La utopía del Padre Boff

Esteban Lijalad

Hace unas semanas el Padre Leonardo Boff, teólogo de la liberación y ecologista militante visitó Argentina y nos aconsejó: “hay que cerrar los ojos en los shoppings, para no caer en la tentación, arreglarse con un poco de arroz y una tela para abrigarse. Solo así se podrá salvar el mundo de la catástrofe que lo amenaza, dada la destrucción que ha hecho la tecnología”.
Puesto que esas palabras suenan como la advertencia de un sabio y como parece lógico frenar la fiebre del consumismo, hay quien apoya estas ideas, como si fueran ideas de bondad, de equilibrio, de futuro.
Yo creo que son ideas erróneas, por no adjetivarlas más duramente.
Como toda Utopía, la del Padre Boff se basa en supuestos irreales. Recordemos que la primera Utopía, la de Tomas Moro, afirmaba que con solo trabajar seis horas diarias bastaba para las necesidades de los ciudadanos de la Isla. Se supone que con solo seis horas diarias se podía desmalezar, arar, sembrar, cosechar, separar la paja del grano, la cáscara de la semilla, llevar al molino, moler, amasar, hornear, mientras otros alimentaban el ganado, lo llevaban a mejores pastos, sacaban la lana de las ovejas, la lavaban, la cardaban , la hilaban, hacían tejidos, los cortaban, los cosían, armaban las prendas, mientras otros iban a la mina, sacaban el mineral de hierro, lo acarreaban a los hornos, donde fundían el material, separaban la resaca del metal, lo templaban, lo llevaban a lo de los herreros que lo forjaban y hacían las rejas, lanzas, arados, etc., etc.
La utopía se basa en la irrealidad. Por eso, justamente, son “lugares inexistentes”, U-topos. Pero después de siglos, los utopistas – a pesar de sus reiterados fracasos- siguen ahí pululando con sus amenazas, su hermosa barba blanca y su ignorancia absoluta de las cosas del mundo.
Hay un mito sobre las utopías, como si fueran buena cosa. Se dice ”ya no hay Utopía, todo es materialismo”. Se afirma que los de la generación del setenta, “querían la Utopía” y eso los hace buenos, “más allá de sus errores”. No creo en eso, yo pertenecía a esa generación y no nos imaginábamos ninguna Utopía: éramos incapaces de imaginar el futuro, nuestro único pensamiento era “cómo tomar el Poder”, esa era la única tentación, lo único que nos mantenía despiertos en esas largas reuniones donde discutíamos tácticas de poder, nunca planes de futuro. Suponíamos que con el Poder en la mano, todo lo demás vendría por añadidura, no hacia falta reflexionar demasiado.

Entonces, veamos con más detalle esta utopía del Padre Boff, una utopía socialcológica y suavemente cristiana. Ya que la viste de los oropeles de la razonabilidad y se publica en los medios de comunicación, y nadie la cuestiona, quiero analizarla con números reales, a ver cómo funcionaría.
Boff propone un único alimento universal, el arroz. Es de suponer que puede ser trigo…o soja, según el clima.
El arroz necesita agua, mucha agua. De lluvia o bombeada. En nuestro país la mitad del arroz se produce con agua bombeada. ¿Con qué se mueven las bombas? Con combustible derivado del petróleo, gasoil. En nuestro país se necesitan 600 litros de gas oil por hectárea por año, lo equivale a unas seis mil toneladas anuales de combustible, para nuestra modesta producción. Si se ampliara el área sembrada a un millón de hectáreas, tendríamos 600 mil toneladas anuales de consumo de gasoil. Pobre ecología! El idílico mundo del Padre Boff empieza a poblarse de pozos de petróleo, acarreo en barcos petroleros, destilerías humeantes, olores insoportables, calentamiento del clima.
Sigamos.
No todos los países pueden producir arroz, o trigo o soja. ¿Qué hacen entonces esos países no-agrícolas para obtener el grano que los alimenta? Es de suponer que darán algo a cambio, es decir COMERCIARAN (el rostro de Boff se crispa ante esta palabra. Resuenan en su mente las palabras de San Agustín, recomendando que las ciudades no tengan mercaderes, no comercien, ya que el comercio es la entrada de ideas y grupos sociales disolventes)
Y ¿qué puede comerciar, por ejemplo Chile, que carece de praderas cerealeras?: cobre, o bienes manufacturados, o vino… o sea: para comer tan solo la taza de arroz diaria que recomienda Boff HAY QUE PRODUCIR BIENES INDUSTRIALES Y MATERIAS PRIMAS que se alejan del ideal agrario y ecológico de esa utopía. El mundo, a pesar de Boff - y gracias a Dios- comercia , intercambia, lo que a uno le sobra, lo cambia por lo que le falta, se teje una inmensa red de relaciones, las naciones y los pueblos toman contacto, se abren- como en este siglo- las enormes extensiones chinas, Internet nos conecta, nos permite vender y comprar. Se mejoran gracias a la odiada tecnología, la productividad agrícola, se obtienen rindes jamás vistos. Baja el número de hambrientos de 1300 millones a 600 millones en veinte años, la gente no solo puede consumir su taza diaria de arroz sino también calzado, pantalones, camisas, sobretodos, lápices , platos, manteles, cortinas, muebles, libros, arte gráfico, medicamentos, juegos, computadoras, celulares, televisión, radio, Internet, puede jugar con la computadora, armar redes sociales, aprender aragonés, usar traductores, escribir, leer, visitar la pinacoteca del Louvre, estudiar física cuántica, puede viajar en tren, auto, avión, barco, puede hacer turismo, usar hoteles, restaurantes, ir a conciertos, recitales , a pubs y teatros, cines y discotecas.
Es toda esa vida la que lastima a Boff y su ascetismo neomedieval.

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