento económico, la modernización, la igualdad jurídica y un mejor reparto de la riqueza.
Parece mentira que se pretenda volver a recorrer el camino socialista: el que terminó con la libertad , no logró la igualdad que pregonaba, militarizó a la sociedad, y degradó a la persona humana llevándola a la esclavitud del trabajo forzado y de los campos de concentración.
La pretensión utópica de Marx de que todos podemos ser iguales y que podremos tener cada uno según nuestras necesidades, apropiada también, por los gobiernos populistas, termina siempre en la misma cosa: un estado fuerte, burocrático, y corrupto que concentra el poder asfixiando a la sociedad civil. Fue la base de los totalitarismos.
Argentina necesita políticos que en vez de preocuparse tanto por repartir autoritariamente, se preocupe por crear condiciones que mejoren la producción y la productividad dejando que prospere la iniciativa, la creatividad y la libertad de las personas. De esta manera el abanico de posibilidades se extenderá aunque no se logre la igualdad vanamente soñada e imposible porque va, incluso, contra la vida humana.
El mercado en la sociedad capitalista nos brinda muchas mas oportunidades que las sociedades que han pretendido ser socialistas por lo cual, si bien no trae la felicidad, un bien sumamente escaso, nos permite compensar mejor las desgracias que trae la vida.
La continuidad del modelo kirchnerista implica un voluntarismo irrenunciable por cumplir metas idealizadas. Si no se impone un cambio el gobierno será responsable de los costos sociales que exigirá, irremediablemente, seguir adelante con una interpretación simplista de la realidad.

Elena Valero Narváez. (Autora de “El Crepúsculo Argentino”. Lumiere. 2006)
evaleronarváez@hotmail.com

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