Tenemos que optar…


Elena Valero Naráez


La vida no es fácil, las personas tenemos que elegir constantemente entre diferentes opciones. Optar, implica ganar cosas que anhelamos y perder las que dejamos en el camino. Decidir significa ser persona, no tener una vida como la de las abejas que están determinadas a hacer siempre lo mismo.
En la sociedad moderna o sociedad del conocimiento, tenemos grados de independencia enormes para poder hacerlo y muchas más alternativas que en las sociedades pasadas para, entre aciertos y errores, construir nuestra propia vida.
El sistema social produce cambios permanentemente, situaciones críticas. Eso nos produce angustia, es difícil aceptar el cambio, lo desconocido. Preferimos, por lo general, quedarnos como estamos, aunque sea imprescindible el cambio, en busca de seguridad y estabilidad.
Como somos falibles, muchas veces nos equivocamos en nuestras elecciones hasta el punto de provocar fenómenos sociales muy difíciles de dominar: en Alemania votaron a Hitler. Ese país sufrió una tragedia por la decisión de la gente. El siglo XX fue el siglo de los totalitarismos nacionalistas y socialistas.
Muchos intelectuales se mantuvieron comunistas aún conociendo que era un gobierno despótico, con campos de concentración y con anhelos expansionistas. El sociólogo e historiador Raymond Aron, discutía con intelectuales de la talla e influencia de Sartre, tratando de explicar que la URSS se había convertido en un régimen totalitario, no por el dictador Stalin sino porque desde los comienzos de la revolución comunista, las concepciones marxistas la llevaban hacia el despotismo más vil.
Como Sartre, muchos intelectuales condenaban el fascismo pero no podían ser anticomunistas. Consideraban que se era moralmente culpable si se aceptaba esa posición. Era tan fuerte la ideología que pasaban por alto los campos de concentración y trabajos forzados tan bien descriptos, en “El Archipiélago de Gulag”, por Alexander Solyenitzin, aunque sabían de su existencia. Creían que eran uno de los precios que se debía pagar por un futuro mejor: salir de la sociedad de clases y del capitalismo.
Las consecuencias sociales y psicológicas de esas ideas las vimos mucho después de su aparición, cuando ya habían hecho estragos en varios países.
Sin embargo, en America Latina, algunos gobernantes siguen creyendo que los totalitarismos no son execrables e intentan imponerlos aún cuando la realidad indica que la sociedad ha probado la miel de la libertad y que será muy difícil imponerlos nuevamente. Parece que la experiencia histórica no los ha hecho más sabios.
Los problemas importantes de cualquier país afectan a la sociedad mundial en su conjunto. No podemos cerrarnos al mundo, quienes perturban la libertad política o económica terminan afectando en mayor o en menor medida la calidad de vida de la gente porque la sociedad necesita para subsistir de todo tipo de intercambios.
Las ideas marxistoides, las nacional-socialistas, las fascistas y sus variantes, provocaron regimenes totalitarios o autoritarios, la pérdida de la libertad -como actualmente en Cuba o Corea del Norte- y con ello, un atraso cultural espantoso: se liquidó la cultura en general. Todo se convierte en elemento de propaganda del régimen. Es así como emigran, mientras están a tiempo, científicos, artistas, a países democráticos como lo hacen también los capitales, sin los cuales es imposible generar riqueza.
Los gobiernos que sobredimensionan al Estado y mantienen empresas ligadas al poder autoritariamente por medio de favores que lastiman la competencia y la propiedad privada, empobrecen y embrutecen. Eso es lo que muestra la Historia.
Repasar hacia donde llevan ideas que no se corresponden con la realidad y se convierten por lo atractivas en religiones seculares, es un buen ejercicio para considerar antes de las elecciones legislativas que nuestro país ya tiene en puerta. Además no falta mucho para llegar al 2011, año de elecciones presidenciales.
Aunque pretendemos votar con la idea de influir en las políticas que defenderán los candidatos cuando lleguen al gobierno, en realidad, hemos escuchado más declaraciones que ideas y propuestas.
Kirchner sigue defendiendo su modelo dirigista, estatista y corporativista, por lo que buena parte del electorado deduce que seguirá ofreciendo propuestas tan absurdas como las que ha llevado a cabo hasta ahora. Esto hace que sea preferible elegir diputados opositores al azar antes de votar a semejante candidato. Pero, ello tiene también sus riesgos porque, aunque todos quieran volver a reconstruir La República, si las ideas kirchneristas de intervención en los mercados las sigue haciendo suyas la oposición, seguiremos caminando hacia atrás y en chancletas, con lo difícil que eso resulta.
Muy pocos diputados y senadores se alteraron cuando las jubilaciones pasaron al régimen estatal. En el Congreso varios legisladores defendieron la estatización del futuro de los jubilados. Pocos salimos a la calle a manifestarnos en contra de esa medida.
No debemos apoyar a quienes en nombre de la autarquía pretenden alejarnos de un mundo que tiende, por medio de los intercambios necesarios para la subsistencia de todos los habitantes del planeta, a ser uno, extendiendo un clima democrático y por eso pacífico, para tratar los problemas que atañen a todos.
Los Chávez, los Kirchner, los Morales, en general todos los gobiernos que sueñan con fortalecer desmedidamente al estado en detrimento de la sociedad civil, provocan al transgredir leyes sociológicas y económicas, como en los totalitarismos del siglo XX y en las dictaduras que aún perduran, un retroceso político, económico y cultural enorme.
Los partidos que se están gestando en nuestro país aunque sin llegar a los extremos que menciono, si se deleitan con políticas intervencionistas, inducen, aunque en menor medida, a la parálisis de sectores productivos, entorpeciendo el proceso de acumulación y concentración de capital que necesita con urgencia, para crecer, la economía argentina.
Debemos revisar cuáles son las ideas de quienes intentan obtener nuestros votos para saber si se apartan de la tradición liberal que sentó las bases del estado nacional, allá por 1853, y nos permitió convertirnos en un país próspero. Los candidatos, a su vez, deben exponer, claramente, qué ideas y proyectos impulsarán cuando se conviertan en nuestros representantes. Necesitamos que demuestren qué son fiables y responsables.

Elena Valero Narváez. (Autora de “El Crepúsculo Argentino.Lumiere,2006.)
evaleronarvaez@hotmail.com

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