Que vengan por todo…


Elena Valero Naráez


Retrocedimos como país a partir del 2001, nos estancamos y la calidad de vida de los argentinos se deteriora día a día. El gobierno dejó de proteger los derechos individuales, se introdujo dentro de la esfera personal de los ciudadanos, invadió la propiedad privada, violando las leyes de la República. Nos quitó la posibilidad de crear y crearnos a nosotros mismos mediante la libertad personal y la indispensable información que nos permite una opinión pública institucionalizada.
Por poco que analicemos la historia argentina vemos de que manera las ideas influyen en el proceso histórico. Desde la crisis de 1929, que se inicia en EEUU, Argentina intentó paliar la disminución del comercio internacional con políticas intervencionistas. Desde allí en adelante, dejamos de respetar- como decía Friedrich von Hayek- las reglas aplicables a tipos generales de situaciones para que los individuos sean los que decidan como adaptarse y actuar ante ellas. Avanzamos hacia la idea de que el Estado era el que debía defender a los ciudadanos contra las crisis económicas y abandonando los principios de 1853 iniciamos el “camino de servidumbre” . A partir de 1930 nos deslizamos de una economía que se orientaba al resto del mundo, a otra, donde la autarquía adquirió una importancia cada vez mayor en consonancia con el resto del mundo. Una concepción estatista e intervencionista aparece y se acentúa a partir del 1943 cuando la Guerra Mundial la incita y ayuda a incrementar.
Con los Kirchner retornaron al poder las ideas nacionalistas y socialistas que prendieron en radicales, conservadores y militares en la década del 40 cuando Perón alcanzó el poder. Con su gobierno la prédica nacionalista y antiliberal, contraria a la Constitución de 1853, se enquistó en la cultura política y económica de los argentinos.
Hoy escuchamos en las manifestaciones contra las empresas privadas, los mismos slogans antiimperialistas referidos a EEUU y las criticas a la oligarquía cuando se refieren al sector agroexportador. La justicia social, como entonces, es asociada a la idea de distribución de la riqueza.
El tinte intransigente contra todo lo extranjero está dado por una idea que perdura en la sociedad argentina: creer que el capital foráneo viene a explotar a los trabajadores argentinos en vez de crear riqueza y empleo. No bastan las comparaciones de empresas estatales y de capital privado: los niveles de corrupción y la ineficiencia no interesan en el momento de la evaluación. Muchos argentinos, aún hoy, quieren vivir de lo nuestro y creen en un estado paternalista. Es así como los pocos líderes políticos que descreen de la intromisión del Estado en la economía, no se animan a mostrar programas ni hacen discursos favorables a la actividad privada.
Defendemos la democracia recurriendo a las palabras Libertad y República, pero, los hechos, igualamos la democracia con la dictadura. Aceptamos regulaciones, exacciones, estatizaciones, leyes contrarias al espíritu de nuestra Constitución y, aún más: con ojos entrecerrados permitimos manifestaciones con reclamos desmedidos, violentas, con métodos destructores de fuentes de riqueza y empleo.
Este gobierno, como el anterior, liderado por Néstor Kirchner, tornó laxo el sentido de la ley y del orden, dividió a su propio partido, regreso a las políticas revanchistas, a las fronteras cerradas, vía políticas disparatadas basadas en obstaculizar las exportaciones e importaciones sin medir las consecuencias.
El sistema kirchnerista no reconoce el papel positivo del mercado, la libre empresa, la propiedad privada ni el encuadre de un sólido y perdurable contexto jurídico, sin el cual no es posible la libertad humana.
La oposición no muestra programas alternativos al del kirchnerismo, hay violencia aún entre los del mismo palo, no explican a la sociedad la manera de resolver los problemas acuciantes que perturban a nuestro país ni hacen hincapié en la necesidad urgente de cambiar esta política que nos acerca una vez más al precipicio.
La gente tiene que conocer las características del modelo estatista, dirigista, y sus consecuencias. Se aceptó tanto el presupuesto, a todas luces mañoso porque maquilla los gastos autorizando al gobierno el uso discrecional de fondos estatales, como la reforma a la ley de responsabilidad fiscal. Ésta permite endeudamiento y gasto a las provincias mientras el gobierno, libre de presiones, maneja los recursos tributarios que le facilitan los superpoderes. ¿Quién querrá hacerse cargo de la terrible herencia que dejará la pareja presidencial?
La ruina de la libertad de prensa, del sistema de partidos y del sector privado es la meta del actual gobierno. La sociedad argentina se ha quedado casi sin voz, mientras se demuele a los gendarmes de la democracia. La opinión pública no es aceptada por el poder político, fue acallada por la “ley mordaza”, el sector privado está siendo desmantelado por la acción estatista e intervencionista del gobierno y el sistema de partidos ha sido debilitado con el consiguiente fortalecimiento de los sindicatos y otras corporaciones. Los controles de precios, prohibiciones a las exportaciones, manipulación de la Justicia y pésimo manejo de las relaciones internacionales, muestran cómo nos estamos autodestruyendo.
Desde el gobierno fluyen malos ejemplos y, al grosero estilo “Maradona”, no se trepida en corromper a senadores y diputados que se dejan “comprar” ante nuestra pasiva mirada acostumbrada a todo. El gobierno es un espejo donde se miran muchos maestros, sindicalistas, políticos, trabajadores, estudiantes, padres y madres de familia. La idea de autoridad, de orden, de respeto a las leyes y a la Justicia se ha esfumado mientras la inseguridad, la amenaza y el miedo están a la orden del día.
Las mejoras que proponen los Kirchner son para su pequeño mundo: obsecuentes y ellos mismos. Es así como el reparto de la riqueza hecha con el sacrificio y esfuerzo de los argentinos sirve para campañas políticas, compra de personas y votos, enriquecimiento de testaferros y amigos del poder. Mientras, los ciudadanos esperamos, como si esto fuera la novela de la tarde, sin comprender que estamos hipotecando el futuro. Seguimos con la vieja idea de que el Estado es quien decide nuestro destino y dejamos que vengan por todo.

Elena Valero Narváez. (Autora de “El Crepúsculo Argentino.Lumiere,2006.)
evaleronarvaez@hotmail.com

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