En una democracia, nadie es insustituible…

Elena Valero Narváez

La reunión del jefe de gobierno porteño, Mauricio Macrí, con los diputados peronistas disidentes, Felipe Solá y Francisco de Narváez, responde a una alianza electoral. Juntos se arrojan a competir en los comicios legislativos de octubre.

Felipe Solá, ha encontrado un espacio después de alejarse del Frente para la Victoria. Pretende, encabezar la lista de diputados nacionales pero no cuenta con el consentimiento de Francisco De Narváez, quien no quiere ceder un espacio ganado con dedicación y esfuerzo. Se puede llegar a dirimir el conflicto mediante la sugerencia de éste último: una elección interna.

El solo hecho de pensar en esta posibilidad, permite concebir la idea de retomar la vida partidaria democrática. Sería posible, de esta manera, insuflar una dosis de confianza en la política, después de terribles años de pisoteo a las instituciones.

Desde varios sectores se está predicando contra el clientelismo y las dádivas, como recurso para atraer votos y, otras prácticas, que envician las elecciones y el sistema político en general.

La solicitud de De Narváez podría representar un cambio saludable en la elección de candidatos. Las elecciones internas evitarían las enervantes peleas, por los puestos, y se ocuparía el tiempo en algo más útil.

Si continúa la tendencia hacia un sistema de alianzas y se logra que sean estables, podríamos acercar el multipartidismo a un régimen bipartidista o de tres partidos como máximo..

El problema reside en que la heterogeneidad que caracteriza a las alianzas, le quita la disciplina que define mejor a un partido unificado. Hemos visto en la experiencia nefasta de La Alianza, las intrigas que debilitaron y volvieron impotente la acción del gobierno de Fernando De la Rua. Por lo general, el problema es la inestabilidad, producto de la falta de orden, típico de partidos coaligados.

El gobierno kirchnerista, se siente como pez en el agua, cuando aprovecha la debilidad de la oposición. Le sirve para incentivar las rivalidades entre los políticos y de esa manera lograr revertir o disgregar las alianzas.

La existencia de múltiples partidos ha aumentado el poder del Ejecutivo. Vemos a la presidente repetir que si la oposición se opone a sus medidas, antes de criticar, debe ganar las elecciones. Se siente “elegida” por la mayoría, personalidad independiente de cualquier partido y autorizada para decidir los destinos de La República, sin consultar ni escuchar a nadie.

En realidad, la oposición que ocupa el lugar más destacado no está en los partidos, sino dentro del gobierno mismo, lo vemos, claramente, en el caso de la figura del vicepresidente, Cobos.

Las conversaciones de Macri con Felipe Solá y Francisco De Narváez podrían delinear, poco a apoco, si tenemos presente a la Coalición Cívica, un reacomodamiento de la oposición que nos llevara al 2011, con menos partidos y con más identificación de principios y valores partidarios.

Si se formara un sistema de partidos tendiente al bipartidismo, se aseguraría, la moderación de la oposición, además de mayor coherencia ideológica. Permitiría, una oposición unificada proclive a similares puntos de vista, a claridad de objetivos y por ello, a la eficacia en el debate y resolución de los problemas. También ahuyentaría la posibilidad de darle tanta importancia a los sindicatos o corporaciones y a las demandas de neto tinte populista y corporativista.

La seguridad de que se puede ser la alternativa en el poder conduce, como bien dicen los expertos en el tema electoral, a la disminución de propuestas demagógicas imposibles de cumplir. El solo hecho de aspirar, con posibilidades a la alternancia en el poder, incentiva promesas electorales mas realistas que la de partidos imposibilitados de llegar. Éstos destilan demagogia y críticas exacerbadas.

Tal vez, hastiados de la crisis institucional en que nos ha sumido el kirchnerato, comencemos a respetar el marco democrático, la libertad de expresión de las minorías y elecciones libres sin fraude ni triquiñuelas.

Sería deseable que los partidos en formación, acepten las reglas establecidas para que puedan subsistir, sin que ninguno aspire a convertirse en partido único. La manera de lograrlo, sería, un pacto tácito que admita el respeto a la oposición y a las formas democráticas y una política económica que promueva mejorar el nivel de vida. De ésta manera, podríamos contar con ciudadanos dispuestos a rechazar a políticos populistas. Estos tienen éxito cuando los partidos democráticos no aciertan en el rumbo y llevan a los ciudadanos a crisis políticas y económicas. La utopía, en este caso, se convierte en la búsqueda del paraíso en la tierra. No falta, entonces, la aparición de “los salvadores” como bien lo muestra nuestra historia pasada y reciente.

Es el momento propicio para que los líderes políticos demuestren generosidad y se acepten mutuamente. En vez de generar desconfianza en la sociedad hacia los candidatos de signo político contrario, debieran ayudarse a fortalecer las alianzas que se están formando, para competir en las próximas elecciones. De esa actitud, depende la derrota del kirchnerismo en las urnas. Ya vendrá el tiempo de competir por las preferencias de la gente.

La importancia de una oposición con coherencia ideológica y programas de gobierno que puedan ser explicados, claramente, darían confianza a la ciudadanía ávida de transparencia y de políticas estables.

El papel fundamental de la oposición es el de la crítica a los actos de gobierno, para que se cambie el rumbo, si las medidas gubernamentales comprometen la estabilidad política o económica. Todos debiéramos saberlo.

No es cuestión de votar en contra de los Kirchner, aunque su manera de actuar nos exalte y moleste, la opción tiene que dirigirse hacia la búsqueda de políticos alejados del populismo, que encaren con responsabilidad el gobierno de la República. En este punto, recuerdo a Karl Popper: “…la tradición de la discusión racional crea, en el campo político, la tradición de gobernar mediante la discusión y, con ella, el hábito de escuchar el punto de vista del otro…”

Es de esperar que pocos partidos, sintonizados en los reales problemas que están comprometiendo el futuro del país, nos permitan tener cada vez mejores opciones cuando debamos emitir nuestro voto.

Elena Valero Narváez. Autora de “El Crepúsculo Argentino”.LUMIERE. (2006)
evaleronarvaez@hotmail.com

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