Faltas a la tolerancia


Elena Valero Naráez


El domingo pasado, durante la conmemoración del 61º aniversario del estado de Israel, organizado por el gobierno porteño, grupos de izquierda pertenecientes al Frente de Acción Revolucionaria (FAR) y al Movimiento Teresa Rodríguez-rama política, embriagados de fanatismo, atacaron a golpes a los asistentes al acto. También se recibieron amenazas de bombas e templos judíos de la localidad de Belgrano.
Un dato: en el allanamiento del local del Movimiento Teresa Rodríguez-rama política, fabrican guardapolvos para el Ministerio de Desarrollo Social de la Nación.
Algunos dirigentes sospechaban, según los diarios, en voz baja, sobre motivaciones políticas que pudo tener el ataque para perjudicar a Mauricio Macri ante las próximas elecciones.
Este hecho lamentable lleva a bajar un escalón más en el desprestigio de la República Argentina.
Karl Popper repite en varios de sus libros la siguiente formulación procedente de América: Alguien que ha golpeado a otro afirma que él solo ha movido sus puños libremente; el juez sin embargo replica: “La libertad de movimiento de tus puños está limitada por la nariz de tu vecino”. Si bien la libertad debe ser lo menos limitada posible, las leyes deben ser iguales para todos.
La tolerancia frente a las ideas éticas y religiosas fue fundamental para los que nos fundaron la patria. Se dieron leyes tan importantes como el de matrimonio civil para que fuera conformando un país basado en la tolerancia. La libertad de culto es derecho indiscutido en todas las sociedades democráticas.
La violencia demostrada por este grupo que taparon sus rostros por temor a ser reconocidos, ya sea motivada por ideas fanáticas o instigada por cuestiones políticas, debe se castigada, como corresponde por ley, si no queremos incentivar las acciones violentas que terminarán con la democracia y el estado de derecho. No puede quedar impune este hecho vergonzoso que afecta la mirada que países democráticos tienen sobre nosotros y, sobre todo, la que tienen los argentinos como sociedad.
En los campos de concentración murieron asesinados miles de judíos, se aniquilaron familias enteras por las ideas locas de Hitler y sus secuaces.
También en la URSS, fueron llevadas al hambre y a la muerte un sinnúmero de personas por el mismo motivo: ideas, envueltas en teorías erróneas, fanáticamente aceptadas, han llevado a la tumba a incontables inocentes a lo largo de la historia de la humanidad.
En nombre de la tolerancia, no podemos aceptar que todas las teorías tienen igual valor. En democracia pueden competir mientras puedan ser refutadas libremente por otras y, por la realidad a la que se refieren, sin recurrir a la violencia.
Los gobernantes argentinos aceptan los actos de violencia instigados por maquiavélicos personajes y el maltrato a los vecinos: sufren cotidianamente, manifestaciones que no les permiten circular libremente por las calles.
La oposición al gobierno tampoco se caracteriza, salvo honrosas excepciones, por su indulgencia: recurre a la violencia verbal y no deja de lado el reconocimiento que se le debe al adversario: la mayoría de los candidatos se critican mutuamente en vez de discutir ideas y programas. La mayoría de los políticos intenta, inmiscuyéndose en su intimidad, destruir al que tiene más chance en las encuestas.
La reciente renuncia del jefe de los Comunes, en Inglaterra, por gastos indebidos de los legisladores, nos da un ejemplo de la presión de la sociedad, en su conjunto, para mejorar la conducta de los funcionarios. Existe control social sobre los representantes.
La opinión pública de nuestro país tendría que obrar en la misma dirección: exigir el esclarecimiento de actos vandálicos como el perpetrado por los delincuentes que golpearon a pacíficos ciudadanos judíos.
El gobierno, como responsable de mantener el orden, sin el cual no puede funcionar ningún grupo y menos el grupo máximo, la sociedad, tiene una responsabilidad ética mayor: no debiera permitir, incentivar, ni cometer, actos que vayan en contra de las leyes de la República. Su función es la de velar por que se cumplan.

Elena Valero Narváez. (Autora de “El Crepúsculo Argentino.Lumiere,2006.)
evaleronarvaez@hotmail.com

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