SIEMPRE EL MISMO TANGO….

Elena Valero Narváez

El caso de Aerolíneas Argentinas muestra una uniforme aceptación de la estatización. La defienden tanto funcionarios del gobierno como diputados y senadores, en general. Trae una vez más el mal olor de antaño a la vapuleada República Argentina.
Los que mirábamos con algo de entusiasmo la participación de los diputados y senadores opositores en el Congreso, durante la defensa de la reducción de las retenciones al campo, nos caemos de espaldas como lo hacía el Paturuzú de la historieta, cuando les escuchamos decir qué el único remedio para solucionar el problema de Aerolíneas es el botox paralizante de la estatización. Me refiero tanto al proyecto del gobierno como también al de la oposición.
No quiero ser injusta: aplaudo a Alberto Rodríguez Saa, curiosamente aún llamado peronista, cuando junto a otros esclarecidos del mismo palo, han cambiado las ideas, tal vez producto de la experiencia que da, a veces, la acción de gobernar.
Rodríguez Saa apoyó la idea de dejar quebrar a Aerolíneas. Tiene razón: cualquier empresa privada quiebra si no genera buena atención, buen producto y ganancias. Si tuviera el estado que salvar a todos los que se equivocan porque no conforman al mercado que no es otra cosa que la gente, iríamos al desastre. ¿Por qué salvar a Aerolíneas y no a todas las demás empresas deficitarias? ¿Qué parámetros toman los que deciden cuál quiebra y cuál no?
También Mauricio Macri, alzó la voz antes de que se llegara a la nacionalización de la aerolínea. El jefe de gobierno de la Capital, expresamente dejó sentado, que si este gobierno no pudo controlar el buen funcionamiento de la Compañía y se pudo llegar a su vaciamiento, mal podría controlar ahora una línea estatal. No tiene dudas : Aerolíneas debe ser una empresa privada.
Con la estatización se ayuda a los gremios que fundieron la empresa y a un grupo empresario el cual realizó un mal manejo ante la ceguera interesada del gobierno
Gremios, gobierno y directivos de Marsans, son los responsables del estado ruinoso en que quedó Aerolíneas.
Desde que se habló de estatización, los gremios se portaron como ángeles: todo funciona ahora a las mil maravillas, no hay paros, la gente viaja sin problemas. Pero no hay quien pueda con 7 gremios dentro de la empresa. Los pasajeros volverán a sufrir los mismos problemas. La burocratización se comerá otra vez a Aerolíneas como se comió a todas las empresas estatales que tuvo Argentina.
La burocracia estatal debe ser mínima, desde el Congreso la oposición tiene que luchar para que no crezca; siempre las elecciones del personal serán basadas en el criterio de lealtad y no de eficiencia y capacidad. Vemos ahora, por la lucha de Mauricio Macri en la Ciudad, cuanto cuesta despedir a los “ñoquis”, empleados estatales que cobran pero no trabajan.
Los lideres sindicales, Hugo Moyano es el mejor ejemplo, se resisten a la transparencia de un mercado de trabajo que permita mejorar a los jóvenes que se inician en el mundo laboral, a los más desprotegidos, los de menor calificación laboral. Todos se verían beneficiados con un mercado de trabajo más abierto y más proclive a la creatividad e innovación.
Si bien los dirigentes sindicales son un mal necesario para evitar las injusticias que puede producir la dirección empresaria, tienden a lograr privilegios, como bien podemos observar, para las cúpulas no así para los trabajadores. Estos se ven perjudicados si la empresa deja de competir y producir. No se pueden percibir sueldos elevados si la empresa no produce utilidades.
De la acumulación de capital surgen las mejoras salariales, no de acciones violentas y arbitrarias como los que realizan sindicalistas escudados en la fuerza que tienen algunos gremios.
Los dirigentes sindicales aumentan sus ingresos y privilegios ligados al gobierno pero defienden mal a quienes dicen representar. Es así como fundieron la empresa Aerolíneas y ahora reclaman que la salven los argentinos. También nuestros legisladores aceptan que no quiebre y se salve como empresa nacional, aunque resurja por el sudor y lágrimas de los contribuyentes.
No hay empresa que aguante si las remuneraciones son fijadas arbitrariamente por el gobierno y por la coerción de los sindicatos para que se eleven los salarios según sus necesidades y no según la producción y la productividad.
El estado puede tener una línea estatal pequeña si se hace necesaria porque ninguna empresa privada quiere tomar alguna ruta que no permite ganancias pero, volver a poner en sus manos la economía del país, como está pretendiendo este gobierno es lamentable.
Hay que reformar la estructura sindical, promover la libertad, terminar con una legislación anticuada y tanto la sociedad como el gobierno debemos someternos al imperio de la ley.
No capitalizamos la experiencia que vivió la Argentina desde 1943: Hoy volvemos a estatizar, aceptamos políticas que promueven progreso con inflación que provocan la huída masiva de capitales a otros países, el rechazo de la libre competencia y el olvido de que sólo el aumento de la producción y la productividad traen ganancia.
Este gobierno se suicida ante la vista asombrada de los argentinos que capitalizamos décadas de políticas dirigistas en pos de un modelo de “sustitución de importaciones”.
Mucha gente cree, como dice Cristina Kirchner, que el problema reside en una mala distribución de la riqueza, es por eso que piensan que si la empresa es estatal, repartirá más y mejor. Ya hemos visto que no es así. Sin embargo, nuestra oposición, pretende también crear burocráticamente otra empresa estatal con el mismo vicio de toda empresa que depende del estado: el intervencionismo del gobierno que siempre y entiéndase bien, siempre, concibe corrupción.
No se dan cuenta que vuelven a generar una burocracia que hará padecer a los consumidores, las decisiones no basadas en el cálculo y la eficiencia sino en la conveniencia de políticos y burócratas. ¿No les importa que nosotros paguemos como siempre, con resignación, los platos rotos?

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