Un poderoso instrumento de poder

por Elena Valero Narváez

El sindicalismo, desde el primer gobierno de Perón, es un poderoso instrumento de poder. Los líderes sindicales se acercan a los gobiernos de turno, dejan de lado las metas gremiales y van detrás de fines políticos. No les importa luchar con el empresario por mejoras para los trabajadores sino la participación en los privilegios que el Estado reparte y por medio de la coacción pueden obtener. Olvidan que existen leyes a las que deben atenerse, pasan por encima de ellas con la complicidad del gobierno. Éste, los utiliza como instrumento para intimidar a la sociedad y a los líderes políticos de la oposición.
En un reportaje del diario La Nación, el secretario gremial de la CGT, Jorge Viviani, asegura que el gobierno actual es un gobierno peronista y que el sindicalismo, en su inmensa mayoría, también lo es: “somos - expresa - la columna vertebral del movimiento”.
Es verdad, el sindicalismo es la pata que aún le queda al gobierno. Ni el Ejército ni parte de la Iglesia, antiguos soportes del peronismo, le responden como en 1946 a Perón, creador del Movimiento.
Los gremialistas ya no están sometidos a las directivas presidenciales y por ello, al Estado.
El gobierno está obligado a mantener buenas relaciones con los líderes sindicales. Prueba de ello, es una causa abierta en 2002, basada en actos de corrupción: estarían involucrados más de 200 gremialistas y el Ministro de Trabajo, Carlos Tomada.
En 1996, el Banco Mundial, otorgó un préstamo de 285 millones de dólares para modernizar y sanear las obras sociales sindicales. Gran parte de esa suma fue desviada mediante la creación de empresas fantasmas, dirigidas por familiares de los sindicalistas.
Los nombres de los presuntamente involucrados son bien conocidos, es el caso de Armando Cavallieri, Juan José Zanola, y nada menos que el actual ministro de Trabajo, quien, a pesar de la publicidad del hecho, sigue en su puesto.
Los sindicalistas acusados, apelaron para que se cambiara la carátula de “peculado” -se castiga con 10 años de prisión- por “defraudación” . De esta forma, la pena se redujo a seis y como ya pasó el período estipulado, se prescribe la causa. ¿Y el dinero...? ¿Quién lo devuelve?
El desprestigio que el sindicalismo tiene en nuestro país, no alcanza para contener la corrupción ni los crímenes por puestos y liderazgos. Los violentos choques, entre bandas sindicales, son cada vez mas frecuentes porque las investigaciones no avanzan, si afectan a gremios que apoyan incondicionalmente al Gobierno.
La impunidad es corriente y la Justicia no toca a quienes son leales a los Kirchner. Pero, la paciencia social no es para siempre: se están traspasando los límites tolerables, al persistir los actos de vandalismo y corrupción.
Es fácilmente observable en el proceso político actual, de tendencia nacionalista y populista, promovido por el matrimonio Kirchner, la utilización de la estructura sindical como amenaza en los conflictos que surgen con los empresarios, si se niegan a aceptara las arbitrariedades del gobierno.
Los Kirchner manejan discrecionalmente los resortes del poder para someter a los belicosos gremialistas. Les ofrecen gratificaciones, sobornan, y hacen uso de una constante manipulación demagógica.
La crisis económica, producto de un antiguo modelo que vuelve a fracasar, sumada a la crisis internacional, llevará a una ola de despidos imparable. Los líderes sindicales deben mostrar a los trabajadores que son bien representados, por eso están pidiendo doble indemnización y sueldo compensatorio de fin de año.
Con las necesidades básicas insatisfechas, empezarán a importar hechos de corrupción que afectan directamente a los trabajadores, como es el caso descripto en el inicio de la nota.
La libertad sindical ayudaría a construir un nuevo liderazgo que basara su lucha por reivindicaciones lógicas, consensuadas con los empresarios, dentro de un ámbito pacífico y democrático. Disminuiría la burocratización y el excesivo poder que paraliza la lucha política de los partidos.
La oposición no puede encontrar un camino para fortalecerse si el sindicalismo no se democratiza y si el gobierno no deja de considerar al adversario político como un enemigo.
Desde todos los ámbitos, los argentinos debiéramos oponernos a las políticas corporativas porque conducen al autoritarismo político. Aparece como la única forma de manejar los conflictos que suscitan las demandas sectoriales.
Es indispensable consolidar la representatividad y mediación democrática de los partidos. Si no se logra, seguirán las coacciones arbitrarias de los sindicatos y del gobierno. Las leyes serán reemplazadas por las decisiones que respondan a sus propios intereses. Sucede cada vez que los grupos de presión se fortalecen hasta el punto de estorbar peligrosamente el ritmo democrático.

Autora de “El Crepúsculo Argentino” LUMIERE. 2006
evaleronarvaez@hotmail.com

1 comentario:

Anónimo dijo...

empezaré a escuchar el programa ya puse un reproductor en mi blog de cadena 1