¿Qué podemos esperar...?


Elena Valero Naráez


El pueblo no delibera ni gobierna sino por medio de sus representantes. La presidente no cumple con el mandato constitucional No escucha a sus representados y ha maniatado la acción del Congreso. El oficialismo ejecuta las órdenes demagógicas del ejecutivo aunque las medidas afecten los intereses de todos los argentinos.
En un tratado sobre principios de economía, Murray Newton Rothbard, define como similar a toda acción basada en la coacción o la violencia porque siempre implica ganancia para uno a expensas del otro.
Cuando el ciudadano se convierte en súbdito- como somos ahora todos los argentinos- y acepta el dominio del dictador, solo elige una vez, cuando acepta la obediencia. A partir de esa decisión, las personas actúan como un factor de producción pasivo para el uso del amo.
Si el gobierno no permite el desarrollo del mercado, si le pone trabas a la actividad económica y persiste en acciones coactivas que nos llevan a aislarnos del mundo no podremos obtener los bienes necesarios para subsistir como un país desarrollado.
¿Qué opción le queda al ciudadano en ésta situación? Hacer lo mismo que el dictador y mediante una acción violenta negarse a obedecerle o seguir aceptando el trabajo forzado y obligatorio.
Ya hemos estado al borde de una guerra civil por los acontecimientos que nos llevaron a la crisis del 2001. Mal o bien, se pudo optar por la institucionalidad. Ahora los argentinos volvemos a preocuparnos por quienes nos gobiernan, representantes que no escuchan las voces cada vez más altas de sus representados.
Los empresarios relacionados con el campo se están cansando de producir para el gobierno y de no recibir respuesta a los problemas económicos que enfrentan por culpa del modelo económico y por la inclemencia del clima.
Enero y febrero son meses clave para los pagos del agro, con los ingresos de la cosecha fina –el rendimiento del trigo 80 % menos de lo normal- el productor va a optar por cancelar la deuda que tiene con, posiblemente, el que mas lo presione. Por lo general son los bancos, por ende, los contratistas, proveedores de semillas y agroquímicos, seguros etc. se quedarán fuera de la lista: se cortará la cadena de pagos. Será imprescindible, entre otras medidas, la colaboración de los bancos en la refinanciación de los créditos.
Para ejemplificar mejor la ruptura en la cadena de pagos, veamos el ejemplo de los seguros: los pagos de las pólizas de cobertura se efectúan con posterioridad a la cosecha. Si el productor no esta en condiciones económicas para poder abonar las pólizas, la compañía de seguro tampoco lo estará para indemnizar los siniestros, sequía, helada, granizo y otros.
También, se observa, que no se venden las exiguas cosechas a la espera de un reacomodamiento de los valores. A partir de allí se podrá decidir qué parte de la deuda se cancela. En la a actualidad, no se compra, no se vende, y no se paga absolutamente nada. Si no se vende los camioneros dejan de tener trabajo y así continúa el efecto “catarata” que provoca penurias a todos los sectores vinculados al campo.
La sociedad argentina, en su conjunto, se siente engañada, con los bolsillos vacíos será más difícil mantenerla amordazada. ¿Cuál será la reacción? Esperemos que triunfe el buen sentido y que todos los argentinos, incluidos quienes gobiernan, respeten el orden jurídico único medio para salvar las instituciones.
La mesa de enlace le ha enviado una carta a la presidente, se espera que sirva para que se entable un dialogo realista y superador. Nos conviene a todos que prime la razón y no la fuerza. La intolerancia y la incomprensión han dominado demasiado tiempo el discurso y las acciones del gobierno.
No estamos en un conflicto de niños peleando por un chupetín, estamos sufriendo las consecuencias de un modelo donde el gobierno exige que se cumplan las obligaciones pero deja de cumplir las suyas.
Si continúa ofreciendo soluciones parciales e intrascendentes a los graves conflictos que afectan al campo, podemos abrigar temores por el peligro que nos acerca una visión superficial de la realidad.
El país precisa que el gobierno muestre voluntad clara de solucionar los problemas: darle confianza al productor para que ponga de su parte lo que le resta. Cuando no hay plata las cosas se arreglan con confianza. Nadie querrá invertir sus últimos ahorros si cree que el gobierno le va a robar nuevamente su ganancia.
Hay que pasar la sequía, el gobierno tiene que comprometerse: tal vez con semillas a reintegrar en la cosecha, para que se pueda sembrar, fiar combustible, fertilizantes, insumos, que el productor no puede adquirir pero que son imprescindibles para lograr una buena campaña.
El pequeño y el gran productor deben seguir instalados dentro del proceso de producción. Se debe evitar que abandonen el negocio.
El país necesita de todos para que no surjan problemas sociales. Pueden ser evitados si en vez de subsidiar al consumo de heladeras y bicicletas, en el intento del incrementar artificialmente la demanda, se encara una política que mejore los mercados, la exportación, y deje de asfixiar a la gente con impuestos imposibles de pagar.
La señora presidente debe buscar la manera de que los argentinos nos reencontremos y permitir la libertad de comercio, llave para la expansión de toda la actividad económica del país.
Señora presidente, el país hace mucho que espera….

Elena Valero Narváez. (Autora de “El Crepúsculo Argentino” LUMIERE, 2006)
evaleronarvaez@hotmail.com

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