Bolivia y su nueva Constitución: el peso del Estado


Elena Valero Naráez


“El estatismo es como un infarto colosal en la circulación económica del país. Por sus tendencias de monopolio y de dirigismo, bloquea gran parte de la producción nacional, frena el dinamismo de la iniciativa y de la concurrencia, y absorbe en gran medida el ahorro de la nación, a modo de un parásito” (Wilhem Ropke)

Evo Morales, presidente de Bolivia, logró una respuesta favorable a la nueva Constitución: un porcentaje del 60 % de votos dio un mayor control de la economía y por ello un mayor peso en las decisiones del Estado.
El apoyo económico del presidente venezolano Hugo Chávez parece dejar a Evo impertérrito ante la escasez de inversiones. Con seguridad disminuirán, aún más: la Constitución prohíbe a las compañías extranjeras repatriar sus ganancias y recurrir al arbitraje internacional, como medio de solución, ante las nacionalizaciones arbitrarias del gobierno boliviano.
El Estado ejercerá la dirección integral del desarrollo económico y sus procesos de planificación. Los recursos naturales, propiedad del pueblo boliviano, serán administrados por el estado.
Los diarios comentan la nacionalización reciente de la petrolera británica BP luego de la expulsión del embajador estadounidense y de agentes de la DEA acusados extemporáneamente de espionaje.
Mientras Evo sonríe complacido por su triunfo, el gas natural baja de precio y Brasil disminuye considerablemente la compra de combustible.
La Constitución habilita, al actual presidente, a una reelección, por lo cual, podría gobernar hasta el año 2014. La oposición no ha podido unirse, continúa dispersa, lo que da una real ventaja a Evo Morales.
Basta ésta breve información, para comprender que Bolivia se dirige al infierno.
Las empresas nacionalizadas han empezado a funcionar deficitariamente, como en Venezuela, donde, hace unos días, el presidente del Banco Central pidió a Hugo Chávez, que deje de nacionalizar si no quiere provocar un colapso en la economía.
Si, como sabemos, el propósito básico de toda empresa es el lucro, no hay duda de que para obtenerlo depende de la producción y de la productividad, ésta última, es condición necesaria para la expansión de cualquier empresa.
Sin embargo, las decisiones en las empresas bolivianas no dependerán de la voluntad del consumidor sino, de la razón infalible del gobierno boliviano.
El presidente quiere terminar con la propiedad privada, con los capitalistas, con el capitalismo y con el mercado.
La economía cuando es planificada desde el estado no puede alentar el consumo, éste depende de que se permita la economía de mercado, la cual asegura la libre elección de los consumidores quienes, en su mayoría, son asalariados. Las empresas funcionan si pueden vender lo que producen, de lo contrario, quiebran.
Con la desaparición del mercado desaparece también la propiedad privada por lo cual Evo Morales será dueño y señor de la economía de su país y de la voluntad de sus gobernados.
.Como lo pudimos comprobar, en las experiencias socialistas, las empresas estatales son ineficientes, no satisfacen las necesidades de la gente y dejan de cumplir correctamente su “función social”, término al que recurren todos los gobernantes populistas sin entender que si existen y perduran la cumplen, aunque a veces, muy mal.
No es necesario que Evo, por ley o decreto, acabe con la propiedad privada. El deterioro del estado de derecho muestra allí, como también, en Venezuela, y en mayor medida en Cuba, que las leyes pueden ser violadas por “razones de estado” El método de los mecanismos del mercado será sustituido por el de las decisiones políticas.
El mercado será restringido cada vez más, la libre elección limitada y la acción electiva drásticamente disminuida.
La Constitución aumenta la representación indígena en el Congreso.
Bolivia es una sociedad dividida, los grupos indígenas todavía viven en un pasado precapitalista. Aunque hay zonas donde se rechaza éste modelo, la mayoría indígena, con su voto, permitirá instaurar el llamado “socialismo del siglo XXI”
Tantos ejemplos nos ofrece la historia, de los excesos que puede cometer un estado todopoderoso, que es difícil entender como, aun, encontramos tantos aduladores a éste tipo de estado..
Contrariamente a lo que muchos creen, debilitar la propiedad privada no trae riqueza, la destruye, generaliza la miseria y aumenta las arbitrariedades del poder.
La espontaneidad social será combatida por el gobierno boliviano, como lo es en la actualidad en Cuba. La represión estará a la orden del día para mantener a los díscolos dentro del modelo.
El socialismo del siglo XXI, como lo llaman varios líderes latinoamericanos, es una construcción pretendida pero imposible de llevar a la práctica, por eso donde se ha intentado aplicar ha llevado al totalitarismo, se ha cobrado muchas víctimas y las cárceles se han atiborrado de presos políticos.
Desde el Foro Social Mundial, donde se exponen propuestas alternativas al liberalismo, los presidentes de Bolivia, Ecuador y Paraguay, pretenden seguir con una ofensiva ideológica, política, y económica, en todo el mundo. El objetivo es: enfrentar a “un sistema perverso, basado en la codicia”.
Como Diego Maradona, director técnico de la selección argentina, quien cree que Hugo Chávez, presidente de Venezuela, es el pueblo -por eso apoya la enmienda constitucional que permitirá su reelección indefinida- los tres presidentes, se equivocan. El sistema que repudian, es el que permite crear la riqueza necesaria para que la gente no se muera de hambre. No hay calificativo para estos señores, que llevan, por ignorancia o metas populistas, a un final catastrófico la economía y las instituciones de sus pueblos.
Prometen la igualdad sin comprender que ésta se identifica con la justicia: todos, incluso los que gobiernan, debieran respetar las mismas leyes y ser juzgados por tribunales imparciales. Todos iguales ante la ley.

Elena Valero Narváez. (Autora de “El Crepúsculo Argentino” LUMIERE. 2006)
evaleronarvaez@hotmail.com

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