Privatizar…


Elena Valero Naráez


“Sin el derecho a la propiedad no es posible ningún otro derecho. Los hombres tienen que sostener su vida con su propio esfuerzo, pero si carecen del derecho al fruto de ese esfuerzo se les priva también de los medios para sostener su vida. El hombre que produce para que otros dispongan de su producto es un esclavo” (Ayn Rand)

Las declaraciones de Mauricio Macri sobre la necesidad de privatizar las empresas que Kirchner sacó de la actividad privada causaron revuelo aún dentro de su partido. Prueba de ello fueron las declaraciones en contrario del candidato a legislador por la provincia de Buenos Aires, Francisco de Narváez, quien intentó atenuar el impacto que podían tener sobre los amplios sectores que aún defienden a la empresa estatal.
Presumo que el consejo de poner paños fríos a las declaraciones de Macri, surgió de los jefes de campaña. Éstos auscultan la opinión pública con el objetivo de beneficiar la imagen de los candidatos.
Tal vez, si nos atenemos a lo que puede ser mejor políticamente, las declaraciones deberían haber sido menos enfáticas por parte de Macri pues se pretendía atraer los votos de los sectores mal llamados “progresistas”. Estos adhieren a que el gobierno controle la economía.
Pero, la definición del jefe de Gobierno de la Ciudad, con respecto al rol del Estado es correcta, no hay duda: la experiencia demuestra que tiene razón cuando dice que hay que privatizar y dar marcha atrás con la política estatista de los Kirchner.
En nuestro país desde que en 1946 se comenzó a cambiar el orden constitucional liberal que emergió con la Constitución de 1853-60, ferrocarriles, teléfonos, gas, petróleo, servicios eléctricos, comercio exterior y muchas otras empresas y actividades privadas fueron absorbidos por el estado.
No solamente los peronistas continuaron con la política intervencionista y estatista, fue abrazada por gobiernos radicales y militares, salvo durante las presidencias del Dr. Frondizi y del Dr. Menem.
Los Kirchner demonizaron las privatizaciones y regresaron a la vieja política estatista e intervencionista. Las empresas que no fueron estatizadas son atormentadas con controles de precios, regulaciones a las exportaciones e importaciones y otras medidas que entorpecen el libre mercado.
Sólo algunas empresas son privilegiadas y mantenidas por el gobierno con subsidios y privilegios aunque no sean productivas: las pérdidas económicas las paga la población en general.
Algunos empresarios reniegan de la competencia y piden restricciones a la importación para poder vender a precios más altos aunque perjudiquen a otros sectores que no pueden acceder a los “favores” del gobierno.

Macri es partidario de privatizar, regresar la producción de bienes y servicios al sector privado para disminuir la participación del gobierno en la economía. Es una decisión saludable.
La empresa estatal sale maltrecha ante la comparación con la empresa privada: las decisiones no se rigen por criterios económicos ni se adaptan al mercado sino a necesidades políticas que van a contramano de los objetivos económicos.
El gobierno debe aumentar los impuestos para costear la ineficiencia propia de la actividad estatal donde se desestima el control de costos y la competencia que permite bajar los precios de los bienes y servicios.
No interesa la innovación y la creatividad pues no hay incentivo para que se desarrollen. Se olvida que en la sociedad moderna el capital básico es la alta tecnología, en ello reside el aumento rápido de la productividad.
En nuestro país la política ha vuelto a invadir lo económico: se debilita la iniciativa individual, poco a poco se está sometiendo a la propiedad privada y por ello la producción en general.
Sin embargo, las recientes encuestas muestran que son muchos los que siguen aferrados a ideas estatistas, reforzadas por una prédica despiadada en contra de las privatizaciones a la que se han dedicado Néstor y Cristina Kirchner desde que llegaron al poder.
La Justicia, no garantizó la propiedad privada ni sus logros, de la violencia, la coacción y la arbitrariedad del poder político. Tampoco los principios del gobierno limitado.
La experiencia histórica ha demostrado, con creces, que el aumento de las actividades del Estado es peligroso y perjudicial, en muchos casos, tanto en lo político como en lo económico.
A partir del 28 de junio el Congreso tendrá un rol protagónico. Veremos si hará posible un cambio que nos encamine hacia el desarrollo político y económico que todos deseamos.
Depende de cual haya sido nuestro voto.

Elena Valero Narváez. (Autora de “El Crepúsculo Argentino.Lumiere,2006.)
evaleronarvaez@hotmail.com

1 comentario:

Manfred F. Schieder dijo...

Felicitaciones, Sra. Narváez, si a usted, como indicaria el lema del artículo, le gusta Ayn Rand. Yo fui quien introdujo al Objetivismo en la Argentina a comienzos de los 80. (Manfred F. Schieder/ Estoy en Facebook, por si le interesa)