Todos contra el mercado….?

Por Elena Valero Narváez

La crisis norteamericana provocó como en los años 30, cuando afectó al mundo la crisis de 1929, un sinnúmero de voces que cuestionan la economía de mercado como si fuera el gran demonio.

A los que defienden al mercado los llaman “economicistas”, se cree que el mercado es solamente dinerario. Pero no es así. Creerlo es no entender la vida.

El mercado, no es otra cosa que la gente interactuando, intercambiando bienes y servicios. Implica infinidad de mercados que se conectan en menor o mayor grado entre sí. Desde el mercado del tomate al cual se refirió Cristina Kirchner en la conferencia de prensa en EEUU, hasta el mercado de los sentimientos al cual también incluye esa considerada por muchos mala palabra.

El mercado es similar a una computadora. Nos brinda toda clase de información para que podamos planear, decidir cómo será nuestra vida. Es por eso que si se lastima nos quedamos como si hubiéramos perdido la vista: sabiendo muy poco de cómo funciona la realidad.

Por el análisis del mercado el empresario conoce las necesidades de las personas, qué productos son los preferidos. También la gente común usa los datos que le brinda.

¿Por qué los jóvenes buscan los lugares de veraneo más concurridos? Porque allí hay mas chicas y chicos para interactuar, para hacerse amigos, para divertirse, para enamorarse. También el que prefiere vivir en una villa miseria en vez de irse al campo donde quizá pueda tener un poco más de tierra sin vivir hacinado, prefiere la ciudad porque tiene más distracciones, más amigos, más alternativas laborales, más amplio espectro de posibilidades. La información se las da el mercado, el cual no fue inventado, es parte de la cultura.

Si se lo vulnera o se intenta hacerlo desaparecer, se quita la responsabilidad y el riesgo a los oferentes y a los que demandan. Se disminuye inmediatamente la acción electiva propia de las sociedades abiertas y democráticas y se le abre las puertas al totalitarismo o a la dictadura, a la concentración del poder.

Los que dicen que dejar la economía librada al mercado es regresar a “la ley de la selva” se equivocan: se necesita que el Estado sea el árbitro que proteja las normas que hacen estable, previsible y pacifico los intercambios. Si el estado no controla como sucedió con Aerolíneas, la burocratización, la ilegalidad y la corrupción se hacen cargo de la empresa aunque sea privada.

Este gobierno y el anterior en vez de controlar donde se debe, modificaron arbitrariamente los precios, las estadísticas, manejaron de la misma forma premios y castigos. Perjudicaron con ello la calidad de los servicios, las necesidades no son satisfechas y, la famosa distribución de la riqueza es injusta. Los errores del gobierno los está pagando la sociedad en su conjunto.

La crisis de EEUU nos muestra que la sociedad siempre está en crisis, que al igual que nuestro cuerpo tiene enfermedades, problemas que necesitan de un tratamiento para eliminarlos o morigerarlos. A veces, no tienen solución. El mercado supone también utopías y errores de apreciación. Siempre estamos ante un problema nuevo, si no fuera así no existiría la Historia.

La mayoría de las veces no sabemos bien cual es la solución. Pero en ocasiones contamos con instrumentos e información que nos permite actuar mejor. Por ejemplo, las encuestas. Hoy, aunque la presidente dice que no hay que darles crédito, nos dan y le dan información de cómo funciona el mercado del voto: los candidatos que más elegirían los argentinos para presidente son: Cobos y Macri. No creo que estos datos dejen de interesarle al gobierno.

Las encuestas dan información sobre las preferencias de la ciudadanía, por lo tanto ayudan al empresario, al político, al investigador, al sociólogo, al periodista a las personas en general. Por medio de las encuestas se conocen las preferencias del mercado y eso ayuda, no pueden ser desestimadas. Los políticos saben por ese medio si deben profundizar lo que piensa la gente o cambiar para obtener los votos necesarios.

La intervención del gobierno en el mercado, como esta sucediendo ahora en EEUU, es diferente de la intervención que hacen los Kirchner. Una es la que intenta salvar al mercado y otra es la que interfiere para destruirlo.

