El problema de las empresas en la Argentina


Elena Valero Naráez


Los conflictos que se suceden en las empresas privadas que operan en la Argentina, están ligadas a las decisiones últimas del gobierno porque no hay emprendimiento que deje de depender de los antojos kirchneristas o de la falta de seguridad ante las presiones sindicales de diferente signo.

La empresa Kraft, que opera con éxito en 140 países del mundo debió sufrir 2 meses de conflicto donde no faltó la violencia , la intervención policial y los cortes de ruta, todo ligado al despido de 150 trabajadores, a presiones sindicales y a un grupo de inadaptados que se creyeron los dueños de la fábrica.

Por otra parte, “La Serenísima” es la última de las empresas que esta siendo afectada por la política actual del gobierno. Se presumía que se le tenía destinado un comprador, de esos fieles amigos de los Kirchner. Parece que podrán resistir, a pesar de las dificultades en el abastecimiento de materias primas producto de las retenciones móviles, entre otros problemas.

La coacción sobre las empresas acabará solamente cuando un nuevo gobierno se decida a cambiar la orientación económica y el estado asuma como le corresponde el monopolio de la fuerza para hacer cumplir las leyes que impidan los atropellos permitiendo negociaciones lógicas y pacíficas entre empresarios y trabajadores. La libertad sindical es condición necesaria para que ello ocurra.

Por otro lado, los privilegios a empresarios, amigos del poder, alientan empresas antieconómicas -como es el caso de Aerolíneas- o crean otras surgidas en la mente de funcionarios estatales con desfavorables consecuencias.

Debe lograrse un acuerdo general que incluya a políticos y empresarios para reestablecer y hacer durable un marco donde las empresas se puedan mover libremente sin la interferencia constante del gobierno y así se vuelva a dar impulso a la iniciativa individual, la competencia y a todo lo que constituye el fundamento de una economía libre. Hay que librar a la economía como a la política del yugo entorpecedor de un gobierno estatista y dirigista.

Nos debemos una decisión fundamental, imitando a los países exitosos: ir hacia la libertad de comercio, hacia una economía decididamente liberal, permitir que se desarrolle sin la planificación que otorga un tratamiento especial a las empresas que, según sea el juicio interesado del gobierno, lo merecen. Es fundamental, dejar de politizar el proceso económico dando privilegios y prebendas a unas y hundiendo a otras según lo decida la omnipotencia de la burocracia estatal.

Preocupa, escuchar a líderes políticos, religiosos y empresarios, por la confusión de ideas que trasuntan sus discursos. Vuelven a repetir que con “la democracia se come”. No aprovechan las tribunas que le brinda la gente para defender ideas opuestas a las del matrimonio “K”. Critican la personalidad de quienes nos gobiernan pero olvidan aclarar las causas de la crisis que nos afecta en lo político, en lo económico y en lo cultural.

El constante mensaje del gobierno destinado a poner debajo de la alfombra sus errores, ha demonizado la década del 90 con rotundo éxito. Se quejaron Aníbal Fernández y otros funcionarios, en estos días, por los buenos datos que dio el funcionario enviado por el presidente de EEUU, sobre las inversiones que llegaron en ése período.

El odio al peronismo, que aún perdura en buena parte de la sociedad, ayuda a que no trascienda un análisis ecuánime sobre el gobierno menemista. Es por eso que, nadie se anima a reclamar una política capitalista, ni a hablar de mercado por temor a disminuir el caudal electoral. Liberales, por el mismo motivo, padecen de ceguera voluntaria. Así no podemos aprender del pasado. Hoy se nos acota la libertad de expresión y no se recuerda la importancia que tuvo la privatización de los canales de TV. Importa más la critica personal a María Julia Alzogaray que su excelente gestión en la privatización del monstruo ENTEL que permitió a los argentinos comunicarnos entre ellos y con el mundo. Nadie parece recordar lo que significó la privatización de Y.P.F. Nos preocupamos por los posibles cortes de energía y silenciamos la desregulación e inversiones en el sector que se hicieron en los 90. Estamos en el mundo del revés.

En esa década se intentó una experiencia extraordinaria en un país donde las ideas nacional-socialistas han perdurado por décadas. Se dio vuelta, como una media, el modelo del peronismo ortodoxo que ahora intenta reimplantar Néstor Kirchner y que produjo las mismas consecuencias. El ex presidente Menem y su equipo, que incluyó funcionarios extrapartidarios, mostrando una increíble apertura política, encaró un cambio de modelo orientado hacia la economía de mercado como arma fundamental para dar solución a los graves problemas sociales y económicos que encontró al asumir con anticipación la presidencia de la Nación.

Fue una desgracia para el país que los gobiernos posteriores apoyados por dirigentes políticos y empresarios no le dieran continuidad a esa política, corrigiendo los errores pero manteniendo el rumbo. Hubiera permitido acostumbrar a la gente a los beneficios que trajo en Chile una política similar.

Durante su gobierno, Carlos S. Menem combatió la corrupción estructural que significaban las empresas del estado, entre uno de sus más importantes logros. Atrajo capitales de todo el mundo y el modelo de orientación liberal permitió que se tecnificaran las empresas nacionales y extranjeras.

La recuperación, como sucede en Chile, no dependió de dádivas sino de la creatividad, del esfuerzo de la gente y de la libertad económica.

Creo que contrariamente a lo que creen muchos asesores de los líderes de la oposición, no es solamente con la crítica a la personalidad del matrimonio que nos gobierna y de sus ministros que tendrán la aceptación del electorado. Necesitamos lideres que se jueguen ahora y que defiendan las políticas que dieron fruto en nuestro país, en Uruguay, Chile, Colombia, Brasil, y que pregonen a los cuatro vientos para que no solo llegue a los argentinos sino a los inversores de todo el mundo, que se cambiarán las reglas de juego que utilizan los Kirchner, y se respetara la Constitución. Eso incluye dar marcha atrás con lo que se hizo mal en este gobierno.

La oposición tiene que asegurar que se honrarán los contratos, que se protegerá tanto el capital nacional como el extranjero y que la política de respeto a la propiedad privada y a la iniciativa individual, se mantendrá aunque cambien los gobiernos. Esto permitiría el shock de confianza que puede abrir el camino a la recuperación, la cual, no se puede lograr interviniendo en la actividad económica, implantando controles, anulando contratos, gastando muy por arriba de los ingresos genuinos como lo esta haciendo el gobierno actual. Se está hipotecando la confianza del mundo en nosotros, quienes, observamos azorados, como el ahorro de otros países y el nuestro están haciendo crecer a países emergentes dejando de lado a la Argentina.

El sombrío panorama se completa con el avasallamiento a la justicia por parte del gobierno de Cristina Kirchner. Mientras se deteriora la calidad institucional y la calidad de vida de los argentinos, Chile, donde perdura la orientación liberal de la economía, fue recientemente invitado a integrar la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico. Los 30 países que la integran, representan el 70 % del mercado mundial.

¿Hasta cuando vamos a mirar hacia otro lado?

Elena Valero Narváez. (Autora de “El Crepúsculo Argentino.Lumiere,2006.)
evaleronarvaez@hotmail.com

No hay comentarios: