Líderes que saben escuchar al pueblo…

Elena Valero Narváez

"La oposición tiene un plan para sacarme de Miraflores. Están haciendo lo posible por ganar algunas gobernaciones y el año que viene tumbarme, pero en el supuesto de que la oligarquía tome el poder en Carabobo, el año que viene sería de guerra, yo sacaría los tanques para defender la revolución. Patria o muerte es la consigna. Mario Silva, aquí a mi lado, el candidato del PSUV, para quien pido apoyo, es la garantía de la paz, con la oligarquía vendrá la guerra. Escojan ustedes el camino" (Hugo Chávez)

Sabe el tiranuelo, Hugo Chávez, ahora desesperado porque se ve venir el cachetazo en las urnas, que hasta los dictadores necesitan del consentimiento y entusiasmo de la gente si es que quieren mantenerse en el poder. Es por ello que al verse abandonado, por buena parte de los venezolanos, amenaza con la fuerza y el terror, método al que terminan recurriendo todas las dictaduras.
Como los hermanos Castro en Cuba, Chávez, muestra su autoritarismo con el latiguillo: “Patria o Muerte”. Los gobiernos autoritarios no aceptan a la oposición, buscan desprestigiar la democracia, a veces, con argumentos democráticos o por lo general, como en el caso de Chávez, no dando otra opción que la de la guerra o la muerte a quienes se les oponen.
Escuchar al pueblo, esa es la base en la que se asienta el modelo populista. Saber lo que necesita y esa tarea solo la puede cumplir un dictador.
¿Qué hay detrás de estos gobiernos populistas? En sus discursos son Robin Hood, en la práctica saquean donde hay ahorro para aumentar “la caja”, base de sus fortunas. Hay que distribuir, dicen, pero desde el estado que es, según ellos, como mejor se reparte. Para eso apelan a ideas nacionalistas, las cuales responden a la necesidad de despojar de su patrimonio a la sociedad civil. Una de sus más efectivas herramientas es la estatización.
Recurren, cuando se equivocan, a la teoría conspirativa: la culpa de los males la tiene EEUU o algún sector que conspira para hundir al país, siempre inventan algo. De los defectos propios no se habla, es así como Chávez, Evo Morales, y el matrimonio Kirchner, fustigan a sectores productivos: los instan a ser generosos y a regalar la mayor parte de su ganancia al estado. Descalifican, mienten, buscan culpables para tapar sus propias faltas y así poder lograr sus objetivos.
Los populistas basan sus discursos en una meta: beneficiar a los sectores populares, a los desposeídos, quienes deben ser protegidos del capitalismo salvaje, de los empresarios exitosos -los que no son amigos del poder- de los que perciben por su trabajo elevadas ganancias, siempre atribuidas a la explotación de los más débiles.
Los Kirchner resucitaron el término “oligarquía”-utilizado por Perón- para referirse, despectivamente, a agricultores y ganaderos. De esa manera, sin argumentos válidos, pretendieron justificar el decreto que permitió el despojo de dicho sector.

