Cristina no quiere gobernar…

Los argentinos no le creen al matrimonio Kirchner. Tampoco los inversores del mundo entero, ni los gobiernos de nuestros países vecinos.
Se debe, por un lado , a las ideas que motorizan este modelo, las cuales han perturbado tanto la política como la economía y sobre todo a qué el gobierno no cumple con sus promesas, y miente constantemente.
Las personas que defendemos a la democracia como sistema para resolver los conflictos pacíficamente, pretendemos que se nos diga la verdad. Es lo que permite que se confíe en el gobierno. Procuramos con ello algo fundamental: evitar la dictadura.
Cuando un gobierno deja de ser transparente comienza la posibilidad de tiranizar a la sociedad, de perseguir a las minorías que son las encargadas de analizar y criticar los actos de gobierno.
La Argentina ha demostrado en los últimos días que en política no se puede predecir, todo puede cambiar de un día para el otro. Aquí, un gobierno a poco de ganar las elecciones, obstinadamente, jugó a perjudicarse a si mismo.
Es increíble, si se escucha a economistas y analistas políticos, que un gobierno pudiendo salir airoso de los problemas que comenzaban a aquejar al país, con una situación internacional muy favorable, haya actuado en su contra.
Más fantástico aún es que la acción de Julio C. Cobo, contraría a la deseada por los Kirchner, haya influido a favor del gobierno. Si no hubiera ayudado con su voto a derogar o limitar el decreto 125, se hubiera incendiado el país.
A la Presidenta no le preocupa crear condiciones macroeconómicas estables para atraer inversiones, tampoco le importa la defensa de un marco jurídico institucional condición necesaria para que vengan.
Parece no darse cuenta del costo de “dejar hacer” a Néstor Kirchner que provocó una crisis de gobernabilidad de la cual le será difícil salir. La confrontación provocó otro fenómeno: unió a las ciudades con el campo descontentos ambos por la falta de respuestas a problemas que afectan a ambos.
El conflicto que desataron los impuestos confiscatorios permitió que las ciudades tomaran conciencia de la cantidad de necesidades que les satisface el campo. No es cierto que se hayan unido por este problema sectores antagónicos. Tomaron conciencia de la interrelación que siempre han tenido.
Antes de 1870, Argentina importaba trigo y harina, principalmente de Chile y EEUU y desde esa fecha a 1913 nuestro país creció a tasas más altas que la economía mundial. Superó a Francia, Alemania, Gran Bretaña, Canadá, Australia y EEUU.
El campo fue el que permitió la creación del Estado Nacional, el que pobló ciudades y pueblos con los inmigrantes venidos a crear la infraestructura necesaria para el despegue de la agricultura y para ofrecerle brazos a las cosechas.
Presidentes relacionados íntimamente con el sector agropecuario gobernaron al país y le dieron la estabilidad política fundamental para crecer a un ritmo acelerado, gracias a las inversiones y al desarrollo industrial relacionado también, al principio, con el campo. Ya en 1890, la industria textil, alimenticia y de la construcción, se desarrolla vinculada al agro.
Gracias al mismo sector pudieron importar maquinaria para exportar manteca, leche pasteurizada, quesos. Las industrias del interior con el ferrocarril se desarrollaron: la vitivinícola de Cuyo, la azucarera de Santiago del Estero, Salta y Tucumán.
Se aprovecharon los adelantos tecnológicos para enviar carne mejorada al Mundo necesitado de alimentos, como en la actualidad.
El desarrollo de la industria que acompañó el campo fue importante mucho antes de 1930. La crisis no fue el inicio de su desarrollo como lo aseguran algunos historiadores. Superada la crisis siguió la expansión que se había iniciado en la década del 80.
Entre 1980 y 1890, se fundaron los primeros grandes establecimientos industriales, producto no solo de la mano de obra y el cápital invertido sino de las condiciones de paz y orden que lograron los gobiernos de la época.
La política intervencionista comienza en los años 30 cuando por la crisis del 29, los países se repliegan sobre si mismos obligando a otros como fue el caso de la Argentina a intervenir en la economía. El tratado Roca-Runciman (1933) que pretendió mantener el comercio con Gran Bretaña para poder colocar nuestra carne es un buen ejemplo.
No tardaron en llegar los gobiernos que comenzaron a llamar peyorativamente “oligarcas” a los dueños de campo.
Cambian las ideas y con ello el rumbo cuando podríamos haber continuado, a pesar de las dificultades que aparecieron, como lo hicieron otros países democráticos, orientados hacia el comercio mundial.
Las ciudades siempre estuvieron ligadas al campo y lo seguirán estando sin perjuicio de las demás industrias de las cuales también el campo depende.
¿Cual es la solución en la Argentina actual? Defender las instituciones libres para que todos los problemas se puedan discutir y también criticar las probables soluciones, único método que propone la democracia y al que adhieren los países más adelantados del planeta para mejorar.
¿ Pero, podemos pensar en la voluntad de diálogo de la Señora Presidenta, cuando su gobierno dispuso el retiro de animales del Ejército de la Exposición Rural, y no concurrió a la inauguración ni se lo permitió a sus ministros? Dispuso clausurar los stands de las provincias K, y prohibió a la Escuadra Azul de la Policía Federal y al Cuerpo de Granaderos a Caballo participar, cuando siempre lo han hecho en este evento, entre otros actos de venganza.
La presidenta debiera apresurarse a quitar las trabas que estorban el mercado de los granos y de la carne (en cinco años si continúa esta política tendremos que importarla) y dedicarse prontamente a preocuparse por los índices reales de inflación antes de que avance el empobrecimiento de los asalariados y los conflictos se conviertan en una pirámide imposible de escalar.
Elena Valero Narváez.(Autora de “El Crepúsculo Argentino”. Ed. LUMIERE.2006)
evaleronarvaez@hotmail.com

No hay comentarios: