Me doy por vencida…

Elena Valero Narváez

Alguna pequeña movida en la política de Cristina Kirchner me permitió soñar con un cambio de rumbo, pero así como van las cosas, con el gobierno haciendo la plancha, me he rendido a la fuerza de los hechos.

El gobierno no quiere cambiar de política. Tanto Cristina como Néstor, su alter ego, creen que hacerlo es un signo de debilidad y apuestan a seguir hasta el final del mandato de la presidente sin reformas estructurales.

Con dar alguna señal clara como por ejemplo normalizar el INDEC y reconocer la inflación podría revertir el pesimismo con que están tiñendo a la sociedad. Sería un comienzo pero, vemos que Moreno no solo sigue en su puesto sino que va por más: ahora le ha tocado el turno a los Bancos. Parece que no podemos avizorar cambios.

No creo en los que dicen que Cristina (como el personaje Fabrizio de la novela de Lampedusa llevada al cine por el genial Visconti,) cambiará algo para que todo siga igual. Creo, como cualquier jugador de ajedrez que cuando se mueve un peón cambia todo el juego.

Yo esperaba la remoción de Moreno y que la conversación de Reutemann, con Néstor Kirchner, ayudara a que el ex presidente comprendiera los problemas que la intromisión en la economía trajo al sector agro-ganadero. Pero, me rindo, la presidente en el Chaco repitió su consabido discurso contra el campo y los mercados: “siempre decimos que cuando les sobra a algunos en algunas regiones les falta a otros, por lo que nuestra obligación es construir equilibrio”. Para ello aseguró que no tiene miedo de enfrentarse con sectores poderosos. De esta manera sigue en el mismo círculo vicioso por el cual se seguirá entorpeciendo el funcionamiento del mercado y con ello empeorará la situación del país.

Tres años y medio faltan para que podamos cambiar democráticamente a la presidente quién cree que por haber sido elegida en una elección democrática tiene el derecho de hacernos perder inversiones, aumentar los índices de inflación, perseguir a los, como expresó en el Chaco, “no cuentan sobre sus ideas y todo lo esconden detrás del mercado”.

Cristina sigue empecinada en subsidiar a gobernadores amigos para ganar una popularidad fatalmente perdida.. No está dispuesta a pagar los costos que significa el ajuste que necesita la economía. La penitencia que les ha asignado a los dirigentes de la Mesa de Enlace, muestra que quiere hacerles pagar la victoria que lograron en el Congreso.

Las retenciones regresaron al porcentaje anterior al 11 de marzo, pero siguen siendo altas para los pequeños productores, a muchos de los cuales se les suma los problemas climáticos. Sin embargo, no hay voluntad de congeniar con los dirigentes. Esta actitud, la lleva a perder la adhesión de más personas que votaron con verdadera ilusión y hoy ven con preocupación que han sido defraudados.

No cree la presidente que las intervenciones del gobierno en los mercados y el gasto público generan inflación y demuele la economía. Las distorsiones que esta política provoca hacen disminuir la capacidad adquisitiva de la gente y priva a la industria del capital necesario para prosperar. La consecuencia lógica es la relación viciosa que vastos sectores de la economía tienen con el Estado: éste subvenciona a unos y roba a otros, los que todavía producen y pueden suministrarle gran parte de lo que ganan. Éstos son arruinados con impuestos confiscatorios que afectan la producción y llevan a toda la economía relacionada con el sector a la ruina...

El gobierno debe entender de una vez por todas que el comercio es lo que permite el éxito económico indispensable para que se pueda cumplir con las obligaciones que se requieren para seguir produciendo. Le conviene dejar de perseguir y oprimir a quienes le dan de comer y cooperar para lograr la reconciliación con el sector agropecuario y la de todos los argentinos. También evitar con discursos y acciones crear divisiones y rencores que estaban en vías de superación. Esa sería la tarea de un jefe de Estado.

Si recurrimos a la historia tenemos buenos ejemplos como fue la decadencia del Imperio Romano, para poder afirmar que los intentos de nivelación social desde el estado aniquilando a los sectores productivos no produce el efecto buscado sino que lleva a la decadencia general. Todos necesitamos de todos para que nuestro país crezca al ritmo de los que van hacia delante en el concierto mundial.

Recordemos que la teoría que atribuye el éxito a los países viejos y perdona el fracaso a los considerados “jóvenes” tomando a las sociedades como organismos, no es válida: podemos evolucionar o involucionar, depende del rumbo y las instituciones que elijamos respetar además de otros factores.

La impunidad pareciera campear entre nuestros gobernantes, funcionarios y allegados al poder hasta el punto de creer que nunca los alcanzará la Justicia y el juicio de la sociedad y de la Historia. Yo no estaría tan tranquila…

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