¿Hacia dónde vamos con el retorno a políticas muy parecidas a las del período 1946-1955?
Dicen que hay que esperar las elecciones que traerán el recambio en el poder. Me permito tener ciertos temores que me provoca escuchar los argumentos de nuestros representantes en el Congreso.
Se habla de alianzas democráticas entre distintos sectores políticos. Con ello concordamos los argentinos, pero, recordemos que ya tuvimos una alianza en el pasado reciente. Fracasó, estrepitosamente, a tal punto que acabó en muy poco tiempo con la presidencia de Fernando de la Rua.
¿Aprendimos de los errores? ¿Basta para unirse ser opositor a los Kirchner, prometer defender el sistema democrático y tener un programa de gobierno? Creo que no. La experiencia nos ha mostrado que no es suficiente. La Alianza que llevó al poder a De la Rua, por su fracaso, expuso claramente que hay que unirse por ideas afines y programas similares pero que dejen en claro que hay que cambiar el modelo “K”.
Observamos una cantidad de agrupaciones políticas con diferentes liderazgos, todos, con pretensiones a los más altos cargos. El problema va a darse cuando peleen por los puestos en las listas. Pero no acaba allí el problema. Si bien las ideas se encarnan en personas, necesitamos que ellas lleven, no solo la alternancia al poder, sino que permitan realizar el despegue que necesita nuestro país.
No podemos seguir marchando alejados del mundo como hizo Perón a partir de 1946. La mayoría de los países, hoy desarrollados, dejaban el aislamiento y el dirigismo al cual recurrieron por la guerra. Perón, como ahora Kirchner, se empecinó en cumplir con el plan de Mussolini: ir hacia una comunidad organizada donde los partidos cedieran su lugar a las corporaciones.
¿Será nuestro futuro gobierno un “kirchnerismo democrático”? No alcanza. Es por eso que debemos exigir a nuestros políticos, a todos, algunos puntos que deben defenderse ante cualquier proyecto.
Las políticas estatistas fueron alimento de casi todos los gobiernos argentinos luego del exilio de Perón. Los militares y el peronismo de 1973 se siguieron nutriendo en esas ideas.
Nuestros actuales gobernantes parecen que hubieran sido educados con recetas de los libros de Hernández Arregui por el infantilismo con que pregonan los males que trae el liberalismo como el de obstaculizar un proyecto político y cultural autónomo. Nos acercamos cada vez más hacia el modelo chavista: acabar, en lo posible, con ideas liberales. Todo el que las combate son sus hermanos. También los peronistas K, son partidarios del estatismo y del control de la economía por el gobierno, de silenciar a la opinión pública y de debilitar al sistema de partidos.
En la Argentina no son pocos los políticos e incluso intelectuales que adhieren a políticas populistas similares a las de la década del 40. Justifican medidas que van contra la empresa privada, las libertades civiles, los poderes independientes, el mercado, la prensa libre y el sistema de partidos. Olvidan, cuales fueron las ideas que hicieron progresar a la Argentina, a los educadores y pensadores como Sarmiento, Alberdi y a todos los que convirtieron a nuestro país en un ejemplo digno de imitación.
El gobierno kirchnerista, como el de otras dictaduras que asolaron el sistema político, económico y cultural de Argentina establecieron el modelo estatista. Es por eso que antes de adherir a un partido o alianza política hay que saber si se respetan los principios que hacen al progreso y al tuteo con el mundo civilizado. No tenemos que seguir a liderazgos que pretendan continuar tirando a la Argentina por un tobogán que nos deja muy por debajo de los países desarrollados.
En definitiva, con este proyecto de país no salimos adelante, aunque cambien los gobernantes. Es cierto, primero hay que hacer la casa y luego sentarse y pensar en la decoración. Pero, debemos construirla basada en puntos fundamentales si no queremos que otra vez se derrumbe.. Es primordial el respeto a las instituciones, atraer inversiones y abandonar, definitivamente, las políticas de controles que impiden exportar e importar.
La defensa de la propiedad privada, opinión pública institucionalizada, división de poderes, apertura al comercio mundial, como propone el gobierno de Brasil, políticas anticorrupción y el combate al narcotráfico y al delito es lo que pedimos a viva voz los argentinos. Con respecto a los impuestos, una política no abusiva y federalista.
La flexibilización laboral le permitiría a los desocupados, poder encontrar más fácilmente trabajo. En vez de vivir del estado podrían trabajar aunque ganaran un sueldo menor, hasta que superemos ésta época de crisis. Es cierto lo que decía Perón: “el trabajo dignifica”.
La decisión que tomó la Corte Suprema de Justicia, hace unos días, lleva hacia la libertad sindical, de suma importancia para que el sistema de partidos comience a fortalecerse. En Argentina, los sindicatos han tenido más fuerza que los partidos. Es así como han podido, incluso, robarles funciones políticas.
Por último, todo aspirante a gobernar no debiera olvidar que en democracia son las personas, con su voto, quienes deciden entre diferentes alternativas. Tienen que esmerarse por explicar sus programas de gobierno.
Los argentinos debiéramos saber que si permitimos la violación de la propiedad privada, como lo hacen nuestros representantes en el Congreso, estamos depositando en manos del estado, recursos sociales para que pueda aumentar el control político sobre los ciudadanos. Lo veremos, muy claramente, a medida que avancen las dificultades del gobierno.

Elena Valero Narváez (Autora de “El Crépúsculo Argentino”Lumiere. 2006)
evaleronarvaez@hotmail.com

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