De mal…en peor


Elena Valero Naráez


El que logra alguna ganancia en la Argentina se encuentra expuesto a ser saqueado por el gobierno de Cristina Kirchner. Su voracidad se explica por la necesidad de financiar el gasto público. Los funcionarios planificadores actuales parecen no percatarse de que las inversiones y reinversiones que provocan la acumulación de riqueza resultan del ahorro, del cuidado en el gasto, y de la responsabilidad en la aplicación del dinero. El estado sigue creciendo y por ello es necesario el uso y abuso del sector privado. El país no puede tolerar una mayor exacción con destino a las arcas fiscales.
Las provincias reciben tarde los fondos de coparticipación por lo cual los contratistas cobran mal y con retraso. Los gobernadores, por ello, se ven obligados a exprimir al contribuyente con más cargas tributarias como lo está haciendo el gobernador de la provincia de Buenos Aires: aumenta el inmobiliario urbano y rural, crea impuestos al movimiento de mercadería en los puertos, a la transmisión de bienes heredados y la aplicación de sellos para la compra de automóviles, entre otros. Para colmo de males la inflación continúa aumentando: en agosto superó el 1 %.
Preocupa que ni el gobierno ni buena parte de la oposición plantee el método para salir de estos males. No se escuchan voces favorables a la libertad económica y el juego de las fuerzas del mercado. En vez, se explicitan, en voz alta, concepciones favorables a una adecuada planificación de la economía y un rígido control del Estado. La incoherencia del elenco gobernante no permite avizorar buenas perspectivas de futuro inmediato. Cada intento de la presidente de insinuar un mínimo cambio es inmediatamente contrarrestado por medidas o anuncios de signo contrario sumando así al error el precio de la inconsistencia.
En política exterior tenemos una línea clara pero opuesta a lo que se establece en la Constitución: estamos cada vez más alejados, política, cultural, y económicamente, de las democracias occidentales determinando, de este modo, nuestro atraso económico y tecnológico. Es una política suicida: el aumentar la distancia tecnológica nos ha hecho cada vez más dependientes contrariamente a las declaraciones de la presidente... Además, una relación tan cercana al gobierno autoritario de Hugo Chávez, quien se atreve a revelar un peligroso plan nuclear con la ayuda de Irán, no ayuda a incrementar la vocación democrática que dice tener Cristina Kirchner ni a las buenas relaciones con EEUU.
No hay salida para este proceso de deterioro de la economía argentina mientras no se produzca un cambio radical de política que atraiga capitales. Para ello se necesita restaurar la confianza mediante funcionarios realmente confiables que acerquen un programa de gobierno global con medidas de aplicación inmediata y aceptadas por la ciudadanía. Esto, seguramente, podrá llevarse a cabo luego de una crisis que nos deje postrados. Parece que a los argentinos nos gusta resurgir de las cenizas.
El gobierno no se da cuenta de que el problema principal es haber, autoritariamente, dirigido a los argentinos hacia un modelo de ideas agotado en todo el mundo y que es causa de inflación y desocupación. No podrá Cristina Kirchner ni los gobiernos que vengan encarar con éxito la reconstrucción si se basan en las ideas e instrumentos actuales. No hay planes que promuevan expansión económica y la desconfianza afecta a las instituciones. Todo esta ligado a la mezcla de ideas nacional-socialistas.
Tenemos buenos ejemplos que muestran la importancia de volver a una economía de mercado. China es un ejemplo paradigmático: fue símbolo del comunismo cuando estuvo desde 1949 bajo la influencia de Mao Tse Tung, durante los diez años de “La Revolución Cultural”, fanáticamente marxista. Hoy, ése país se acerca rápidamente a los principios de Occidente: se está modernizando y levantando el nivel de vida de la población desde que se comenzó a respetar la propiedad privada y el capital extranjero. Increíblemente, están pidiendo más libertad económica en los foros internacionales.
Tampoco hay política energética. El Estado no invierte y no atrae la inversión privada necesaria para que podamos tener la energía que el país necesita con urgencia. Estamos importando gas caro y al borde del colapso en materia de electricidad.
Nos estamos quedamos sin gas, sin petróleo, sin carnes, sin infraestructura, sin caminos, por una política que impide la inversión. No hay quien venga a hacerlo en la Argentina y el Estado como siempre o no invierte o lo hace mal.
No hay tiempo para seguir por el rumbo equivocado de controles económicos y planificación tecnocrática de las actividades económicas. Hay que volver a los principios de la Constitución eliminando regulaciones y controles, liberando los mercados, abriendo posibilidades a la actividad privada, privatizando las empresas que se estatizaron durante este gobierno. Todas las reformas deben hacerse sin prescindir del Congreso y el estado de derecho.
El control por el Estado de los medios de comunicación aumenta aún más la desmoralización de buena parte de la sociedad que observa adormecida el hacer y deshacer de los Kirchner.
La opinión pública institucionalizada es el medio más importante de la democracia para explicar y criticar las medidas del gobierno. La idea del gobierno de controlarla esta rebalsando el vaso: se fue creando un clima desfavorable para la opinión pública mediante la presión a través del control de la publicidad estatal y otros tipos de coacción velada o francamente, abierta.
Mostrar solo algunas fases de la realidad no permite a la ciudadanía un análisis correcto y amenaza seriamente la estabilidad democrática, afectando la libre información e inclinando la opinión hacia el gobierno. El ambiente se enturbia aún más por los manejos de las cifras del INDEC y la manipulación de la Justicia.
Revisemos los períodos en que se respetó la Constitución: fueron épocas de progreso y de colaboración voluntaria y pacífica de los argentinos bajo la sombra del régimen jurídico que la economía de mercado requiere. Dejemos atrás los ensayos basados en el avasallamiento del Estado con formulas autoritarias, estatistas e inflacionarias que empobrecieron al país durante gobiernos constitucionales, militares y de facto, salvo en contadas ocasiones.
Es hora de revisar las ideas que nos hicieron retroceder del lugar que ocupábamos, por nuestro crecimiento, entre los países privilegiados del Mundo, a principio del siglo XX. Recordar cómo los países socialistas, con su forzada acumulación, terminaron en una completa escasez de artículos esenciales para el consumo, mientras que en los países capitalistas los trabajadores pueden consumir porque tienen mejores salarios. Solo en esos países crecen espectacularmente los estratos medios, la industria tiene posibilidades de crecer y los sectores de bajos recursos pueden acceder a bienes que en los sistemas socialistas fueron y son inalcanzables. También exportan capitales, conocimientos y servicios a otros países.
¿No es el momento de imitarlos?

Elena Valero Narváez. (Autora de “El Crepúsculo Argentino.Lumiere,2006.)
evaleronarvaez@hotmail.com

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