El caso “Macri”…


Elena Valero Naráez


Sin los partidos que hacen posible la participación política no hay otro camino que la dictadura.
Es, en el seno de éstas asociaciones voluntarias, donde se desarrolla la competencia política para alcanzar el gobierno. Cuando los partidos están institucionalizados -ello ocurre dentro del sistema democrático- dirigentes y candidatos se lanzan a la carrera política con ayuda de simpatizantes y activistas para intentar ser elegidos, en el proceso electoral, por los jueces supremos: los sufragantes.
Los candidatos deben competir arduamente entregando su vida a la actividad política: son pocos los que pueden tolerar el desgaste y el esfuerzo psicológico y personal que implica salir airoso de los conflictos políticos que se generan fuera y dentro del partido. Si bien la meta de alcanzar el gobierno trae poder y satisfacciones, supone un sacrificio personal extraordinario.
En nuestro país vemos a los partidos sumamente debilitados hasta el punto de haberse convertido en facciones donde -por definición- reina la inestabilidad. Posibles candidatos y dirigentes transitan de una a otra agrupación sin pensar en plataformas con perspectivas globales que consideren a la sociedad en su conjunto. Se unen y desunen de acuerdo a intereses políticos particulares convirtiendo a los que deberían ser partidos en grupos inestables que nos desorientan y vuelven escépticos con respecto a la política.
Somos una sociedad callada, sin entusiasmo por la cosa pública, aguantadora, sumisa a los ataques del gobierno al sistema de partidos.
El ex presidente Néstor Kirchner y la actual presidente, tienen enorme responsabilidad por ésta situación: crearon un clima político donde sectores y grupos intentan imponer su voluntad buscando gratificaciones y prebendas personales.
Éste gobierno desprecia a los partidos, pretende dominar e imponer las decisiones administrando al país desde la Casa Rosada sin tener miramientos hacia los partidos ni hacia la política.
Con el caso “Macri” que hoy llena páginas en los diarios, lo vemos claramente: se ha montado una campaña para desprestigiar a un partido y a su candidato, quien ha crecido de a poco en base a una actitud responsable de convivencia respetando a los otros partidos y aún al Gobierno. Con un grupo de gente joven y con brío intenta dar respuestas a los problemas de la Ciudad de Buenos Aires tratando de compatibilizar demandas heterogéneas del electorado porteño.
Macri, se encuentra con un gobierno nacional “antipartidos” que no acepta colaborar y pone piedras en el camino para suprimir a un rival decidido a cumplir , en lo posible, con lo prometido en la campaña electoral: dejar mejorada a Buenos Aires y luego competir por la presidencia de la República.
Kirchner también pretende llegar al 2011 y, sin consenso, toma y abusa de los resortes que le da el Estado para destruir a todo lo que encarne oposición. Es enemigo de los políticos que se destacan, de la opinión pública institucionalizada y de la competencia política. Es por ello que ataca al sistema de partidos que supone el respeto de normas comunes en la búsqueda del favor del electorado. Propone la vía del autoritarismo, la burocratización y la estatización de la sociedad.
La gente lo percibe -prueba de ello son las encuestas desfavorables a los Kirchner-pero preocupa notar a la oposición en una sintonía diferente, haciéndole el juego a Kirchner en la espera de ver derrotado a un competidor, quien, sin “cháchara”, está llevando adelante proyectos tan interesantes como es el Distrito Tecnológico de Parque Patricios. Allí, Carlos Pirovano y Enrique Avogadro, entusiastas funcionarios del Gobierno de la Ciudad, muestran en éstos días el plan de mediano y largo plazo basado en las prácticas aprendidas por los países que crearon alianzas exitosas entre lo público, lo privado y las universidades. Atrajeron capitales, tecnología y conocimiento, en un barrio que se ve favorecido con ese moderno proyecto. Ya son 21 las empresas que han apostado al mismo y son más de 160 las que están averiguando para ingresar. La policía metropolitana está por salir a las calles y el teatro Colón por abrir otra vez sus puertas, entre otras realizaciones.
Parece que tampoco a los líderes de la oposición les gusta ver encaminados proyectos macristas. En vez de hacerse atractivos a la sociedad, están involucrados en luchas entre camarillas, facciones, y corrientes opuestas de ideas, dentro de los partidos o coaliciones. Mauricio Macri, también las soporta, como se puede observar en estos días, agravado por la firme decisión de los Kirchner y sus acólitos de no permitir que sobresalga. Las declaraciones del Juez Oyarbide, alejadas de la idoneidad esperada por su cargo, junto a las del Ministro Fernández, son ejemplo paradigmático de hasta donde puede llegar la obsecuencia a los gobernantes.
La oposición debiera tenderse la mano porque es, en la competencia leal, donde se ve la capacidad de cada uno. Disminuir la figura del jefe de la Ciudad para posesionarse mejor solo traerá más debilidad al sistema de partidos y, con ello, a la democracia. No habrá competencia entonces, pero, será Néstor Kirchner quien maneje “a piaccere” los hilos de la política, con el consiguiente deterioro de la institucionalidad.
A pesar de las dificultades que le trae el difícil arte de gobernar la Ciudad, Macri, no deja de viajar en busca de inversores, mostrando, en el exterior, una imagen responsable. A la vez, no deja de ocuparse por mejorar la Ciudad aunque pueda cometer errores. Éstos son subrayados por antiguos y derrotados competidores, resentidos ex funcionarios que esperan cualquier ocasión para denostar su figura y la de su partido. Mientras, Macri, como lo hizo antes como presidente de Boca, no afloja, persiguiendo, con obras, otra de sus metas: mostrar que es presidenciable.

Elena Valero Narváez. (Autora de “El Crepúsculo Argentino.Lumiere,2006.)
evaleronarvaez@hotmail.com

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