Una grave enfermedad

La Argentina se ha contagiado de populismo. Compró los exaltados discursos de la Presidente, donde, con fe nacionalista, disminuye la importancia que tiene la interrelación con el mundo, en la elevación de la calidad de vida de la gente. Ante el aplauso, casi obligatorio, de los invitados a los actos proselitistas que realiza, enumera, las cada vez más amplias medidas, que conducen al aislamiento internacional: esta política hostil hacia los países mas desarrollados aleja a los capitales y aumenta la desinversión. El incumplimiento de las normas y acuerdos estipulados con otros países, nos está convirtiendo en parias que pretenden vivir sin que nos importe cooperar, codo a codo, con el resto de naciones democráticas, en la consolidación de un sistema internacional que nos permita, a todos los habitantes del planeta, resolver o morigerar los problemas de este siglo. Por el contrario, la Presidente y sus ministros, elegidos a imagen y semejanza, crean conflictos donde no los hay, como ha sido el tema de Malvinas. No se intentó, mediante el diálogo, como se había hecho antes, una relación amistosa para resolver el problema, tanto con Inglaterra, como con los habitantes de Malvinas. Se tomó como bandera su recuperación, para hacer aflorar “el patrioterismo”, lo peor del nacionalismo autóctono y, así, tapar las críticas al Gobierno por, entre otros hechos, la tragedia ferroviaria ocurrida en la estación de Once. En el orden interno continúa revirtiéndose el resultado de la lucha entre las fuerzas armadas y terroristas. De golpe y porrazo, se humilló a quienes fueron los vencedores: militares, jueces, y funcionarios, que actuaron en los gobiernos de facto y también en gobiernos constitucionales que combatieron la guerrilla. Se impartió justicia renga: solo para los terroristas. Hoy, varios de ellos forman parte del Gobierno, mientras que hay militares y civiles que, después de años presos, continúan sin sentencia, muriendo en la cárcel. La Presidente olvida, que la juventud que defiende y de la que orgullosa dice formar parte, secuestraba, torturaba, juzgaba, asesinaba y avasallaba a sus víctimas , sin piedad. Guillermo Sallustro, Pedro Eugenio Aramburu, Argentino del Valle Larrabure, Arturo Mor Roig y tantas otras personas respetables, fueron fríamente ultimadas por esos jóvenes que comulgaban con ideas marxistas, maoístas y ultra-nacionalistas. Creyeron que nobles ideales los autorizaba a matar y a no medir las consecuencias. Pensaban implementar, si llegaban al poder, un sistema totalitario como el de Cuba, país que admiraban y donde se entrenaban para la lucha armada. Sin pretender justificar los excesos en que incurrieron los militares, no se puede olvidar, que no iniciaron los actos de violencia y que muchos de ellos dieron su vida para intentar evitar el terrorismo y los horrores que trae siempre en su cola. El kirchnerismo, también, en su ansía totalitaria, de dominar completamente a la sociedad y lograr el beneplácito que vemos en los actos de gobierno, de parte de funcionarios, intelectuales, empresarios, jueces, sindicalistas, actores y actrices oficialistas, intenta destruir el sistema de partidos que permitiría la alternancia en el poder. Corrompe la política, presionando a legisladores de la oposición para que se pasen a sus filas o que voten los proyectos del gobierno y asfixia, financieramente, a gobernadores tibios en su apoyo, como también, al Jefe de Gobierno de la Ciudad por su pretensión de competir para alcanzar la presidencia. Un caso paradojal es el del ex presidente Menem. Evidentemente- lo he entrevistado varias veces- no piensa que el plan del gobierno sea el correcto. Sabe que la actual política económica lleva a la desinversión y a la desconfianza internacional y en el plano interno a más inflación y más pobreza. Como presidente cambió el rumbo económico estatista y dirigista, en 180 grados, al darse cuenta que a la riqueza no la crea el Estado sino la actividad privada. Fue por eso que llegaron inversores. Sin embargo, en la actualidad, apoya al gobierno destructor de la propiedad privada - que lleva en su vientre la libertad y la limitación de los poderes- estatizando o, quitándole su riqueza. Son cada vez más los que se dejan dominar ante los métodos mafiosos del Gobierno. En muchos casos es porque no sienten que funcione la división de poderes. Son pocos, en la Argentina, los que se creen protegidos por la Justicia, la cual, en buena porción, se ha abandonado en los brazos del ejecutivo, tal, como parte importante del poder legislativo. Cristina Kirchner ha llevado la política, también, al mercado. Actúa enredado y sometido a su voluntad. Es así como vemos a empresarios ligados al gobierno que reciben privilegios inmerecidos y a improvisados personajes convertidos en empresarios de actividades que no conocen gracias a contactos políticos. Por si fuera poco se ha reducido, peligrosamente, la opinión pública, un pilar importante de la democracia: los canales de televisión, la radio y la prensa escrita con excepción de La Nación , Clarín, y pocos más, se cuidan de criticar al Gobierno. En este escenario, producto de una vuelta al populismo, el Estado corrompido, desparrama corrupción al resto de la sociedad a medida que la arbitrariedad y la concentración del poder aumentan. Pronto, nos veremos con el peligro de que el Gobierno ejerza el control, de los que no aplauden, por medio de métodos autoritarios, alejados de los principios que, en general, ha defendido la cultura occidental: Libertad, Democracia y Justicia. Elena Valero Narváez (Autora de “El Crepúsculo Argentino”. Lumiere, 2006) evaleronarvaez@hotmail.com

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