¿Se debió intervenir en la crisis de EEUU? Algunos preferían que no se salvara a los especuladores, que se dejara caer a las empresas que actuaron mal, que especularon, para que no se alentara el aumento de inversiones de riesgo ante la solución que les asegura el rescate de la Reserva Federal.

Limitar excesivamente la especulación también es un arma de doble filo pues disminuiría la creatividad y la innovación.

Por otro lado están los que prefieren intervenir para abreviar el tiempo que llevaría recomponer los mercados. Es el caso de Paul A. Samuelson, economista que vivió la crisis del 29. El acepta que los bancos centrales fueron creados para que sean prestamistas de último recurso cuando una sociedad de mercado democrática es golpeada por grandes crisis.

La verdad es que aunque los economistas saben más porque han estudiado crisis anteriores nadie puede estar seguro de cómo se comportaran los mercados ante la intervención y tampoco si no se interviene. Lo que parece seguro hasta ahora es que a pesar de los problemas, el sistema capitalista, es el subsistema económico que ha probado su eficacia. Por lo pronto no es una creación de intelectuales como lo es el socialismo.

No es fácil hallar la solución. Las crisis nos enseñan que siempre estamos ante algo nuevo, novedoso y que las soluciones también lo son. Por ello hay opiniones tan dispares.

De todas maneras, los problemas son anunciados por el mercado pero no siempre la lectura que se hace es la correcta. Eso pasó en EEUU y también en la crisis de 1930: la gente se equivocó a pesar de que había información. Errarían mucho más si no contaran con ella o la desestimaran.

La debilidad del gobierno argentino también se anuncia en los mercados. La falta de inversión, las críticas cada vez más exacerbadas de importantes sectores sociales, incluida la mudanza de Hugo Moyano. Su acercamiento a sectores de la oposición y el reclamo de justicia al asesinato del sindicalista José Ignacio Rucci, que implicaría a miembros del actual gobierno por la supuesta vinculación, indican bastante claramente que no quiere quedar pegado a un gobierno cada vez más debilitado.

Son los datos del mercado los que le hacen cambiar a Moyano y paulatinamente al gobierno de modelo. Se anuncia una reunión con la Comisión de Enlace y se ha avanzado en otros rubros como decidir dejar de ser deudores del Club de París, llevar el presupuesto al Congreso con una disminución del gasto público, en fin, un poco tarde, pero les llega información, incluso la desconfianza de los mercados.

América Latina fue siempre proclive a creer en utopías, la década del 60 creó algunas que nos llevaron a la violencia y a más pobreza como fue el mito revolucionario del Che Guevara, y los movimientos tercermundistas, ambos, como algunas utopías actuales, se inspiraron en la creación de una sociedad perfecta.

Todas predijeron y predicen, como Marx, el fin del capitalismo. No solo no desapareció sino que en donde triunfa lleva implícito el camino hacia la democracia. En cambio donde se dieron revoluciones inspiradas en la teoría marxista, se acabó con el mercado y la propiedad privada pero, el estado se hizo poderoso y totalitario y la meta hacia el reino de la libertad predicha por Marx fue totalmente abandonada.

El capitalismo que se expresó en la oferta masiva de productos, alcanzó a los sectores más desposeídos de la población. Fue y es, el sistema que además de crear riqueza no produce para unos pocos sino que la oferta se dirige especialmente a satisfacer la demanda de los sectores bajos.

La democracia basada en principios liberales propugna reglas de juego claras que garantizan a todas las personas y grupos la posibilidad de contribuir al progreso de la humanidad. Es lo que necesita la economía capitalista, basada en la propiedad privada y el mercado, para desarrollarse. Las sociedades basadas en la coacción son antieconómicas, dominar la economía y la política por la fuerza sale muy caro, es por eso que no funcionan. La URSS, y aún Cuba, constituyen ejemplos paradigmáticos.

Elena Valero Narváez (autora de “El Crepúsculo Argentino”. LUMIERE.2006)

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