Los “K” y el imperio de la pasión

Por Elena Valero Narváez

Cuando describimos a un buen gobernante, destacamos sus cualidades de liderazgo, su poder de persuasión para comprometer políticamente a los sufragantes y persuadirlos, no solo con palabras, sino con hechos. Apreciamos, por sobre todo, la autoridad moral y los programas de acción atrayentes, tendientes a mejorar la política, la economía, la cultura y la educación, la calidad de vida, en general.
Los Kirchner, son el modelo opuesto. Cuando miramos atrás nos deprime darnos cuenta que los argentinos, por lo general, votamos en contra de otros postulantes, no elegimos por propuestas y capacidad de liderazgo.
La conocida inscripción “Conócete a ti mismo” del templo de Apolo, en Delfos, que inspiró a Sócrates y a otros filósofos como principio de sus enseñanzas, nos lleva a la necesidad del autoconocimiento, al intento de ser dueños de nosotros mismos para no ser dominados por las pasiones.
Néstor y Cristina parecen no conocerse a si mismos, no tienen autodominio, son esclavos de la soberbia. No meditan sobre sus límites e imperfecciones, lo muestran sus discursos que siempre terminan en el exceso y sus decisiones: no responden a un plan previamente expuesto a la mirada de la opinión pública.
La economía, tanto de una casa como del estado, se basa en el ahorro que permite el excedente de riqueza. La ganancia debe cubrir no solo los gastos sino también permitir ahorrar, formar un fondo seguro para los casos fortuitos o inesperados a los que siempre estamos expuestos. Y, los que más necesitan ahorrar, son aquellos cuyas ganancias son precarias, inciertas o muy variables.
Los Kirchner no han pensado, ni por un momento, aunque se les advertía, que debían ahorrar, no dilapidar, cuando los precios de los commodities beneficiaban a la Argentina. Ahora, que todo gasto comienza a ser gravoso, el estado confisca ahorro privado, y nos da planes para comprar o cambiar autos y heladeras. El gobierno decide en que debemos gastar como si supieran nuestras necesidades mejor que nosotros mismos.
La oferta se convierte en imperiosa por orden del Estado. Con los préstamos pasa otro tanto: tienen que ir para invertir en lo que conviene, según los deseos del gobierno.
¿Y si en vez de un auto o una heladera lo que necesitamos es invertir en la educación de nuestros hijos, o pagar la prepaga, o ampliar una casa, o queremos emprender un negocio?
El dominio político sobre la estructura económica ya es abrumador.
El plan de obra pública, lanzado recientemente por la presidente Cristina, no tendrá resultados satisfactorios, porque se realiza afectando los recursos del sector privado. Tampoco la eliminación de la tablita de Machinea, atenuara la recesión, porque no hay medida que valga con un gobierno al que se le ha perdido la confianza. Ésta viene caminando y se va al galope. Con los Kirchner en el poder, no vuelve.
El canibalismo político que ejerce con soltura tanto el ex-presidente como su señora, no favorece el cambio del panorama enviciado con la confiscación de Aerolineas y Austral. La crítica del Grupo de Acción Financiera Internacional (GAFI), relacionada con el blanqueo de capitales y los potenciales riegos respecto del ingreso de dinero proveniente del narcotráfico, tampoco ayuda.
Al temor a una devaluación, se suman los discursos de Néstor y Cristina. Parecen dirigidos a asustar a los inversores de cualquier tipo y a aumentar la fuga de capitales.
La alianza, aunque sea discursiva, con Chávez y Castro, descoloca a La Argentina en la carrera por un buen lugar en el Mundo que se esfuerzan por ganar Brasil y Chile con, hasta ahora, buenos resultados.
La presidente chilena y el presidente brasilero se acercan, cada vez más, a los países desarrollados, sin abandonar, por ello, su independencia y capacidad de acción. Cristina, en cambio, se enfervoriza en la crítica a EEUU, en proponer distribucionismo desde el Estado e iguala la democracia con la dictadura al asegurar que la crítica no tiene razón de ser si se ha ganado en elecciones limpias. Se jacta de ser abogada, pero, parece no saber que mediante el voto también podemos elegir a quien destruya el sistema democrático. Como su marido, pregona buenas intenciones, mientras, protege a matones, defiende a dictadores y destruye las instituciones.
Desde Costa do Sauípe, Brasil, uno de los protagonistas de la Cumbre América Latina Caribe (CALC), Hugo Chávez, coincidió con Cristina Kirchner: se dedicó a criticar a EEUU. Expresó, contento, su alegría porque por primera vez se reunían sin” tutela imperial”. Ambos, respaldaron el sistema político de Cuba.
Por otro lado, hace muy pocas semanas, en Panamá, se reunió EEUU con todos los países latinoamericanos y caribeños, con los que el país del Norte firmó tratados de Libre Comercio. Estuvo Uruguay como invitado especial. Desde hace tiempo, éste país, va detrás de un tratado de libre comercio pero, se lo impide ser miembro del debilitado Mercosur. Allí, todos, coincidieron en lanzar el Camino para la Prosperidad de las Américas. Nuestros gobernantes parecen no darse cuenta de que éste es el camino.
Es muy escasa la posibilidad de que el matrimonio Kirchner deje de ser dominado por la pasión del poder. Es muy probable, entonces, que el mal gobierno y los gastos excesivos, causen no solo la ruina material del país, sino también la decadencia de ellos en la opinión de los argentinos y… todo lo que decae propende a su ruina.

Elena Valero Narváez. Autora de “El crepúsculo Argentino” LUMIERE.2006
evaleronarvaez@hotmail.com

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