¿Cristina se cocerá en su propio jugo?

El sindicalismo- desde 1943- incrementó su burocratización y la idea fuerza de creer que el Estado era el que debía organizar en nuestro país, la vida política, económica, y administrativa. Esta idea se infiltró también en la gente, al punto de que se denostara a la democracia y por lo tanto a las ideas liberales que la originaron.
Profesores, literatos, periodistas, sectores altos y medios de la estratificación social, aún hoy, en mayor o menor medida, no comulgan con los valores liberales. Se trasunta en las prácticas políticas y sindicales, en la mentalidad de empresarios, como también, en muchos hábitos de los argentinos.
Se comparte el gusto por los fundamentos del populismo: la autarquía económica, el paternalismo , el nacionalismo y el dirigismo estatal.
1983 significó un intento por regresar al sistema democrático, pero la debilidad intrínseca de los partidos nos catapultó a regresar, con el modelo kirchnerista, a un país que quiere ser gobernado como si fuera un cuartel. Los que piensan y actúan de manera opuesta al gobierno se convierten en adversarios o retrógrados.
La realidad-según quienes nos gobiernan- se comporta de acuerdo a la ideología que ellos sustentan. Las opiniones son correctas si coinciden con los intereses de los que mandan. Cristina Kirchner y sus aláteres no consideran, ni remotamente, que sus ideas son reaccionarias. No existen, para ellos, los datos de la realidad, ni la discusión crítica, lo que importa es que se acepten dogmáticamente sus ideas.
Lo prueba la sostenida persecución a la prensa mediante censura e intimidación, como también, las operaciones en contra de los candidatos opositores. No aceptan de buen grado la lucha política típica de la democracia. Con los poderes del Estado la orientan favoreciendo a los candidatos que no le hacen sombra o eclipsando, con aviesos manejos, a los mejor colocados en la lucha por el poder.
El gobierno no tiene una visión desinteresada de la realidad, solo le importa obtener éxito en la práctica política inmediata.
Pero, es posible, que Cristina – si llega a un segundo mandato- se cueza en su propio jugo. La inflación, la falta de inversiones y el poder dominante de los líderes sindicales, asociados a la tradición peronista mas burocratizada, avanzarán, aún más, sobre un poder ejecutivo cada vez más debilitado, acarreándole serios problemas.
El Estado deberá recurrir a controles, cada vez mas autoritarios, sobre una dirigencia sindical, que aunque dependiente de sus favores, tiene que representar adecuadamente a los trabajadores si quiere mantenerse en el poder. Ello acentuará las pujas reivindicativas y, por consiguiente, disminuirá el ascenso de la actual presidente.
Cristina no es Perón, quien subordinaba a toda la dirigencia gremial a su estrategia.
Necesitará del apoyo de los partidos para imponerse y, como bien se nota, están y estarán inermes por la acción del gobierno, por la inoperancia de alguno de sus líderes y por la politización de los sindicatos. No parece posible que éstos últimos sigan adaptándose, fielmente, a las decisiones del gobierno y se sometan a seguir siendo –sin costosos premios- a ser dirigidos contra sus rivales.
Los problemas, propios de la urgente coyuntura a la que nos vamos aproximando, necesitarán de propuestas y soluciones que no van ligadas a la ideología kirchnerista sino a los preceptos constitucionales, muy relegados en estos últimos años. Las políticas que ellos impulsan son de muy diferente signo al del gobierno actual.
Se tendrá que volver a intentar, lo que se inició en 1983, lamentablemente sin resultados evidentes: la consolidación del sistema de partidos. Sin ello, no se logrará que la opinión pública aprecie la política -hoy considerada despreciativamente- y se abrirá la ventana a regímenes autoritarios, como lo demuestra, claramente, nuestra Historia.

Elena Valero Narváez. Autora de “El Crépúsculo Argentino” Lumiere. 2006
evaleronarvaez@hotmail.com

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