Primer mandamiento del progreso: respeto por la propiedad privada

La violencia institucionalizada fue el rasgo común en la Historia para obtener o mantener la propiedad. La miseria alcanzaba a la mayoría en las sociedades previas al surgimiento del capitalismo.
Cuando después de un larguísimo proceso histórico, la propiedad se consolidó, dejó de depender de la fuerza de los que dominaban o detentaban el poder.
Cuando ocurrió la Revolución de Mayo, las colonias de España eran aún tierras realengas, la propiedad dependía del capricho de reyes, gobernantes y señores protegidos por el Estado.
Las instituciones democráticas patrimonio del occidente europeo y EEUU permitieron que no fuera necesaria la fuerza como fundamento de la propiedad.
Recién en el siglo XX se fue afianzando el modo capitalista de producción y acumulación -producto de ideas liberales que culminan con la Revolución Industrial- creando un mejoramiento económico, cultural y social jamás, ni siquiera soñado.
Pero junto a éste sistema, después de la Primera Guerra Mundial, las ideas nacionalistas se imponen con fuerza sobre todo en Alemania, Italia y Francia. El golpe bolchevique en 1917 reavivó las teorías marxistas y la crisis de 1929, en EEUU, hicieron triunfar las ideas socialistas, fascistas, y nacional socialistas, declinando el liberalismo y el sistema capitalista.
Sin embargo, el triunfo de los países aliados dividió al mundo y, la consolidación del sistema capitalista, basado en la defensa de los derechos individuales y de una institucionalidad democrática, mostró un fantástico crecimiento económico, en los países que lo adoptaron y en los que fueron obligados a adoptarlo como resultado de la rendición. Los países vencedores lo impusieron en Japón, Alemania e Italia devastados por la guerra.
La propiedad privada base fundamental del sistema capitalista fue rechazada o asediada por los regímenes estatistas e intervencionistas, partidarios de la planificación central, por lideres e intelectuales marxistas como Engels, Marx, Trotsky, Lenin, Guevara, Fidel y Raúl Castro. También, entre tantos otros, por gobiernos populistas y nacionalistas como fue el de Perón y lo son los actuales presidentes de Venezuela, Ecuador, Bolivia, Nicaragua y Argentina.
Pese al rotundo fracaso del socialismo en todas sus variantes, del nacional-socialismo y del fascismo, perduran estas ideas que desparraman intelectuales, jóvenes y obreros dirigidos por agitadores universitarios de clase media o sindicalistas que desprecian las ideas liberales desde un ámbito cómodo y moderno surgido justamente del sistema que combaten.
Adoptan las ideas socialistas como una religión, con fe, pero sin entenderlas. Los dominan las emociones, por ello se alejan de la realidad aunque, la Historia, les permite acceder a innumerables ejemplos de países donde la abolición del capitalismo y de la institucionalidad democrática llevó a sus líderes a crueldades que terminaron con la vida de miles de personas. Sumieron en la pobreza a poblaciones enteras salvo a los miembros del partido único, militarizaron a los sindicatos, convirtiendo a los obreros en maniquíes que no podían disponer de su vida como quisieran.
Un ejemplo paradigmático, que se resisten a comprender, es el del terrorismo, integrado por jóvenes idealistas que murieron y mueren por esas ideas aterrando al mundo con sus atroces atentados. Si se hubieran impuesto las ideas de los terroristas argentinos nos hubiéramos parecido a Cuba, país donde se entrenaban para perpetrar atentados y tomar el poder.
No reconocen que si la acumulación de capital no la consiguen los empresarios privados con su esfuerzo, es el Estado el que se encarga de ello.. Éste se vuelve cada vez mas voraz y, finalmente, debilita a la sociedad civil y se convierte en el único patrón, el que reparte la riqueza, aumentando, de este modo, la injusticia social y la corrupción.
Contrariamente a lo que aseguraba Marx, el sistema capitalista no depende de quitarles el capital a los ricos para dárselo a unos pocos amigos como lo hacen en la actualidad los regimenes comunistas o populistas, sino en crear riqueza donde no la hay.
Atacan a EEUU, representante del progreso occidental y, utópicamente, creen en idealizadas sociedades primitivas o en un paraíso socialista. Se ponen anteojeras para no ver el fracaso de esas ideas en el mundo entero. Les bastaría analizar la diferencia de riqueza entre los países capitalistas y los que lo rechazan.
Estados Unidos, Canadá, Australia, los países occidentales europeos, no les dicen nada, no los comparan con Cuba, Afganistán, Corea del Norte donde no permiten funcionar a los mercados, y el sistema de racionamiento suele ser permanente. La destrucción del capital y el estancamiento, es lógica consecuencia de un sistema que rechaza los libres intercambios humanos.
China nos da más información: Si bien este país acepta la economía de mercado no podemos decir que es un país capitalista. Para que lo sea deberá germinar un poder limitado, respeto por los derechos civiles, justicia independiente, pluralismo político y libertad de expresión sin los cuales en ningún país el sistema capitalista puede arraigarse.
Sin embargo, el reconocimiento de la propiedad privada y la creación de bancos y otras instituciones que promueve la economía de mercado, sumados a la confianza que debe sostener con el resto del mundo para poder seguir creciendo económicamente es probable que obligue a China a, no solamente abrir su economía, sino a romper las bases del socialismo. De esa manera podrá dirigirse hacia una democratización paulatina. Podría ser posible si se fortalece la sociedad civil y presiona por el cambio.
El capitalismo, contrariamente a lo que generalmente se cree, esta ligado a la ética que sostiene una base de paz, de reciprocidad y de respeto de los acuerdos y de los derechos civiles por parte del gobierno, la justicia, y las personas.
Los argentinos merecemos un milagro: volver a los valores que propician el sistema capitalista para que podamos salir del círculo vicioso en que nos entierra el intento de planificación central del gobierno actual.
El respeto por la propiedad privada es fundamental para que un país progrese en todo sentido. Y la más importante es la persona. Tanto el ciudadano común como el empresario debieran ser libres para decidir su propio destino. No se necesita que el gobierno decida por ellos, el hombre libre es mucho más creativo y eficaz que los burócratas estatales.
Ningún sistema económico es perfecto, además en las sociedades capitalistas, o en vía de serlo, sus estructuras son naturalmente asincrónicas por lo cual el desarrollo de unas es mayor que el de otras. Puede ser, por ejemplo, mas moderna la estructura económica que la política como sucede en China en la actualidad, incluso en algunos países europeos. Esto produce conflictos difíciles de solucionar o morigerar, pero, la comparación más burda nos permite asegurar que el sistema capitalista es el que permite mucha mejor producción, productividad y calidad de vida.
Y para “los jóvenes imberbes”, como los llamó Perón, que creen, aún, en las ideas marxistas y pretenden que los obreros son explotados en un régimen capitalista, vaya la retractación de Engels en la reedición de su libro “La situación de las clases obreras en Inglaterra”. Refiriéndose a lo que ocurría en ese país en 1892 escribió: “El estado de cosas descripto en éste libro pertenece hoy al pasado por lo menos en lo que respecta a Inglaterra”. ¿Que diría hoy, también Marx, si vieran el progreso material y espiritual de los países donde brilla un sistema capitalista y democrático donde el gobierno es limitado y respeta los derechos individuales?

Elena Valero Narváez. (Autora de “El Crepúsculo Argentino”. Ed. Lumiere,2006)
evaleronarvaez@hotmail.com

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