Pedirle peras al olmo…


Elena Valero Naráez


En las dictaduras el presidente se convierte en guía con posibilidades de ventajas, lucros, prebendas, que sin poder arbitrario no existirían. Se quiebran las limitaciones y el poder se torna autoritario. Es el camino que ha recorrido Néstor Kirchner, nuestro presidente de facto. Pero, hasta los dictadores necesitan del consenso, sin el cual, no pueden prolongarse en el poder. Es por ello que está inventando maniobras desesperadas para retenerlo.
Kirchner es autoritario, busca por todos los medios, como Hugo Chávez, destruir un poder institucional limitado. Para ello necesita de recursos para desparramar gratificaciones, sin las que no podría tener apoyo popular. Si no lo obtiene, pierde en las próximas elecciones. Es por eso, también, que sus discursos y los de la presidente se cargan de emocionalidad exagerada: han comenzado la campaña.
Demonizan a los sectores que producen y de los que se sirven para obtener recursos: apelan a movilizar en su provecho a la gente de menores ingresos repitiendo, como una letanía, el latiguillo de “reparto justo de la riqueza.” Responde, a sacar al rico para darle al pobre pero, con la peculiaridad –revela la ignorancia- de ponerle trabas a la producción.
Los Kirchner están desarrollando pobreza: la producción y la productividad bajan a niveles preocupantes en todos los sectores de la economía y con ello el desempleo.
Impuestos, controles al mercado, el saqueo a las AFJP e infinidad de medidas impiden generar la confianza que provoca a los empresarios reproducir sus capitales en mayores inversiones. Las disposiciones impulsadas por el matrimonio “K” no la permiten ni apoyan al capital extranjero que haría posible la indispensable generación de riqueza.
Las provincias dejaron de pagar los aguinaldos y a los proveedores. Algunas amenazan con lanzar títulos como moneda local: muestran el resultado de la crisis fiscal, el descenso de la recaudación que está acabando con el actual gobierno.
En nombre de proteger el mercado interno se regulan actividades productivas llevándonos a la perdida de exportaciones, fundamentales para el crecimiento. Y, como en épocas pasadas, la política abre las puertas a la corrupción. Los funcionarios acercan al poder a los empresarios para venderles beneficios a cambio de evitarles la competencia, intimidando a los que no están ligados a los favores del Estado.
Perdimos el lugar en el comercio mundial, adquirido en los 90, con el cambio del sistema económico dirigista y proteccionista que había paralizado durante décadas a los mercados porque, ha vuelto a ser popularizado, a pesar de su fracaso, por los actuales gobernantes.
Si el resultado de las próximas elecciones, permite al Congreso dejar ser un apéndice de la pareja presidencial, se podrá dar marcha atrás con las resoluciones que han provocado la parálisis de la actividad económica.
Hay que volver a incentivar al empresario privado para que aumente la producción y agregue tecnología a su empresa. Impulsar a la sociedad al ahorro y al trabajo, como ideal de vida, al respeto por las exigencias de la Constitución, dejar de usar a la Ley como medio en vez de que sirva para dar certidumbre y previsibilidad. También, ensanchar las posibilidades de los argentinos mediante el apoyo al conocimiento técnico y científico.
Necesitamos de gobernantes que dejen de darle más importancia al pasado que al futuro para amigar a los argentinos y cerrar viejas heridas abiertas, también, por obra y gracia de Néstor Kirchner.
Mirando hacia adelante es como se encuentra el camino, se experimenta lo desconocido, se aceptan nuevos desafíos, no se vive de memoria, la vida se convierte en una interesante aventura. Ese es el espíritu del capitalismo: competir y arriesgarse en busca de la ganancia, pecado mortal, según la equivocada opinión de nuestra presidente.
Solo expandiendo el comercio abriendo las puertas al mundo podremos salir del estado de postración en que estamos.
Si gobernar es también aprender, el actual gobierno debería impulsar los cambios que se requieren para levantarnos y empezar a andar, resucitar, pero, según parece, es pedirle peras al olmo…

Elena Valero Narváez. (Autora de “El crepúsculo argentino”. LUMIERE. 2006)
evaleronarvaez@hotmail.com

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