Al pan, pan, y al vino, vino...


Elena Valero Naráez


El gobierno de Cristina Kirchner presenta a los argentinos serios interrogantes respecto a si es capaz de gobernar, es decir, si puede establecer planes de acción que tiendan a morigerar la crisis económica que afecta a casi todos los argentinos.
Justamente, ante los conflictos que plantea, se necesita un gobierno eficiente, inspirador de confianza, con capacidad operativa frente a la urgente situación. Para que sea legítimo, los gobernantes, deben ejercer sus funciones buscando el bien común de todos los argentinos.
Según las declaraciones y acciones de Cristina y su marido, signadas por la agresión, hay sectores que parecen no ser representados por ciudadanos. La lista es larga: personas relacionadas al campo, al periodismo, a la justicia, a los militares, al empresariado, a la Iglesia, son denostados y perseguidos. Basta con disentir, en muchos casos, para ser considerados enemigos.
Preocupa, además, que hayan tomado como chivo expiatorio a la década del 90, intentando poner debajo de la alfombra el error principal de los Kirchner: cambiar el rumbo que se eligió en la denostada década. Los discursos del matrimonio presidencial, en este caso, son acompañados también por muchos periodistas, políticos de la oposición e intelectuales. Todos, parecen coincidir en que el modelo menemista es el culpable de todos los males, en especial, de la crisis que nos está consumiendo actualmente.
Cuando se habla de peronismo, por ejemplo, no se hace ninguna diferencia entre Menem, Romero, Puerta, De Narváez, Alberto Rodríguez Saa, entre otros peronistas y los Kirchner. Se mete a todos en la misma bolsa, sin importar, qué ideas defienden.
Es poco el análisis que hacemos del pasado o, muy sesgado, por lo cual no es disparatado pensar que, aún los legisladores de la oposición, cuando lleguen al Congreso, acepten en general el modelo K, añadiéndole, solamente, algunos parchecitos relacionados con el mejoramiento del sistema democrático.
Creo, que aunque este gobierno se haya esforzado por denigrar la década del 90, los políticos serios y preparados para dirigir, con responsabilidad, idoneidad y preparación, el futuro gobierno, tienen que comenzar a poner las cosas en su lugar y decirle a la ciudadanía que el modelo menemista tuvo errores pero, el camino emprendido luego de la hiperinflación a la que nos llevaron políticas que habíamos seguido durante muchos años, desde 1943, es el correcto.
Los ex presidentes Frondizi y Menem son los que vieron y se animaron a dar un cambio fundamental al rumbo económico. Dejaron de lado políticas que frustraron el progreso argentino, durante décadas.
Basta comparar con la actual, la excelente política exterior de ese período: desarrollamos una estrecha relación con EEUU, avanzamos en la integración económica con nuestros vecinos sobre todo Brasil y Chile, reestablecimos el vínculo con Europa, afectado por la Guerra de las Malvinas y actuamos de manera participativa en el medio Oriente.
En política económica, se hizo todo lo contrario de lo que presume Néstor Kirchner: se superaron décadas de estancamiento de las exportaciones, con reglas de juego diferentes, tendientes a la apertura económica. Se eliminaron las retenciones agropecuarias, en abril del 91, por lo cual la Argentina exportó en 2002, 5000 millones de dólares, entre harinas, aceites, y soja. También se eliminaron las trabas a las importaciones de las que se quejó recientemente el vicepresidente de la UIA, Cristiano Rattazzi, porque traban la producción y la productividad.
La desregulación del comercio exterior fue una política meritoria en un país donde predominaban los intereses de sectores privilegiados por el gobierno, sin importar la calidad de los productos.
En vez de aceptar lo que se hizo bien, y mejorar el modelo, la política kirchnerista nos ha vuelto a la decadencia política y económica. Las estatizaciones, los controles de precios, las políticas estatistas, intervencionistas, dirigistas e inflacionarias cuyos resultados están hoy a la vista nos acercan otra vez a dictaduras pasadas.
Este modelo no es compatible con la democracia y con nuestro orden jurídico constitucional que asegura la plena vigencia de de las libertades políticas y civiles, garantía de los derechos individuales consagrados en la Constitución.
La lucha contra el estatismo, el proteccionismo, las regulaciones excesivas fue muy importante y destacable en el gobierno de Carlos Menem.
El decreto de desregulación derogó enorme cantidad de restricciones a la competencia y a la transparencia en el funcionamiento de los mercados, tanto los del interior, el de bienes y servicios, como también al comercio exterior, a las economías regionales y al mercado de capitales.
Se terminó con el control de precios que nos había afectado durante décadas y que los Kirchner han vuelto a imponer bajo la mano férrea y autoritaria de Guillermo Moreno.
Las privatizaciones fueron parte del modelo: parece olvidarse que con ellas se eliminó gran parte de la corrupción estructural que padecíamos sin que ningún gobierno anterior, salvo en el período de gobierno de Arturo Frondizi, intentara desmantelar.
El gobierno de los Kirchner ha creado hasta empresas de aviación sin aviones. Regresan a las prácticas corruptas y las promueven con las estatizaciones, se amedrenta para que las empresas acepten a directores estatales en empresas privadas, hay un avance continuo del gobierno sobre la actividad privada.
La presión impositiva es cada vez mayor a la vez que se cierran los canales que permiten generar riqueza y aumentar las exportaciones.
La economía del país se viene abajo pero la presidente sigue enamorada del modelo. Declara que el 28 de junio se juega la posibilidad de continuarlo como también la estabilidad y “calidad” democrática.
Lo que interesa ahora, más allá de los dislates de la presidente, es que los opositores se den cuenta que éste modelo no sirve como pasó en cualquier país donde se aplicó. Hay que tomar el ejemplo de Chile: continuaron el modelo económico, reforzaron la democracia, las instituciones y, aunque cambiaron los gobiernos, se mantiene lo que ha dado muestras, por las consecuencias, de que se ha hecho bien.
Los chilenos han aprendido, luego de volver al clima democrático de tolerancia y espíritu abierto, que la única manera de progresar económica y políticamente es reforzando a la sociedad civil, privatizando, desreglando, para que se pueda crear, vender y comprar sin trabas que obstaculicen los libres intercambios.
La manera de atraer capitales es la inversa a la elegida por el actual gobierno: con condiciones jurídicas y políticas comprometidas con la propiedad privada se reestablecería otra vez la confianza.
Solo en democracia podremos defendernos de las arbitrarias medidas del gobierno. Las próximas elecciones definirán por cual camino quieren transitar los argentinos y la oposición debería animarse a analizar con objetividad la historia argentina. Maltratar la década del 90 no ayuda a cambiar el rumbo, que no es otro qué el que hizo fracasar a tantos gobiernos, por seguirlo. Ver la realidad como es y no como uno quiere que sea, es prioritario para poder encarar cualquier cambio. Al pan, pan, y al vino, vino...

Elena Valero Narváez. (Autora de “El Crepúsculo Argentino.Lumiere,2006.)
evaleronarvaez@hotmail.com

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